sábado, 11 de enero de 2014

Todo lo que era sólido (9), de Antonio Muñoz Molina




"Había que vender; había que hacer ruido y que conseguir resultados"

Todo lo que era sólido (9) 
Antonio Muñoz Molina 

Los políticos regionales y locales viajaban por el mundo con un gran séquito y establecían embajadas para dar a entender que gobernaban un mini estado independiente. No les importaba nada su invisibilidad diplomática en el país de destino, lo importante era salir en las televisiones autonómicas o locales. Pagaban por dar conferencias a las que solo asistía el séquito, pero se vendía en el lugar de origen como un gran éxito de promoción internacional. Nadie se preocupaba de comprobar nada. 

Nueva York tiene poderes ocultos. Irradia un atractivo irresistible de hechicero entre las gentes de cualquier tipo y condición de todo el planeta. Como éramos la octava potencia económica mundial había que hacerse visible en Manhattan y en el Bronx. No eras nadie si no lo habías visitado en la clase business de Iberia, siempre a cargo del erario público. Viajaban en tal cantidad, que tenían la cualidad intrínseca de convertir en éxito de asistencia los actos a los que acudían. Desembarcaban en la gran ciudad,  con el dinero de todos,  en pago del otro desembarco de Normandía, el del soldado Ryan. Nunca acabaremos de pagar los europeos la ayuda americana para acabar con nuestros demonios totalitarios. Vendían la marca, hacían ruido, pero sobre todo, apostaban por el mercado americano. Nada tan  propio de un país de tahúres del Mississippi. 

Las bandadas de españoles con fajos de billetes guardados en la faltriquera eran un chollo para las instituciones culturales locales, el maná que salvaba las cuentas ajustadas al milímetro de los museos. Se regalaban las exposiciones de los mejores artistas españoles a cambio del ruido de exponer en los renombrados contenedores de arte neoyorquinos. El Ayuntamiento de Madrid, endeudado hasta el cuello, llenaba de banderolas las farolas de avenidas interminables y el de Barcelona organizaba una comida de negocios para invitados españoles porque los escasos americanos se habían marchado hacía rato, aburridos y hartos; no de comer, sino de la falta de puntualidad. Después de haberse puesto morados a comer y beber, el alcalde Maragall toma la palabra para resaltar la “lejanía creciente de Cataluña hacia España”. Precisamente para intentar acercamiento y comprensión exigen al cocinero del ágape que hable en catalán. 



"Han desmantelado la legalidad o la han ignorado para perseguir sus proyectos fantásticos"

Un enjambre de altos cargos valencianos, trajeados todos de azul, se apean de hileras de coches alquilados que invaden las aceras de la Calle 49 Este de Nueva York. Vienen al Instituto Cervantes a inaugurar la Ciudad de las Artes y las Ciencias. Manadas de periodistas cargados de cámaras le acompañan. El pequeño salón de actos se queda minúsculo para acoger a tanto mandatario y asesor. Hay nerviosismo porque Plácido no aparece a la hora. Sin Plácido la ceremonia no puede comenzar. Cuando Plácido Domingo aparece con su afable humanidad, se para la proyección y se da un abrazo con el presidente, alto, enjuto y bronceado de invierno que es lo que mola entre la clase dirigente. 

También la moda desembarcaba en Nueva York, pero no en las carpas preparadas para las pasarelas, sino en una sala de una Biblioteca Pública alquilada en exclusiva por el Ministerio de Cultura. El público no pasa de los miembros de la delegación, los familiares de los cuatro modistos y un puñado más de periodistas. “Lo casi inexistente en la realidad se agigantaba en el gran embuste de su reflejo informativo”. Se intenta equilibrar el discurso y los valores, la realidad y la apariencia, el capricho de unos dirigentes y el conocimiento cimentado en años de investigación. 



 "La construcción de realidades efímeras a las que dedicaban los fondos públicos"

En un país donde los encargados de controlar las cuentas desatendieron sus obligaciones, los periódicos hicieron la vista gorda o incluso las manipularon en su propio beneficio o de sus lealtades de partido. El autor no se esconde detrás de la denuncia, también propone soluciones. En su opinión es necesario un ejercicio constante de indagación plural y contrastada de la realidad, comprobar si un proyecto público está dentro de la ley y si es viable. “Pero además hace falta el debate abierto de la ciudadanía, porque los intereses legítimos en una democracia pueden ser muy diversos y hasta contradictorios entre sí, y a la hora de examinar los pros y los contras habrá que saber, con un grado máximo de precisión y justicia, cuál ha de ser la opción prioritaria sobre otra casi igualmente aceptable, a qué se renuncia cuando se elige algo en un mundo real de posibilidades limitadas y de decisiones que pueden ser irreversibles”. 

