jueves, 28 de noviembre de 2013

Ella dijo: Yo sé qué es estar muerta





"Hadiós" con hache y todo para que no digas"


Episodio Nacional 26 
La Estafeta Romántica (4) 
Benito Pérez Galdós 

XVIII 

Cambiamos de frente en el relato, nos convoca la gente de La Guardia. En un sobre dirigido a Fernando, escribe don José María para agradecerle una suya anterior, bien recibida y muy deseada. Incluidas en el mismo sobre van otras dos anotaciones de sus sobrinas, Deme y Gracia. Resulta interesante comparar y comprobar el tono diferente que el autor emplea en los tres mensajes. El estilo oscila desde la variedad semántica usada por el capellán culto - una persona que domina los niveles de lengua y puede subir o bajar el tono del escrito a deseo -, al estilo desenfadado de una adolescente que suprime las haches para no liarse al escribir, pasando por la expresión comedida de la hermana mayor. Don José María utiliza un esquema clásico, expresiones formales, frases hechas propias del lenguaje solemne, un tanto anticuado, usado en correspondencia, típicas del género epistolar. Encontramos ejemplos de lo anterior en la línea de saludo de las tres cartas: “Ilustre Señor y dueño”. Diferente a “Señor don Fernando” y “Fernandito”, encabezamiento de las otras dos cartas adosadas de las sobrinas. La carta es profusa en ejemplos que sirven de modelo para mostrar respeto, o cómo expresar el agradecimiento con un lenguaje ya en desuso: “Hágame el favor de decirle que en esta carta van cumplidos sus encargos con toda la eficacia que nos permite nuestra inutilidad”. 
 “Mi hermana María agradece a usted sus finos recuerdos, y se los devuelve con sinceros votos porque conserve usted su salud, así del cuerpo como del alma, deseando que encuentre su tranquilidad en la esfera del mundo que por su nobleza le corresponde”. 
“Y si se dignara usted honrarnos asistiendo a la boda, no tendríamos palabras con que mostrarle nuestro reconocimiento”. 

Da cuenta de la movida que Demetria forma en la casa para conseguir los mejores consejos de los más expertos profesionales de la comarca dedicados al cultivo del tirabeque y a la manufactura del dulce de tomate. 




"Recomiendo que se fijen principalmente en la elección de tomates, siempre de mediano tamaño, rechazando todos los que tengan daño o picadura por pequeña que sea, pues estos, aun los de apariencia más bonita, la pegan".


Bodegón con pepinos, tomates y recipientes de distintos usos 


    Óleo sobre lienzo, 41,6 x 62,5 cm 
    1774 
    Madrid, Museo Nacional del Prado 



En una lectura somera de la carta de Demetria puede parecer que se limita a mandar instrucciones sobre el cultivo del tirabeque, el dulce de tomate y la producción del mostillo, pero ya se apuntan entre líneas sus intenciones sentimentales cuando señala: “distráigase y lleve con paciencia su mal, que este no es de los incurables, y casi estoy por decir que quizás sea de los benéficos, o que, pareciendo que matan, lo que hacen es dar a la larga mejor vida. Usted me entiende”. O cuando le recomienda hacer lo mismo que hacía su madre con el mostillo: “Su sistema era empezar de nuevo lo que una vez salía mal, sin tratar de enmendarlo. Y tenía razón, porque las equivocaciones rara vez pueden corregirse, y lo mejor es aprovecharlas como enseñanza... y a otra”. Y su entrega en la despedida: “Y usted, Sr. de Calpena, disponga de su amiga Demetria”. 

Desde la línea de saludo se advierte el tono distinto del mensaje de Gracia. Una adolescente que escribe como los ángeles, con estilo sencillo y desparpajo inusitado, mezcla de limpieza, fluidez y gracia. Frescura sin retorcimiento. Directa al grano, aparece en la epístola como un ciclón, la campana de la alegría. Le dice que la perra lo echa de menos. Ahora que falta ya no busca flores frescas para el jarrón, le pone cardos borriqueros que dan menos trabajo y duran para siempre. Le reprocha que no haya venido a casa para curarse de su mal de amores que no es tal, pues “más pronto se cura un corazón flechado que una pata erida de bala”. Este año la cosecha de cerezas ha sido abundante, ha habido para dar y regalar “incluso para los de la vista baja”. Sus gustos literarios siguen la moda romántica: “Yo quiero relaciones de galanes y damas, amores con lances muchos, y trapisondas y contratiempos, que acaban en casarse, pues cuando se matan o no les casan me entristezco tanto, que lloro como si los ubiera conocido y fuesen de mi familia. Que aya mucho interés y sorpresas, me gusta; que se pase miedo y zozobra, siempre que al fin se casen”. No como dos que ella sabe bien que se quieren pero que no se lo dicen porque les da vergüenza. Así un tonto cualquiera le puede quitar la novia. 



"No creas, mi querida Tostada, que las dimensiones de tus cartas puedan serme enfadosas". 

