miércoles, 22 de enero de 2014

Puede llover, seguiremos al sol




 "En la costa de Almuñécar descubrí que los perfiles de las cosas podían no ser tan rotundos y los colores no tan violentos"


Todo lo que era sólido 
Antonio Muñoz Molina (12) 

Muñoz Molina confiesa que a veces ha sentido alivio al marcharse de Úbeda o España, asustado por la aspereza de la vida y el poco respeto que alguna gente guarda a lo público, como si lo común no fuera de nadie y no hubiera que pagar los desperfectos. Se muestra ofendido por la degradación de los contenidos de las televisiones privadas. No le vale la excusa frecuente de que los canales privados se juegan su dinero. Al fin y al cabo los espacios de emisión de televisión y de radio son siempre públicos y debería ser obligatorio que guardaran unas formas. Desconsolado al comprobar cómo estas programaciones son aceptadas por progresistas miedosos a ser tildados de avinagrados o elitistas. Entristecido por la aceptación que consiguen los trepas y enchufados y las dificultades que encuentran los honrados y trabajadores para ser reconocidos por el trabajo bien hecho. 

Tanto el que decide quedarse en el lugar de origen como el que se va merecen el mismo respeto. De hecho hay quien defiende que los pueblos tienen más posibilidades de supervivencia si unos se van y otros se quedan. En el imaginario español irse siempre contiene dentro algo de traición para los partidarios del sedentarismo satisfecho, para los que afirman que “como aquí no se vive en ningún sitio”. El autor se fue a Madrid en 1992 respondiendo a la llamada incontrolable de lo salvaje que desde pequeño había albergado en su interior, a hacerse una carrera literaria y por amor. 


 "La bruma y la brisa del mar lo suavizaban todo, le daban a la vida una cualidad más hospitalaria"

A continuación el escritor se sincera con su pasado, dialoga con sus recuerdos para dar cuenta de la sucesión de  idas y venidas que ha ido acumulando a lo largo de su vida. Lo vivido pasa ante sus ojos como el paisaje por la ventana del autobús que lo lleva de Úbeda a las playas de Almuñécar. A la edad de diecisiete años contempla por primera vez la inmensidad del mar. Se sorprende de que el sol de verano que dora las mieses, achicharra los campos del interior y que ayuda a las faenas agrícolas, suavice su fuerza al contacto con la brisa del mar haciendo la supervivencia más llevadera a turistas y habitantes del litoral. La arena de la playa enciende la imaginación del joven con promesas sexuales de melena rubia procedentes de los legendarios países del norte. 

Se considera privilegiado por poder ir y venir cuando quiere, por poder vivir a caballo entre diferentes países y alternar culturas distintas, no como le ocurrió a algunos autores españoles que le interesan, que fueron desterrados o tuvieron que huir y murieron sin regresar. 


 "Me pregunté como serían Úbeda y Granada si hubieran recibido un trato parecido al de muchas ciudades de Italia"

Estudia Historia del Arte y a los veintidós años hace un viaje a Italia en autobús. Allí descubre otra forma de tratar lo antiguo: “Se podía ser moderno y próspero tratando con respeto el patrimonio del pasado”. Acostumbrado a la aridez de la tierra de labor y a “la pobreza que araña el suelo” de los labradores españoles, queda arrebatado por la pujanza, la frondosidad y fertilidad de la Toscana. La observación de cada sitio al que ha viajado, o de cada lugar en el que se ha alojado le ha servido para descubrir - por contraste - cosas sobre el propio. De Lisboa le encanta “la aceptación tranquila del desgaste de las cosas hechas para durar, lo que perdura aunque parecía anacrónico y al cabo de un tiempo tiene la originalidad de lo que no dejó de ser moderno porque estaba bien hecho: un café,  una confitería, un ascensor público de hierro diseñado por un discípulo de Eiffel, una red de tranvías”. Bien diferente al desmantelamiento del tranvía que subía a Sierra Nevada desde la ciudad de Granada. 

Reivindica el derecho que le asiste a oficiar de andaluz serio, lejos del tópico de la efusividad festiva y del sambenito oficial y obligatorio de la caricatura folclórica de lo andaluz. 

A pesar de que le repugnan los libertadores a bombazos de la patria vasca, se siente fascinado por la abundancia de lluvia que trae consigo verdor a los campos y puebla los montes de árboles fantásticos, en duro contraste con la aridez del secarral del centro y sur de España. De igual modo se siente cautivado por el mar recio y bravo del norte, fiel contrario del Mediterráneo manso del sur. 


Una confitería de Lisboa

A finales de los setenta para salir de España había que mostrar el pasaporte a los agentes de aduanas de los países de destino (en el Reino Unido solo se entraba tras un auténtico y riguroso interrogatorio), que al mirarte por encima del hombro acentuaba el desamparo, el complejo de inferioridad de la España desarrapada del emigrante pobre y discos solicitados. Uno sentía envidia de los grandes museos de París o Londres, del verdor de los campos y la lluvia abundante, de los ríos anchos, caudalosos como mares que no se secan en el estío. 

