miércoles, 18 de diciembre de 2013

El mundo me trata mal, ¡qué desgracia!




"Su silencio me duele tanto como mi culpa"




Episodio Nacional 26 
La Estafeta Romántica (6) 
Benito Pérez Galdós 

XXXI 

Esta carta es respuesta al aluvión de homilías que durante los meses críticos de agosto y septiembre Pilar dirige desde Madrid a su amiga Valvanera en Villarcayo para hacerla partícipe del abandono definitivo de la simulación en su matrimonio. Como las diligencias o carreras de postas debían ser lentas y no del todo fiables en estado de guerra, Valvanera no había recibido aún las últimas nuevas del proceso de desengaño emprendido por Pilar y Felipe, bien conocidas por los lectores. Por eso parece una carta a trasmano y prescindible que no dice nada nuevo. Podemos considerarla como un descansillo, necesario para coger nuevo impulso con el foco puesto en la resolución de la historia que encara el tramo final. Le recomienda que “encierres con cien llaves tu romanticismo, todo ese imaginar insano que debes a las lecturas continuas, al hábito de vivir dentro del misterio, a esa fatalidad de tener drama oculto, vida de novela por dentro”. Que se encomiende a Dios porque le ayudará a enlazar el pecado y la virtud mediante un eslabón de oro entre los hierros de su condena. Le aconseja asimismo que quiera a Felipe ya que las espinas de su carácter no son profundas, están en la superficie, su corazón rebosa nobleza. 

Valvanera informa de que la presencia de don Pedro Hillo en la casa de Villarcayo es positiva para el estado de ánimo de Fernando. También le notifica que su padre, don Beltrán, ha dado señales de vida desde Albarracín y le advierte de que seguramente vaya a Madrid como parte de la corte carlista que acompaña los pasos del aspirante a Rey,  don Carlos Isidro. Le aconseja que si aparece, lo agasaje porque será de ayuda para la causa. Para despedirse, toca madera; el tuerto parece que ha decidido cambiar la dirección de su mirada: aunque parezca raro, los cinco hijos todos sanos. 



 Diligencias listas para salir en la antigua Casa de Postas de la Plaza Mayor de Salamanca

XXXII 

Después del receso de la carta anterior que permite enterarnos de las noticias de Villarcayo, volvemos con la remitente de Madrid que es donde se cuece el cogollo de la historia con sus avances y retrocesos. 

Dos días después de la espantable revelación, Pilar entra en un proceso de ansiedad provocado por el silencio de Felipe, que vive aislado al otro lado de la casona, sin contacto entre ellos, sin verse ni hablarse: “Ni me habla, ni me mira, ni me injuria, ni me mata, ni me perdona”. Otros dos días más tarde confiesa que no aguanta más la cárcel de silencio y soledad. Prefiere mil veces una tormenta de gritos y reproches a la indiferencia con que la castiga. Cortina le recomienda que se vaya a Carabanchel con una tía suya. Mientras tanto le propondrá a Felipe que haga lo propio en la Encomienda. Ella acepta de buena gana la propuesta. Calcula que cualquier cosa que la saque de la atmósfera de presidio y panteón que la rodea, le ayudará a componer su nueva actitud ante la vida. 


 "Mi alma se consume en una ansiedad monótona y sin accidentes"

La novia encerrada viva
Museo Romántico de Madrid

XXXIII 

Galdós sigue con el formato de diario que tiene como objetivo mostrarnos la evolución desmenuzada del retiro de Pilar en Carabanchel, las consecuencias de su punto final a la simulación y las subidas y bajadas de ánimo que la acompañan. Su tía Consuelo ayuda a que las penas que conlleva la explosión de libertad se suavicen en la burbuja impermeable de su finca. Aspira a que su sobrina sea feliz como la presunta felicidad de los peces  entre la estrechez transparente de las paredes de una pecera. Recibe visita de literatos y libreros que le sugieren títulos para preparar una caja de libros con destino a Villarcayo. Salamanca trae papeles para firmar en relación con la herencia de Fernando. Siempre preocupada por el qué dirán, afirma: “Ya no puede decir nadie que sólo tiene de caballero la figura, la ilustración y los modales”. Con la sospecha de que algo le ocultan, decide presentarse de incógnito en su casa de Madrid. No se puede creer que persista la atmósfera fúnebre que dejó. Pero lo que ve con sus propios ojos le hiela el corazón, es peor que lo imaginado. La visión a escondidas de Felipe, veinte años envejecido, como un alma en pena en busca de la idea de su mujer, le sume en una profunda melancolía y desesperación. Huye de la visión fantasmal. Llora lágrimas de amargura. Comienza a desvariar: “¿Será esto romanticismo? Sólo sé que es verdad. Y la verdad romántica es la revolución desencadenada en nuestras almas, el pueblo que se encrespa, los tronos que caen, la pequeñez volviéndose grandeza... No sé lo que digo. Comienzo a desvariar, y suspendo mi escritura. Me tengo miedo”. Hundida se acusa: “Estoy loca. Sólo sé sentir; pensar no puedo”. 