La carta. 1875. 
Óleo sobre tabla. 24 x 18 cm. 
Colección particular. Obra de José Villegas 


XIX 

Valvanera responde a las cuatro cartas seguidas que Pilar le escribe como un repentino turbión creador de literatura o como un “sacudimiento extraño” epistolar que se le viene encima en el mes de abril. Revela que lejos de sentirse abrumada por su estado de gracia y fertilidad literaria al estilo de El Tostado, le declara la admiración que le profesa. Su sinceridad asusta, le señala: “En tus cartas estás como eres: traviesa, sutil, amante, nerviosa, voluble”. Le informa de la línea directa que ha conseguido con las chicas de La Guardia gracias a la horticultura, al asunto de los tirabeques. En relación al secreto que se traen entre manos no piensa que haya otro peón sobre el tablero. El verdadero peligro para el plan proviene de Fernando y el honor mancillado. Se resigna a comprender que en este punto está todo perdido. Los hombres lo dejan todo por rescatar princesas o desfacer entuertos: “Un hombre, un galán, un caballero no puede desamparar en trance aflictivo a la que fue su dama, aun teniéndola por culpable. La caballería, tal como Fernando la ve, es la suprema justicia, superior a todas las justicias de nuestras leyes divinas y humanas”. Cuando le menta a Pilar, su madre, y le dice que morirá “de pena si él, por meterse en lances de poesía teatral, comprometía su existencia”, Fernando serena su ánimo un poco y le promete que solo procederá como caballero en caso de necesidad, si el drama viene en su busca. 

Como ya hemos apuntado, Valvanera confiesa la admiración que profesa a su talento innato y portentoso ingenio para la creación literaria. Fernando también la admira, admite haber leído veinte veces la carta en la que se hace pasar por Miguel de los Santos. Fernando no se creyó nada. Fue el instinto del hijo que recién nacido busca la leche de la madre de buenas a primeras lo que le llevó a descubrir la broma. 




"Lo ha leído veinte veces, celebrando tu ingenio; el legítimo orgullo se le sale por los ojos en llamaradas".

La confidente.1910. 
Óleo sobre lienzo. 150 x 150 cm. 
Colección Masaveu. Obra de José Villegas 


XX 

La presente viaja de Cintruénigo a Villarcayo, de Juana Teresa a Valvanera que se congratula de las buenas noticias sobre don Beltrán que “allí donde matan, él vive y triunfa”. Le pide cuatro onzas para compartir los gastos del abuelo en El Maestrazgo, “para que se reparta equitativamente la persona del primer noble de Aragón”. Informa de que las conversaciones entre Rodriguito y Demetria se han reanudado hace dos semanas y a su parecer presentan cariz positivo. Para ella se trata del eterno “no quiero, no quiero, échamelo en el sombrero”. “Si el “sí” de las niñas tiene mucho que estudiar, no son menos intrincados y misteriosos los “noes” de estas muchachas trabajadorcitas y que no quieren ser marquesas...” Le exige información sobre la estancia en su casa de Fernando. ¿Acaso no hay fonda en Villarcayo? Que no la tomen por tonta en lo relacionado con Pilar. Lamenta la separación con su media hermana y la invita a la posible boda. Es lista y tiene mala leche. 





"Veinte días hemos tenido a la pobre criatura entre la vida y la muerte"

Las Parcas. 1913. 
Óleo sobre lienzo. 156 x 147 cm. 
Colección particular. Obra de José Villegas 

XXI 

Fernando muestra a Pedro Hillo una alegría desbordante por la recuperación de los dos pacientes, hijos de Valvanera. La vida triunfa sobre la muerte. No solo han ganado la batalla al tabardillo, también ha sentido el espesor del calor familiar. En los días de incertidumbre ha respirado el mismo aliento que los padres: “Ellos me daban su temor, yo les daba mi esperanza”. 

Valvanera le revela el enigma de sus raíces. El desgarrón del velo que tapaba el misterio de su origen le sume en un estado cercano al idiotismo. Llora al sentir el desconsuelo que le provoca que su madre tenga que esconderse como si fuera un delito. Se dedica a la papiroflexia para entretener al enfermito. Con tanto internet ya no hay quien se dedique al noble arte de hacer pajaritas de papel. No se considera digno de “disputar al marqués de Sariñán la excelsa niña de Castro”. Solo siente admiración por ella. “Me achico cada día más, me siento enano, microscópico”. Si no hubiera sido por la madre “no habría bien como la muerte”. Envidia la paz de los que duermen en los sepulcros, protegidos de la luz por el peso de una lápida. Le advierte que no malinterprete sus lúgubres amistades con la muerte, pues ahora quiere vivir, no dar disgustos, que las personas que aman su vida la tengan, aunque le pese. Antes de despedirse le queda tiempo para pedirle que se acerque a Boix y se haga con libros en francés de Victor Hugo, Dumas y Walter Scott. También de Lope y Schiller. Se alegra del runrún que sobre el arreglo entre Demetria y Rodrigo llega a Villarcayo . Le solicita noticias desde La Guardia. 

XXII 

El marido de Valvanera descuelga la pluma para contestar a Juana Teresa, su cuñada y Marquesa de Sariñán. Disculpa a su mujer por no ser ella quien lo haga en persona por el cansancio que arrastra debido a los cuidados que la enfermedad de sus hijos requiere. El señor Juan Antonio templa gaitas en una carta breve, pero ello no le impide aclarar que Fernando proviene de buena familia, además de ilustrado afrancesado y liberal. Le sugiere que rectifique “juicios temerarios, originados quizás de vulgares hablillas”. Como ha llegado a sus oídos que Rodrigo se presenta a diputado por Tudela le desea éxito porque lo será también para todos y así “España se levantará del suelo ensangrentado en que yace, recobrando su dignidad y poderío”. 