No toda la responsabilidad es de los políticos, ha habido indiferencia claudicante de los ciudadanos, militancia sectaria y medios informativos cortesanos que les hacen la ola porque dependen de la publicidad contratada por los organismos públicos. Es más fácil una opinión amable que un reportaje hecho a pie de obra con imágenes, entrevistas e investigación o aceptar la propaganda oficial de sus lujosos dosieres oficiales regalados a la prensa. El pánico español a distinguirse de la mayoría que te apoya aborta cualquier intento de investigación. 

"La concentración aparatosa de todo en un solo lugar"


En el año 1992 se celebran en España dos acontecimientos extraordinarios que asombran al mundo. Debido a los réditos que producen, son el modelo sobre el que se construye el engañoso milagro económico español. Se concentra toda la riqueza, las energías de todo el país en los dos puntos concretos en el periodo de unos meses. Como consecuencia, se produce una desconexión instantánea entre los dos focos y el resto desatendido. Se prefirió el espejismo efímero que te deslumbra al trabajo paciente y continuado. El desequilibrio a la armonía. 

Hoy sorprende leer que en el año 92, cuando Eloy Tizón nos asombraba con la Velocidad de los jardines, ya había AVE en España mientras en otras latitudes se desmantelaban vías y suprimían trenes. 

MM nos cuenta desde dentro, con su gracejo andaluz y avezado estilismo, nunca exento de autocrítica, las impresiones que los fastos de la clausura de la EXPO de Sevilla le causaron, para envidia de otros que habrían matado por haber sido invitados a aquellos cócteles de tiempos de abundancia,  bandejas repletas de langostinos y lonchas finas del mejor jamón de pata negra. Mientras tanto, su novia comía con las manos negras del bolso desteñido comprado en los chinos. Fue uno más de los que vimos aplaudir a la nada al terminar el estruendo que siguió a la última luminaria de los fuegos artificiales en el cielo de Sevilla. 



Ver y callar es la actitud que explica con mayor exactitud la situación que sufría el País Vasco y resto de España. En un primer momento a la izquierda le faltó valor para denunciar a los terroristas. La portada del primer número de El País de mayo de 1976 se refiere al asesinato terrorista de un Guardia Civil como de “muerto”, como si hubiera fallecido de cáncer, sufrido un ataque al corazón o hubiera tenido un accidente de tráfico. 

Afirma MM que la libertad de expresión es difícil de ejercer en España porque no ha existido crítica de los orígenes y la concordia que guio los pasos en la Transición ha devenido en intransigencia, discordia y gresca. Vuelve a cargar sin ton ni son contra  los toros bravos. Compara el carácter circular de los hemiciclos, templos de la democracia, con los tendidos de una plaza de toros donde se ejecuta el ejercicio democrático de la lidia. Allí la gente toma asiento incómodo no para menospreciar ni defender causa ninguna. Se emociona cuando comprende el drama que se desencadena en la arena, la situación límite a la que tiende el poema verdadero, la lucha del hombre desnudo expuesto a la vida. 




Este  comentario pertenece al grupo de lectura colectiva que desde La Acequia coordina y dirige su autor, el profesor Pedro Ojeda Escudero

6 comentarios:

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Todo esto que abordas hoy es producto de la mentalidad de nuevo rico que nos cegó: tanto, que no vimos cómo sembrábamos las tempestades actuales. Y no aprendemos.

Paco Cuesta dijo...

Creo que tenemos una tendencia exagerada a no asumir nuestros errores. La culpa la tienen "los otros", y no siempre es del todo cierto.
Un abrazo

Antonio Aguilera dijo...

Se pensaba que el dinero no tenía amo y se podía dispendiar sin límite ni interrupción. Fue un coito no interruptus de lujuria materialista y a veces acompañado de mucho vicio: desmesurados ágapes con vinos de precios dexorbitados y, supongo, en muchas ocasiones con un final en casas de citas. El derroche lleva a esos límites.

Me pongo un rato a ver si escribo algo, que esta semana tengo el seso yermo. Un abrazo

Abejita de la Vega dijo...

Ver, oír y callar. Viví los ochenta en el País Vasco, conozco ese silencio. Muñoz Molina hizo el servicio militar en el Gobierno Militar en Donosti. Y lo cuenta con mucha chispa en "Ardor guerrero", una novela que aconsejo.
Tus fotos se prestan a la meditación.

Besos, Pancho.

impersonem dijo...

Muy interesante esta disección de unos tiempos dignos de análisis...

La abdicracia del pueblo propicia esas cosas...

Un saludo.

Myriam dijo...

Las imágenes con las que ilustras esta entrada está buenísmas, sobretodo la segunda y tercera de
la Peña...

Besos