"Recelaba el fiero cabecilla que la aproximación a Madrid era un movimiento político antes que militar y que corríamos a un desenlace de comedia de figurón". 

 Expedición real a las puertas de Madrid
Biblioteca Nacional. Madrid


XXXIV 

Desde Herrera de los Navarros don Beltrán agradece con generosidad desmedida la prontitud de la respuesta a otra suya anterior, sobre todo reconoce el beneficio que otorga el dinero en tiempos conflictivos en que la supervivencia es un triunfo. Señala que está bien, pero que ha pasado las de Caín: apreturas, hambres, fatigas y sustos. Gracias a la amistad que le une al Infante don Sebastián María Gabriel, sigue a la corte carlista camino de Madrid. El día anterior ha habido una escaramuza con los facciosos mandados por Buerens con resultado de grandes pérdidas para ellos. El camino a Madrid, expedito. Ahora parece que de veras, “que están las cosas bien amasadas para que la discordia de las dos ramas tenga un término dichoso, y se ataje este río de sangre que en todas las partes de la madre patria brota por las crueles heridas de la guerra”. 

XXXV 

Galdós utiliza al anciano aventurero don Beltrán para contarnos la horrible y escabrosa realidad del frente. En efecto, una vez asentado en Madrid, don Beltrán continúa la explicación a Fernando de los fúnebres sucesos históricos vistos desde el lado de la “Ojalata”. Dice que se lo cuenta para que eche una mano en “extirpar la ignorancia, el más grande mal que hay sobre la tierra”. Su amigo italiano, Rapella, que anda en los entresijos del acuerdo de las dos dinastías de borbones contendientes, le ha introducido en la corte trashumante del pretendiente a Rey don Carlos, cuya actuación le está decepcionando, y le ha proporcionado la amistad del infante Sebastián. Del pretendiente anota: “El hombre no sabe ser guerrero ni político, ni posee el arte de tratar a las personas cuyo concurso anhela”. Le pronostica que no calentará el trono si en él llega a sentarse. Llama la atención el pacifismo en un hombre que se ha apuntado a la guerra de forma voluntaria: para él la guerra no es ningún arte sino “una demencia sin brillo y un pugilato salvaje”. Se figura que este periodo aciago de la historia se envolverá “en una espesa capa de silencio, y las generaciones echarán capa sobre capa, hasta erigir en honor de la guerra civil, de sucesión o como quiera llamársela, el grandioso monumento del olvido”. 


 "La incorporación de Cabrera me fue muy grata,  porque en él  he visto siempre un caudillo de verdad"

El futuro no presenta buena pinta: “Los liberales no tienen cabeza, y la de los facciosos es una cabeza de cartón”. Ve en el sanguinario Cabrera un caudillo de verdad. Don Beltrán resulta ser un golpista que no confía en un rey que mide a los suyos “por la adhesión idolátrica que le manifiestan”. Ambos pretendientes se avienen a un acuerdo al carecer de los apoyos necesarios suficientes para aplastar al adversario. Ven a la Regente secuestrada por algaradas sargentiles, masones y carbonarios liberales. 

El millonario banquero, señor Rostchild, como todo buen potentado, es pragmático, alejado de todo romanticismo, no abrirá la caja hasta “que vea claro cómo termina el grave pleito entre la revolución y la Monarquía en España”. Don Beltrán promete continuar la larga homilía al día siguiente. Se ofrece a ser padrino de la boda que se traen entre manos aunque ruja Cintruénigo. 


The world is treating me bad... Misery
I'm the kind of guy
Who never used to cry
The world is treating me bad... Misery!
I've lost her now for sure
I won't see her no more
It's gonna be a drag... Misery!
The Beatles
  




 Este comentario pertenece al grupo de lectura colectiva que desde La Acequia coordina y dirige su autor, el profesor Pedro Ojeda Escudero.



4 comentarios:

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Me gustan mucho varias cosas de tu análisis: el uso que hace Galdós de algunos personajes para traernos noticias de la historia que va más allá de la vida de estas personas que se escriben y cómo has sabido ver la ansiedad de los personajes por saber noticias.
Y qué impagable esa fotografía de la casa de postas de Salamanca...

Paco Cuesta dijo...

Es muy interesante la visión que remarcas a través de don Beltrán el vividor de lo que queda por llegar con el desastre de la guerra.
Un abrazo

Abejita de la Vega dijo...

Don Beltrán es un personaje con mucha fuerza, un tipo que nos hace sonreír y que nos cae simpático a pesar de ser seguidor de un tigre sanguinario como Cabrera.

El personaje de Pilar también es impresionante, menudo papelón el de esta mujer, mujer casada en el XIX. Ansiedad y mucho más que ansiedad, tremendo. Pero sabe llevar el gato al agua.

Sigues paso a paso este episodio, con ilustraciones extraordinarias e incluso con música de los Beatles. Genial.

Besos, feliz Navidad Pancho.

Myriam dijo...

Me gustan mucho las imágenes que has escogido para ilustrar este texto. Están buenísimas.,