"Si e de decirte la verdad,  me pareció gitana"

Pura, la gitana. 1906. 
Óleo sobre lienzo. 81 x 65.5 cm. 
Museo de Bellas Artes de Bilbao. Obra de Isidro Nonell


XXIII 

Sabas regresa a Villarcayo. Gracia envía una carta a escondidas para Fernando por mediación suya. En ella le pide que se declare de una vez y deje de hacer tiempo, de mirar a la higuera con la boca abierta a ver si la breva cae directa en la boca. Le urge a que deje de ponerse baboso y pesado porque la enamorada se va a aburrir de tanto esperar y lo puede perder todo. Después no le va a quedar más remedio que tomarse el veneno como Ernesto de Mellville en La Eponina. Le informa de que una señora con rasgos agitanados se presentó en casa preguntando por él para entregar una carta que no quiso dejar. Iba con otros dos hombres de malas trazas. Después supieron en la casa que la señora enfermó y la llevaron al hospital de Miranda. No firma la carta porque no le da la gana, para que él no se dé tono con ella. 


She said I know what it's like to be dead
I know what it is to be sad
And she's making me feel like I've never been born

I said who put all those things in your head
Things that make me feel that I'm mad
And you're making me feel like I've never been born
The Beatles



Este comentario pertenece al grupo de lectura colectiva que desde La Acequia coordina y dirige su autor, el profesor Pedro Ojeda Escudero.
 
 

miércoles, 20 de noviembre de 2013

Date prisa, esconde tu amor bien lejos





"Prefiero los males de la libertad a los del orden"

Santander a Galdós


Episodio Nacional 26 
La Estafeta Romántica (3) 
Benito Pérez Galdós 

Cuatro de las seis cartas que hoy abarcamos a resumir y analizar están escritas desde Madrid por Pilar, que escribe tanto como el Tostado , pero mejor.  Todas ellas dirigidas a su amiga Valvanera. Pocas veces he leído un texto en el que se describa de manera tan acertada y precisa y con tanta profundidad la intimidad de una mujer como en el deslumbrante manojo de cartas que nos ocupa. Después de leer este magnífico ejemplo de correspondencia familiar uno se pregunta qué más tiene que hacer un escritor para que le concedan el Premio Nobel además de escribir mucho y bien. Los escritos son tan completos y las razones tan bien argumentadas que resultan esquivos a la hora de dejarse resumir. Cuando uno se topa con algo de esta altura literaria se puede decir sin temor a equivocarse que estamos ante una obra maestra del género epistolar, de la Literatura. Y por eso Galdós es un autor clásico que se resiste tanto al resumen y al encasillamiento si lo leemos de manera reposada, lápiz en mano. Mejor leerlo en su integridad, es la recomendación, si por un casual algún lector despistado se acerca por estas latitudes. 



Cartas que revelan secretos del alma

 Mujer joven leyendo una carta

Jean Raoux

XII 

Ya es abril cuando Pilar contesta a la carta de Valvanera deprisa y corriendo, ya vendrá la calma y tendrá tiempo de desquitarse de las prisas. Confiesa que quiere a Fernando. La trama se enreda. Resulta que ella y Juana Teresa son hermanas de padre, pero cada una ha salido distinta, diferentes como las madres. A pesar de que se conllevan por no dar la “alcabalá”, por no dar el pregón a sus desavenencias, confiesa que no ama a Juana Teresa. Una herencia fue el origen de encuentros, seguidos luego de desencuentros. Como ha sido la autora de la carta de Miguel de los Santos a Fernando, desea conocer las resultas de su broma. Incluso señala que Miguel no llegó a asistir al entierro de Larra porque se acabaron las levitas alquiladas de las tiendas de todo Madrid.



"Que añada si se mezcla o no con ciruela, pues entiende mi castellana que el tomate dulce de doña María tiene algo de trampa"

Bodegón con ciruelas, pan y recipientes

Luis Meléndez

XIII  
 
Fernando no encuentra palabras para justificar su indolencia y desgana por no aprovechar – en tiempo de guerra - la oportunidad de mandar unas letras con Sabas, el criado que fue desde Villarcayo a La Guardia. Se justifica a sí mismo alegando el derecho al descanso que asiste al guerrero que regresa de horrendos lances y peripecias abrumadoras. 

Agradece a su anfitriona, Valvanera, que lo haya sacado de la dejadez. A los efectos, no le importa que lo haya conseguido bajo amenaza de hambre en caso de que no escriba a don José María y familia para darle la oportunidad de besar manos y pies de su dignísima hermana y encantadoras sobrinillas. Elogia la decisión de Deme de compartir con su hermana la herencia del mayorazgo. Aprueba que las niñas dediquen su tiempo a leer, apunta que la mayor no necesita andadores para discernir en lectura “lo bueno de lo malo y lo sano de lo enfermo”. Recomienda atar a la pequeña un poquito más corto pues es demasiado joven para poseer suficiente raciocinio. Como los deseos de Valvanera son órdenes para Fernando, aquí lo tenemos pidiendo semillas de tirabeques de La Guardia para un tablero de ocho varas de largo por dos de ancho. A ser posible ruega prontitud en el envío porque se echa encima el cuarto menguante, la época de siembra más favorable, y agradecería consejos sobre la manera de poner los tutores que guíen y amparen a las plantas en su crecimiento a lo largo y a lo ancho. Ruega también la receta del dulce de tomate,  especialidad de la casa y del mostillo tan ensalzado. 



"Con muchos planes de estos no dudo del triunfo de "la ojalata" "

Batalla de Calderote


XIV 

Desde el frente de Elorrio,  Pedro Pascual Uhagón le escribe a Fernando en un receso de la batalla para contarle que las balas le han respetado el pellejo de momento. El hambre, los golpes de cansancio hasta morir, los fríos y calenturas no le impiden coger la pluma para comunicarse con su amigo Fernando Calpena. Refiere la ofensiva contra los Carlistas, los “Ojalatas”, desde tres puntos a la vez. Él acompaña a Espartero que parte de Bilbao con quince mil hombres, llegan y ocupan Elorrio. El veintiséis ya está de vuelta en Bilbao después de dejar infinito número de “Ojalateros” tendidos en el campo de batalla de Galdácano y Zornoza. 