MM admite que no termina de acostumbrarse a las energías que hay que gastar para explicar a gente culta del extranjero las cosas fundamentales de España. Que este país va más allá de los hoteles baratos del todo incluido, que es más que botellón en las calles y un abrevadero continental para bebedores de toda Europa. O que el País Vasco no son bosques aislados con guerrilleros en guerra, sino una de las regiones con más alto nivel de vida de Europa. Que este país es algo más que oscura Inquisición medieval, crueldad de conquistadores o corridas de toros y sanfermines. (Cuánta maldad hay en esta enumeración, la misma que en la página 158 cuando empareja las armas de fuego con doscientos toros de lidia). 




Ascensor
 Lisboa

En 1993 pasa seis meses de profesor visitante en USA por primera vez. La amplitud de la pradera natural del campus de estilo neoclásico, diseñado por Thomas Jefferson, es la antítesis de la feracidad y espesura de los bosques sureños. MM entra en un detallado informe de las ventajas y desventajas del modo de vida de un universitario americano. Le gusta cómo los profesores cumplen con exactitud las clases y tutorías. Se hacen querer y los alumnos los respetan. La biblioteca universitaria abre de ocho de la mañana hasta las doce de la noche. Le atrae el Honor System por el que un alumno jura no hacer trampa en los exámenes y trabajos. En caso de hacerla, será expulsado. En todo caso, el cinismo no tendrá prestigio y la picaresca nunca se celebra. 

Le disgusta que los autobuses solo los tomen los más pobres de los pobres. Tampoco le convence que uno pueda pasarse la vida sin cruzarse con un pobre, ni blanco ni negro. Él - sin embargo- los ve de cerca en la estación de autobuses de Greyhound para ir a Washington. La distancia entre clases sociales es abismal, mucho mayor que en Europa. 



 Tranvías de Lisboa

Valora la experiencia del aprendizaje de una lengua extranjera. Sumergirte en otro idioma te permite descansar de ti mismo y de tu origen. Ayuda a un escritor a adquirir disciplina en la exactitud y austeridad de las palabras. El hecho de no dominar la lengua o no tener certeza de todas las acepciones posibles de un vocablo, no arriesgas y buscas el significado preciso, la descripción exacta de la realidad. Descubres que se puede hacer literatura prescindiendo de la floritura, desnudando la palabra, ajustándote a la austeridad expresiva. 


 "Los pobres parecían pertenecer  no a otra clase, sino a otra especie"

Imágenes históricas

Se considera un seguidor del periodismo americano que se esfuerza por ofrecer la realidad con la mayor objetividad posible, por ver “con claridad lo que tiene uno delante de los ojos, in front of one’s nose. Sin periodismo serio no hay sociedad democrática. Sin información contrastada y rigurosa cualquier debate es un juego de aspavientos en el aire"

"One day, you'll look
To see I've gone
But tomorrow may rain, so
I'll follow the sun"
The Beatles



Este  comentario pertenece al grupo de lectura colectiva que desde La Acequia coordina y dirige su autor, el profesor Pedro Ojeda Escudero

5 comentarios:

Paco Cuesta dijo...

Se ha cuestionado en varios círculos su ausencia y cargo en el Instituto Cervantes. Hubiera sido igualmente criticado de hacer lo contrario.
Un abrazo

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Cuando llegué a ese momento de la lectura yo mismo me planteaba lo mismo: las ganas de irse, de marcharse de una tierra que no parece tener remedio...

Abejita de la Vega dijo...

Siempre me molestó eso de que como aquí en ninguna parte. Y me identifico con casi todo lo que apunta este buen escritor que tenemos en esta España tan denostada. Caray, que somos mucho más que un abrevadero de borrachos, ávidos de alcohol barato.

Pero vamos por el buen camino si sabemos ver nuestros defectos y enmendarlos en la medida de lo posible. E imitemos solo lo bueno de otros países, que no todo el monte es orégano, precisamente en Estados Unidos hay mucho que no deberíamos imitar jamás.

Una buena reflexión la de Muñoz Molina. Y un trabajazo el tuyo.

Besos

Myriam dijo...

Yo que me he movido, me muevo mucho entre paises que son parte mia, entiendo perfectamente a AMM.

No comparto sin embargo, su idealización de Italia, al menos no de Roma, de la que te podría decir unas cuantas cosas (y de algunos italianos) y justamente recuerdo haberla comparado con España, en ese entonces en especial con Madrid de atmósfera amable, jovial, simpàtica, sencilla, honesta (comp con It).

Cuando AMM habló de los toros de lidia, pensé mucho en ti y en lo mucho que te disgustaría...

Besos



Clari dijo...

que lindo es viajar, conocer nuevos sitios, recorrer nuevos paisajes y oler la naturaleza de lo que conocemos y desconocemos.
saque pasajes a Punta Cana, veremos que sentidos aparecen al descubrir la brisa del mar