jueves, 2 de febrero de 2012

Mi habitación con su cartel de toros


"Con ella di gran impulso a los Carnavales, que es la fiesta de Satanás"

SONATA DE PRIMAVERA.
MEMORIAS DEL MARQUÉS DE BRADOMÍN (3) - VALLE-INCLÁN

Los restos de olor a cera quemada aún embalsaman el ambiente. El rostro de la Princesa - más blanco que de costumbre- resalta entre el luto de sus ropas. Encarga a su hija, María Rosario, que escriba un correo al Monseñor Camarlengo pidiéndole un aplazamiento del regreso de Bradomín; quiere que su estancia en el palacio se prolongue. La tertulia concluye cuando las dos viejas damas habituales abandonan la casa y Bradomín sale a la noche serena del jardín. Un leve soplo deshoja las abundantes rosas marchitas que orillan el paseo. Las doce campanadas del reloj de la catedral le sorprenden ensimismado en sus pensamientos y le devuelven al interior del palacio. Cree ver la silueta de una mujer sentada en el sofá. Sólo distingue el cuerpo como una sombra y la blancura de las manos y del pañuelo caído en el suelo, húmedo y perfumado de rosas de los sollozos de María Rosario.



"Jesús Nazareno, desmelenado, lívido,sangriento, agobiado bajo el peso de la cruz, parecía clavar en nosotros su mirada dulce y moribunda"
De aquí

El Marqués es incapaz de dormir esa noche. Desvelado por el fantasma, sólo logra conciliar el sueño contra las primeras luces de la mañana. Traen a palacio el hábito que María Rosario ha de estrenar en el convento y Polonio se revela como artista. Hoy comienzan las procesiones de Semana Santa y el Mayordomo ha dado el último toque al paso de Las Caídas. Valle-Inclán continúa dando salida a su exceso, a su fascinación o fijación obsesiva en las ceremonias religiosas. Se echaba en falta en sus Sonatas el tratamiento de la Semana Santa y no se esconde, ni escurre el bulto ni se escuda en su brazo izquierdo que no existe. Irreverente o beato como un ateo, Polonio completa un paso antiguo del Nazareno. Un Cirineo en traje de faena, porque viene de trabajar, le ayuda a levantarse entre las figuras torvas de cuatro judíos barbudos. Y las moldea de cartón, siguiendo la antigua técnica aprendida de las caretas de carnaval, fiesta de Satanás.

Las voces de las niñas, perfumadas del aroma de las lilas que se abren a la terraza, penetran en el salón. María Rosario viste hábito blanco con escapulario y cruza por delante las manos al andar. Bradomín sigue fiel a su esencia de Don Juan provocador y petulante: su orgullo halagado porque la postulante a novicia se turba al cruce de miradas.

En el silencio perfumado del jardín, un ruiseñor compone bellas notas improvisadas sobre el murmullo ronco de las fuentes. Y el aire suave y gentil murmura al pasar entre los rosales, deshojando las flores mustias. Los sentimientos de María Rosario perturban a Bradomín en la quietud del jardín oscuro. Lo daría todo por ser su confesor y depositario de sus pensamientos. La tristeza de su pasado le golpea. Su juventud le “parecía un mar de soledad y de tormentas, siempre de noche”. El canto repetido del sapo le distrae y desconcierta su pensamiento. Las ranas inquietas estremecen el agua de las fuentes al zambullirse a su paso.



"Mucho tiempo permanecí reclinado sobre el florido balconaje de piedra contemplando el jardín"

“Aquella noche el cornudo monarca del abismo encendió mi sangre con su aliento de llamas y despertó mi carne flaca, fustigándola con su rabo negro”. Bradomín observa a María Rosario arrodillada que reza al fondo de una habitación. Acude a su encuentro saltando por la ventana y ella se desmaya. Recuerda sus “¡Manos diáfanas como la hostia!” A oscuras, la incorpora y la deposita en el lecho. Mientras “el sapo dejaba oír su canto” entre los altos cipreses venerables del jardín, salta la ventana para salir y “un aliento jadeante rozó mi cuello y la punta de un puñal desgarró mi hombro”. Herido, rehúsa la persecución. Su criado, Musarello, le cura.