Las sospechas de coacción y pérfido compló para levantarle a su novia le hacen declarar “que todo lo que imaginan los poetas, de Víctor Hugo para abajo, se queda tamañito junto a lo que la propia vida nos muestra”. Afirma tajante que el casamiento fue a la fuerza. La niña se les escapa, no se somete fácilmente; en este momento está en fuga camino de La Guardia según averigua por sus informadores. 




 "Mañana iré al camposanto a llevarle las flores más bonitas que pueda procurarme"

Pensamientos y petunias en una cesta



XV 

Después de la guerra viene la paz, la calma del pensamiento sosegado que sigue a la tormenta de la acción necesaria para el progreso narrativo. La carta es preciosa, en modo alguno ingenua ni inocente. Cuando parecía que todo se deslizaba por el lado del chismorreo y la banalidad, el autor detiene la acción para tocar la fibra sensible del lector. Lo hace introduciendo un personaje secundario, una criada que muere, que ni sabíamos que existía. Una señora acomodada que valora la abnegación de su sirvienta. Pilar informa a Valvanera de la muerte de Justina, su criada de toda la vida, amiga y hermana, confidente de sus secretos más íntimos. Su confianza en ella es ciega, carente de fisuras. Justina llega incluso a rechazar proposiciones de boda por no abandonar a su ama. Pilar le ruega que lea la carta a Fernando, para que sepa que Justina también le amaba. 



"Y no te escribo más hoy: lo que aún tengo que decirte no es nada grato, y no quiere amontonar tristezas sobre tristezas,  tu amantísima Pilar"

Mujer escribiendo una carta


XVI 

Felipe se ha marchado de caza a Segovia con unos amigos y a “tasar una colección de clavos de puertas, bisagras y aldabones que a la venta sale”. Pilar agradece la ausencia porque así tiene más tiempo y libertad de explayarse en la escritura. Poco a poco nos vamos enterando de la naturaleza de ese secreto que Pilar comparte con otras dos personas y que también Justina compartía. Se lamenta de no haber tenido la suerte de Valvanera con el marido que le ha correspondido. A lo largo del tiempo hacen “pareja feliz con unidad de pensar, unidad de sentir”. Su vida ha transcurrido entre las cuitas matrimoniales y el magno asunto secreto. La práctica adquirida a lo largo de los años de ocultación y equilibrio entre los dos mundos tan diferentes que habitan su alma, harían de ella una perfecta política y hombre de estado. Ha guardado el secreto bajo llave, siguiendo el consejo de silencio absoluto que Valvanera le recomendara. “No nos entendemos: soy para él un libro en lengua chinesca; él es para mí un libro en blanco: No me dice nada”, revela ella con resquemor mal disimulado. 

Pilar hace público a los lectores que el secreto tan celosamente guardado, consiste en que Fernando es hijo suyo: “Allá, donde Dios quiso, lo dejé un ser muy envueltito en ropas blancas”. Se ha convertido en una experta en mantener el silencio. Ha levantado un muro de incomunicación entre los mundos de Fernando y de Felipe. Su “marido es de los que celebran culto en los altares de la rutina social y de todo el artificio que nos rodea”. Justifica su infidelidad. La coquetería ha sido una “defensa contra la soledad del alma, un medio de producir alegrías, movimiento, bullicio de cosas y personas, un arte de guerra para devolver al mundo mis sufrimientos.” Otros que han perdido el norte han preferido mantener las formas y han buscado alivio en el adormecimiento místico. Pilar, no; a ella la ventolera de la beatitud le dura cuatro días. Ella prefiere proseguir con la casquivana coquetería; como consecuencia de ello, se suceden un cúmulo de encontronazos con el contrario de casa. A su suspicaz comportamiento de intervención en todo, prohibiciones, espionajes excesivos, vigilancias y fiscalizaciones constantes ella responde con más terca rebeldía,  lo que anula cualquier asomo de concordia. Él eleva la presión al grado de grosería, brutalidad y tiranía más fastidiosa. Ella se repliega en su interior, pliega velas cuando observa que Felipe es capaz de un desatino. A los cuarenta bien llevados afina el “arte de los prestidigitadores, para que mi tirano no penetrara en aquel vedado terreno donde yo quería vivir sola, y si no sola, sin él”. 

En vista del acoso del contrario doméstico, Pilar se refugia en la lectura. Él la acusa de romántica, ello reafirma su espíritu revolucionario: “Prefiero los males de la libertad a los del orden”, sentencia con cierto tono de aspereza y acritud en la mirada. Con el tiempo ha aprendido a soportar la cruz casera y a caminar con ella, ya no se mortifica tanto. Felipe se dedica al coleccionismo de armas e hierros viejos y es primera autoridad madrileña en lances de honor, duelos y quebrantos. “Ya puedes suponer con cuánto fervor pido a Dios, en momentos para mí críticos, que haya desafío, que se peleen dos caballeros por cualquier futesa de política, de amores o de juego, para que vengan a mi casa en busca del oráculo, y este se entusiasme y yo respire”. 



"El coquetismo [...]  ha sido en mí defensa contra la soledad del alma"

Joven quitándose una media


Pilar reconoce el cariño que le profesa a Demetria, la heredera que comparte el mayorazgo voluntariamente con su hermana, por resistir con coraje la intimidación de los de Cintruénigo. Confiesa que adora a esta chica que odia los raciocinios por papeleta y la forma de deshacer con garra de leona el compromiso de casamiento impuesto por la familia. Manifiesta el gozo que experimenta al considerar el despecho, la rabia de Juana Teresa: “La veo echando fuego por los ojos”. No entiende la insistencia y tenacidad de Rodriguito después del rechazo tan categórico a sus pretensiones de casamiento. Impedir la unión de Deme y Fernando es un divorcio, “obstruir los caminos de Dios”. 

Le pide que vigile si Fernando aún abriga esperanzas de recuperar a la chica Negretti. Es necesario que el Caballero de Aránzazu triunfe, que no emborrone la grandeza del acto heroico ganado en buena lid al liberar a las chicas del cautiverio de Oñate,  arriesgando su vida en el monte infectado de facciosos, olvidándose del cuerpo que quedó herido en el lance y lanzándose con toda la fuerza de su alma a escribir en bronce la página más hermosa, solo al alcance de los héroes. La autora de las tres cartas consecutivas cae rendida después de vaciarse los adentros, agotada por un derroche tan grande de sinceridad.


Here I stand head in hand
Turn my face to the wall
If she's gone I can't go on
Feeling two-foot small
Everywhere people stare
Each and every day
I can see them laugh at me
And I hear them say
Hey, you've got to hide your love away
Hey, you've got to hide your love away

The Beatles 



 
Este comentario pertenece al grupo de lectura colectiva que desde La Acequia coordina y dirige su autor, el profesor Pedro Ojeda Escudero.

miércoles, 13 de noviembre de 2013

Trátame como anoche me trataste.





"A documento tan precioso no se le entorpezca el paso a la posteridad"
Santander a Galdós

Episodio Nacional 26 
La Estafeta Romántica (2) 
Benito Pérez Galdós 


VII 

El atormentado escritor romántico prosigue la serie de cartas dirigidas a don Pedro Hillo. Abre la presente a la irónica manera cervantina sin enmendarse con un “Desocupado sacerdote”. Le cuenta que el alma en pena de Larra se le ha aparecido en sueños en un bosquecillo cercano. La barba de días, los dientes negros, y el blanco de los ojos enrojecidos por la conjuntivitis que le hace pestañear de continuo no le dotan de un aspecto saludable. Sordo, no recuerda sus escritos, sus manos frías como el hielo. Ambos mutilados de las piernas, a Mariano José le parece que Fernando también se ha suicidado y se arrepiente de haberse matado; deberían haberlas matado a ellas, pues las traidoras ellas fueron. Se le aparece Churi, un sordo que habla, un deux ex - machina del teatro y milagro exterior que llega desde lejos para arreglar los entuertos. Se expresa en castellano y vasco, le cuenta que su traidora no lo fue por propia voluntad sino por un maleficio que la trastorna. Zoilo la tiene encantada. Churi le propone que para quebrantar el encanto debe escribir una carta a la señorita Negretti, el se encarga de hacérsela llegar. “las brasas que quedaban entre las cenizas se han avivado, y ya son llamas otra vez”, sentencia, cizañón,  el ex – máchina como si de una revelación se tratara. 

"Mi traidora no lo fue  realmente por dictado de su firme voluntad, sino por el maleficio con que la trastornó ese pillo de Zoilo" 

El matrimonio desigual
Vasili Pukirev. Galería Tretiakov. Moscú


Ya vuelto a la realidad le llega la onda de la aparición de don Beltrán. El júbilo y la alegría inundan a la familia. Se reanudan los ensayos de El sí de las niñas. Se siente un auténtico mecenas y con poder de ascender al presbítero al rango de cardenal, le sugiere que estrene la birreta roja la primera vez que vaya a los toros. No estuvo fino aquí don Benito con el consejo. El clero tradicionalmente ha sido poco aficionado. Incluso hubo un Papa que castigaba con la excomunión y prohibió los juegos taurinos, "estos sangrientos y vergonzosos espectáculos dignos de los demonios y no de los hombres", así como cualquier participación activa o pasiva en ellos. ( Abundan ahora los papas verdes que se creen ungidos con el derecho inquisitorial de dar y quitar, seleccionar y apartar, de prohibir a troche y moche). Su estado de ánimo no es muy católico: “Estoy rabiando, estoy dado a los demonios”. 

VIII 

Cambio de tercio. Es marzo, el mensaje parte desde La Guardia, de don José María de Navarridas a Fernando Calpena. Burlando el deseo de las mujeres de la casa escribe el capellán, encendido por la prohibición como un adolescente en celo que emborrona papeles de amor. Él y Gracia justifican el olvido de Fernando por el despecho y las muchas obligaciones en la villa y corte. Demetria ha cedido la mitad de los derechos de su mayorazgo. No entiende que su hermana se quede sin nada de la herencia siendo ambas nacidas en la misma cuna. Algo de Mendizábal hay en su gesto antes de su ley repartidora de los bienes de la Iglesia. 



Reunión de poetas 


Hace de aduanero implacable de las lecturas de Gracia. Con Deme tiene la manga más ancha, confía en su buen criterio. Para hacer de censor tiene que darse atracones de lecturas que no le interesan, “cosa en mí desusada y fatigosa”. Para terminar,  Jose María le informa de que don Higinio le ha recomendado a Pedro Hillo que va destinado a La Guardia y le pregunta si es el mismo que le escribía en verano. Se va enredando la madeja de amigos y parentescos. 