Es suficiente un párrafo para crear la atmósfera distinta por la que a partir de ahora va a discurrir el relato. La historia gira a terrenos de misterio, intriga y ocultismo, justo cuando parece que la novela languidece: “Sobre el vasto recinto se cernía el silencio como un murciélago de maleficio, que sólo se anuncia por el aire frío de sus alas”. Bradomín se hace el encontradizo con la Princesa. Siente el odio de sus ojos redondos, vibrantes como los de una serpiente. Arrogante y orgulloso decide quedarse en el palacio a pesar de la invitación a marchar de la Princesa y de Polonio que le hace los cuernos a escondidas. Bradomín sufre los pensamientos enroscados y dormidos como reptiles. Derrotado y vencido, asediado por un mar de dudas valora la posibilidad de abandonar el palacio. Y aparece un misterioso padre capuchino cuando su voluntad más flaqueaba. Aquí lo dejamos esta semana. Más y mejor para la próxima, como si fuera un inventario de derrotas:


"el espacio que ocupas en mi alma,
la muñeca salvada del incendio,
la locura acechando agazapada,
la batalla diaria entre dos cuerpos,
mi habitación con su cartel de toros,
el llanto en las esquinas del olvido,
la ceniza que queda, los despojos,
el hijo que jamás hemos tenido,
el tiempo del dolor, los agujeros,
el gato que maullaba en el tejado,
el pasado ladrando como un perro"
Joaquín Sabina






Este comentario pertenece al grupo de lectura colectiva que desde La Acequia coordina y dirige su autor, el profesor Pedro Ojeda Escudero.

6 comentarios:

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Ahora llega a su culminación algo que hemos visto de continuo en las Sonatas: en un ambiente lleno de referencias relgiosas en el que todos deberían guardar unos valores morales, nadie lo hace. Y de pronto, se desata el "cornudo monarca del abismo", en efecto, lo que justifica lo que viene a continuación.

Abejita de la Vega dijo...

Con tu ayuda, y la de Pedro, voy desbrozando este extraño relato. Iluminas la fase oscura de la novela, que va a oscurecerse todavía más. El diablo hará de las suyas.

Hablando de diablo, cada vez me resulta más insufrible este marqués que goza con los temblores de una pobre niña, empachada de libros piadosos.

Lo de los toros en el título me extrañaba...

Un abrazo y sigamos.

Myriam dijo...

Me gusta eso del inventario de derrotas en la que todos pierden algo.

Besos

PENELOPE-GELU dijo...

Buenas noches, pancho:

De tu entrada, me quedo con todo. He hecho una parada en la segunda fotografía, que has escogido, y en las palabras de la Sonata de Valle Inclán -Marqués de Bradomín:

Pág.57
“Jesús Nazareno, desmelenado, lívido, sangriento, agobiado bajo el peso de la cruz, parecía clavar en nosotros su mirada dulce y moribunda. Los cuatro judíos, vestidos de rojo, le rodeaban fieros.
...y aquel que caminaba detrás mostraba al pueblo la sentencia de Pilatos. Era un papel de música...”

y de Polonio:
“...en aquel tiempo de gentiles, los escribanos hacían unos garabatos muy semejantes a los que hacen los músicos...
...- Los moros y los judíos todavía escriben de una manera semejante.”

Un abrazo.

P.D.: ¡Caramba! ¡Qué estupendo el recital de MIKI ISOCHI Y SARA OLLEROS, (que -en el Aquí- nos has enlazado) en el Centro Cultural de la Villa de Lumbrales,
A estas horas, me quedo con el minuto 7,16 ‘Canción de cuna para dormir un negrito’.

-Bueno, y Sabina ¡en su línea!.

Estrella dijo...

Y sin embargo hay como un trasfondo cómico en estas Sonatas. En esta están esas dos mujeres, que parecen loros; y Polonio, con ese paso que se deshace en plena procesión... Hay como un toque grotesco.

Saludos, y es un placer leer vuestras aportaciones a las lecturas.

Paco Cuesta dijo...

Polonio y la escena del balcón presagian una derrota.