IX 

Valvanera le relata a Pilar que cuida a Fernando como si de un hijo suyo se tratara. Considera que no hay peligro de que el brutal desengaño amoroso sufrido se vuelva contra su propia vida como hizo el personaje romántico Werther de Goethe. Valora las ideas brillantes de Pilar, pero como lo quiere todo y ahora, la juzga carente de la quietud y sosiego que el tiempo requiere para hacer su trabajo paso a paso. Sus planes sobre Demetria y Fernando se van perfilando, pero el delicado trabajo de orfebrería del asunto exige tacto y cautela. Con el objetivo de ir allanando los caminos de casamentera, hay que contrapesar los sueños de poesía de Fernando con la prosa que la tozuda realidad impone. 




"Dime que estamos soñando, que dormimos lejos el uno del otro"



X

Desde la desesperación de un corazón despechado, Fernando le pide explicación a Aura de su actitud y le recrimina que el recuerdo de un vivo dure menos que la memoria de un muerto: “¿No te confunde, no te entristece que no sepas distinguir las pisadas del que sale de las pisadas del que entra?” Le interesa saber si el paso dado fue suyo o la forzaron a darlo desde fuera. Apela a su compasión, le ruega que le responda con toda la desesperación que la verdad impone. 

XI  
Pedro Hillo a Telémaco (Fernando) 




Le reprende por la bromita del capelo cardenalicio. Le pone al día de los nombramientos a dedo de los puestos en la Administración. Nunca falta quien se dedica a “besar peanas que antes había escupido”. “¡Peste de literatos! No hay quien haga carrera de ellos. Quéjanse de que las letras no dan para vivir, y se pasan la vida limpiando con los codos las mesas del Parnasillo, y ensuciando con sus lenguas las reputaciones... clásicas”. Le reprocha la carta a Aura. Le pide que se olvide de venganzas, rancia dignidad y dramáticos desplantes, pues un clavo hace olvidar a otro clavo. Tanto la venganza como el honor quedan muy bien de lectura, se admiran pero no se imitan si no queremos volvernos cuerdos de atar. El desamor y el despecho se arreglan dando media vuelta el galán. Le anuncia que ha ingresado en el ejército porque de “hombres se hacen los obispos”. 

De Miguel de los Santos - compañero y casero de Zorrilla en Madrid - a Fernando Calpena (incluida en la XI). 

El autor duda de que Miguel sea capaz de contar la realidad. Fantasioso, arrogante, asegura que escribe con la intención de que quede para la posteridad. Cree que contar la realidad, plasmar las cosas tal y como son,  significa cortarle las alas a la fantasía por miedo a mentir. La carta irá a engordar el mamotreto de las obras completas después de muerto el autor. Se perdería algo el género epistolar español tan pobre y deslucido. “Basta de prólogo con morrión” que esto se va pareciendo a la sociedad del incensario. 




 "Se pasan la vida limpiando con los codos las mesas del Parnasillo"

Ventura de la Vega leyendo una comedia en el teatro

Antonio María Esquivel. Museo Romántico. Madrid.



Los lectores somos testigos privilegiados, alzados en un altozano, de lo que aquí se cuenta. Una delicia. Nos relata este don Miguel que el catorce fue a visitar la capilla ardiente de Larra. Allí se encuentra con Ventura Rodríguez, Roca de Togores y Hartzenbusch. Todos se preguntan por las razones del suicidio. “Para unos se trata de un arrebato de locura, para otros es el estallido final de un carácter, verdadera bomba cargada de amargura explosiva”. De allí va a visitar a Espronceda que no ha podido acudir al velatorio porque está encamado, aquejado de reúma y mal de amores; no hace dos meses que Teresa le abandonó. Miguel lo distrae recitando versos que no atiende. “¡Qué demonios,  ha hecho bien!” Exclama Espronceda al hablar del Pobrecito Hablador, del pobre muerto. 



"A Pepe Zorrilla no le conoces[...] todo espíritu y melenas, un chico que se trae un universo de poesía en la cabeza"

Retrato de Zorrilla

El relato del entierro de Larra es emocionante. Intercala sabiamente la declamación de José Zorrilla, pequeño como Hartzenbusch y encarnación del poeta romántico por excelencia, con la sensación de frío glacial de la tristeza que les atenaza en el cementerio. El corazón encogido de emoción: “El estupor y la admiración se confundían con la extremada tristeza del acto para formar un conjunto grandioso en que andaban la muerte y la vida, la podredumbre y la inmortalidad, la realidad y el arte, tomando y dejando nuestras almas como olas que van y vienen”. La muerte, génesis de  vida nueva: “Era un nombre nuevo que allí había salido de la tierra, a punto que el pobre cuerpo del otro entraba”. 

Don Miguel de los Santos se presenta en casa de Zorrillita, que no había pegado el ojo, a la mañana siguiente. Éste le detalla la noche anterior, le cuenta que Luis González Bravo ( ministro, viejo conocido por su relación con Bécquer) le presenta a un rico banquero alemán que le invita a cenar y a beber a gastos pagos. Se junta con toda la caterva de bohemios literatos noctámbulos. Acaba la noche con una oferta de trabajo, un sueldazo de ciento cincuenta pesetas por escribir poesía los domingos en El Porvenir y traducir folletines. Se echan a la calle a celebrarlo. Campan a sus anchas lo que queda de la tarde e incendian la noche madrileña en los festejos. 

Para rematar la misiva tan redonda que le sale, verdadera obra de arte de la literatura epistolar, intenta levantar el ánimo de Fernando: “Alégrate conmigo de que te haya salido mal lo que, de salir bien, habría sido para ti la primera piedra de la pirámide de tus infortunios. No hay cosa más feliz que el que a uno le planten, con lo que se libra del enfadoso problema de plantar, más difícil de lo que a primera vista parece. Todo hombre que recobra su libertad, todo emancipado de la tiranía de amor, es héroe que vuelve ileso de las batallas de la vida”. Le insiste en que guarde la carta por haber conseguido la proeza de vencer la sublime pereza, la virtud de no hacer nada. “Del sol de mi caletre a la luna de los autores”. De sobra sabía don Benito que algo importante le había brotado del magín.

We said our goodbyes (ah, the night before)
Love was in your eyes (ah, the night before)
Now today I find you have changed your mind
Treat me like you did the night before
The Beatles




Este comentario pertenece al grupo de lectura colectiva que desde La Acequia coordina y dirige su autor, el profesor Pedro Ojeda Escudero.

jueves, 7 de noviembre de 2013

Todos lo dieron por muerto...




"Era hombre de pluma y firmaba sus escritos con nombre supuesto; que figuraba entre los llamados románticos, y qué sé yo qué". 

Imagen escaneada del libro que representa a
Mariano José de Larra. Óleo anónimo
Museo Romántico Madrid


Episodio Nacional 26 
La Estafeta Romántica 
Benito Pérez Galdós 

Que nadie diga que los libros son caros. ¿Qué otra actividad sino la lectura de un libro puede ofrecerte tantas horas de diversión y entretenimiento por tan poco? Un paseo por una feria del libro antiguo y de ocasión merece la pena, es una  actividad grata y puedes hacerte con dos Episodios Nacionales, publicados en el mismo tomo, por la módica cantidad de cinco euros. Además en una edición de lujo, con ilustraciones al estilo de las enciclopedias de antes. 

 La Estafeta Romántica está integrada por una colección de cuarenta cartas que hacen la vez de los capítulos de una novela. Doce emisores y once receptores distintos. Todas las cartas están fechadas en el año 1837, durante los meses que van de febrero a octubre. Galdós escribe la tercera serie de los Episodios Nacionales durante los años 1898-1900, por lo tanto los hechos que narra habían ocurrido más de sesenta años atrás. 



Un escritor de raza. La vida entera dedicada a escribir. 
Santander a don Benito Pérez Galdós

Desde los primeros párrafos de la carta se advierte que estamos ante un gran escritor. No está al alcance de cualquiera decir tantas cosas, tan en orden y en tan pocas palabras. Nos pone en situación en un temprano manojo de frases. El mensaje parte de La Guardia, una pequeña población alavesa el día veinte de febrero de 1837. Doña María Tirgo ha recibido una carta el día siete por la que comprende que la destinataria de la presente, doña Juana Teresa, no ha recibido una suya anterior escrita el dos, día de la Candelaria. Correos no funciona como debe en un país en guerra permanente, pero la gente se las arregla para que las cosas no se paralicen, que sigan funcionando fuera de los circuitos oficiales. Puede que correos - "la mala", la llama don Benito - no funcione, pero las cartas llegan a su destino gracias a seminaristas y arrieros que llevan carros de trigo y hacen las veces de carteros improvisados. 

 La primera misiva es una zambullida repentina en la historia, contada en cartas, por la gran cantidad de personajes e información que aporta de golpe y porrazo. Un atragantón de difícil asimilación. Sin embargo, necesitamos estar atentos porque todos ellos tendrán mucho que decir de aquí en adelante, en el desarrollo de las cuarenta cartas. Ya nos avisa cuando aconseja: “Estad a las resultas”, una expresión formal, bien conocida y familiar para los que participamos en concursos de traslados de la Administración. Doña María Tirgo manda una carta desde Villarcayo a doña Juana Teresa que reside en Cintruénigo. En ella insinúa, pero no se dice, que tienen un asunto en común. Don Fernando Calpena ha recibido calabazas de Aura, una dama que reside en Bilbao. Fernando es de “éstos que con tanta lectura y la facilidad para discurrir, se llenan la cabeza de viento, y piensan y obran a la romántica, según ahora se dice”. Doña María teme que ahora intente seducir a Demetria, una de sus niñas. Le persigue un deseo, la vieja aspiración de unir las casas Idiáquez y Castro-Amézaga. Cree que Fernando recalará en Madrid donde el descalabro amoroso pasará desapercibido, adornado de lance romántico. En la postdata comenta el suicidio por despecho de un autor romántico hace unos días. Ella lo vincula a Fernando por las similitudes que presenta. Don Beltrán, suegro de Juana Teresa, ha hecho la ida el cuervo (me voy y no vuelvo). 


"[...] Madamas notadas por su belleza"
Madame Recamier
Francois Gerard. 
Museo Carnavalet. Paris


 II 

La Marquesa de Sariñán contesta a vuelta de correo. En un escrito largo, de lenguaje antiguo y ceremonioso le da cuenta del desatino de don Beltrán: “¡Que mis lágrimas le hayan suavizado el camino para subir hasta la Bienaventuranza eterna; que Dios haya tenido en cuenta sus cualidades generosas, su hidalguía y demás prendas de caballero!”. Le relata la solemnidad que ha acompañado los funerales, ceremonias concelebradas por veintitantos canónigos, abades y racioneros, sin contar cantores y músicos del Santo Sepulcro de Jerusalén de Tarazona. A pesar del dispendio, el bolsillo no se duele porque cumplen con una sagrada obligación. Para dar de comer a tanto grave eclesiástico de solemne severidad y saque - hay quien, tupido del todo, termina en la botica para que le desatasquen las cañerías– acaban con los pavos de la comarca y los gallos del corral. Funeral de postín, acorde con la linajuda raigambre del difunto. En el expurgo de su biblioteca que sigue al fallecimiento sale de todo; desde libros piadosos de vidas de santos, intonsos, aún con el plástico de la envoltura, hasta volúmenes endemoniados, desgastados por el uso, dignos de Satanás. 

III 

Don José María da cuenta a don Rodrigo de la alegría que embarga a la familia por la buena noticia de que don Beltrán haya revivido. No estaba muerto, no no… Está con el general carlista, Cabrera, en el Maestrazgo. Su lamento se dirige a tantas misas y novenas por su alma malogradas, echadas a perder. El señor Beltrán debe haber hecho contrato con el diablo para llegar a los cien. Ha regresado como el hijo pródigo del evangelio: “Traed un ternero cebado y matadlo y comamos, porque este mi abuelo era muerto y ha revivido, se había perdido y ha sido hallado”. 



Libros y cartas a la luz de una vela.
Lubin Baugin. Galería Spada. Roma

 IV (Incluida en la anterior) 

De nuevo María Tirgo a Juana Teresa desde La Guardia. Dieciséis de marzo. El pájaro Calpena ha fondeado en Villarcayo, cabecera de la comarca burgalesa de las merindades de Castilla la Vieja. Sabas, un viejo criado de la familia, lo ha comunicado de viva voz, no ha traído carta ninguna suya. Aquí, todos muestran agradecimiento a Fernando Calpena por sacar a las niñas, Demetria y Gracia, de Oñate. A Deme le ha dado por la lectura de autores románticos, sobre todo un tudesco cuyo nombre parece de Bilbao, Goiti, Goitia o algo así se llama. Y de ese autor, Larra,  que se mató el otro día en Madrid. “La ves agrandando cada día los ratitos perdidos, o sea los que consagra a este entretenimiento de los libros, que me parecen son prohibidos, si bien entiendo que por dañosos que sean no han de causar malicia en entendimiento tan claro y voluntad tan sana como la suya”. 

 

Desde Villarcayo, para el presbítero Pedro Hillo, el 28 de febrero. Don Fernando escribe las cartas V, VI y VII. Cuenta que vive a “qué quieres boca” en casa de Valvanera. Humillado, anulado el libre albedrío, herido el amor propio y abandonado, “rendida la voluntad, obediente al supremo mandato”. Nos enteramos de que conoce a don Beltrán camino de Bilbao, le entra por el ojo derecho y lo aloja en Medina de Pomar. Juan Antonio Maltrana es hombre acomodado, de medios; procede del rancio españolismo tradicional, mezclado con las novedades del pensamiento francés. Está a la espera de que salgan a subasta los vastos territorios y posesiones de la iglesia para acomodarse aún más. Piensa que una vez acabada la guerra, la maquinaria extranjera que espera paciente en la frontera a que termine,  ayudará a prosperar. Su mujer, Valvanera, es la encarnación del buen gusto, la clase fundida con llaneza más una lechigada de hijos (los que dios quiera). Castellana nobleza en el sentido feudal del término, educada en Francia. Nobleza campesina, aristocracia labradora en peligro de extinción debido al perverso atractivo que las ciudades ejercen sobre los habitantes de las zonas rurales. 

 Entre todos los hijos, destacan Nicolasa y Pepita de dieciséis y catorce años de edad, rebeldes y desaplicadas. Tienen aya francesa que les enseña idiomas. Asimismo cuentan con profesora de ballet y música. De mayores serán dos mujercitas aptas para la vida en las altas esferas. Las casarán con ricos herederos de mayorazgos. Pero su futuro no es tan halagüeño como parece. Más bien se presenta negro como el paño de una sotana, debido a su salud endeble y enfermiza. No faltan precedentes en la familia; el hermano mayor murió de tisis en Madrid unos años atrás cuando apenas había alcanzado la tierna edad de diecisiete. Ellas corren peligro de padecer el mismo mal entre los dieciocho y los veinte que es cuando la enfermedad se muestra más agresiva. “Veo la fúnebre sentencia, que les condena a seguir los pasos precoces del primogénito hacia un mundo que llamamos mejor antes de conocerlo”, - añade  Fernando con gravedad


"Lo terrible es que se empeñan en que yo he de hacer el manrique, creyendo que en este papel dejaré tamañito a carlos Latorre".

 Las chicas se empeñan en representar una obra de teatro. Eligen El Trovador. Fernando intenta convencerlas de que la obra sea El sí de las niñas. No la encuentra ni en Villarcayo ni en Bilbao. Quizás un amigo de Medina de Pomar, moratinista confeso se la faciliten. 

 VI 

Don Fernando sigue contando cómo se suspenden los ensayos de la obra al recibir la familia la pésima noticia de la muerte de don Beltrán en el Maestrazgo. La casa parece un hospital, todos los vástagos enfermos. Da pormenores de la traición de Aurea. Cree que ha sido un compló familiar, una conjura para someter el albedrío de un ser débil. Una criada le informa en Bilbao de que la chica se ha casado con Zoilo Arratia y se han marchado a Francia. La muñidora del enlace es Prudencia, la madre, “un marimacho arriscado y astuto”. Uhagón, empleado de una tienda de Zoilo, le aconseja que se lave las manos, “echando encima la mayor capa posible de olvido”. Como siempre ha estado en contra de los llorones, los eternamente agraviados, le hace caso. Se alista con los cristinos de Espartero en la campaña de Vizcaya. Su consuelo descansa en la conservación de la existencia dentro de una plácida esclavitud.






Este comentario pertenece al grupo de lectura colectiva que desde La Acequia coordina y dirige su autor, el profesor Pedro Ojeda Escudero.