miércoles, 30 de abril de 2014

Rosa – Fría, patinadora de la Luna (4). El pescador sin dinero. María Teresa León. Hermano, saca la red.





"Date prisa. Cal-y-Nieve; date prisa, que vienen a cenar esta noche muchos invitados principales."


Rosa – Fría, patinadora de la Luna (4)
El pescador sin dinero
María Teresa León

La simetría del mundo acostumbra a celebrar anualmente la ceremonia del funeral de los Otoños. Sin saber cómo ni por qué, los Otoños mueren colgados de los árboles del invierno oscuro una vez al año, igual que el sol vence a la luna todos los días al romper la madrugada. Los invitados se desperezan, se liberan de las altas temperaturas del verano que agoniza, salen del fondo de los armarios y baúles en los que pasan los rigores estivales. A la reunión acude el Frío acompañado de su mujer, la Nieve, que le acosa y que no le deja ni a sol ni a sombra de la luna con su avión de alas de hielo. Tampoco falta el Calor con impermeable, la Lluvia vestida de pajaritos verdes del brazo de los Truenos de etiqueta, firmes los pies y asentados en canoas “que sacan relámpagos a las montañas” y marcan el compás del tiempo.

Cal y Nieve busca al pescador para que traiga medusas, algas amarillas, peces, caballitos del mar… Comida suficiente para tanto invitado. El pescador despierta, echa la red de plata y saca un pez aún lagañoso con cara de sueño, la cocinera lo prepara con luces de bengala y hojitas de menta. 



"Montados en canoas los pies, que nadie conoce y con los que sacan relámpagos a las montañas."

El viento se encarga de inflar la casita para que todos los invitados encuentren acomodo en su interior. El primero en llegar es el calor porque los calendarios se confunden. La lluvia tarde, mal y nunca como siempre. 

Pero Dios omnipotente ya se iba cansando de la perfección, la eterna simetría del mundo. Aquellos iban a ser los últimos quejíos de los tonos amarillentos y cobrizos de los Otoños sobre la Tierra. Las escobas y el viento cubrían el sudario de los Otoños antiguos. Cuando el Trueno intenta trinchar el pescado con el rayo, el pez se rebela en el plato, clama a favor de los Otoños y exclama con la prontitud del rayo: “Soy lo imprevisto”, el portavoz de las protestas de las tardes ecuatoriales, “la indignación de los meridianos equivocados y la rabia de los paralelos.” Adosados a su cola trae las ciudades sin temblor en las tejas y la tristeza de los cuentos sin Otoños, arriba en la baca apretujados. La Tierra coqueta, privada del traje dorado, viene desmejorada, más triste sin las amargas  uvas de la ira y los membrillos amarillos que maduran con los últimos soles del tardío. 

El ruego del pez mágico surte efecto porque los inviernos oscuros temen llegar tarde y borrar bruscamente, sin previo aviso,  los cuadros azules de los calendarios. El trastorno sería grande para los medidores sordos e inclementes del tiempo. Dejaron vivir a los Otoños. 


"Los Otoños, con su quejido amarillo, que ya no volvería jamás a la Tierra."

El pescador que salvó de la muerte súbita a los Otoños se hizo un personaje importante y rico. Se puso una corbata de señorito fino. Cal y Nieve lo imitó. Quizás ahora podría casarse con el. Pero la competencia aumentó, todas las muchachas del pueblo querían  casarse con el famoso pescador acomodado. También se incrementaron las exigencias a cada petición de matrimonio. (Curiosa la inversión de géneros, ella es la que pide y es el quien exige dote para la boda). Primero pide que los pozos se llenen de estrellas, luego un arroyo para alojar unas sirenas en su seno. A continuación quiere atrapar las nubes, para ello necesita un gran estuario con gaviotas entrenadas a hacer de centinelas de las nubes. Cañones para defender la desembocadura del río rompen las baldosas de las calles del pueblo porque estaban mal asentadas, bailaban al pasar. Pero las nubes,  que son escurridizas,  no se dejan atrapar. 

Al comprar una bahía con nubes, se le antoja una nube azul que nunca pasaba. Un día aparece en el cielo una nube azul al oscurecer. Decide comprar el mar para atraparla, pero cuando se presenta en la casa que los Otoños le habían regalado en la cueva, en el arca solo quedaba un ochavito moruno, ni siquiera suficiente para comprar unas guindas que se regalan. Toda su riqueza, todo lo que compró: la bahía, el estuario, el río largo, ya no valía nada porque era patrimonio común. 


"Entonces el pescador se fue a llorar a unas rocas y llamó al pez verde"

- ¿Quieres casarte conmigo, Cal y Nieve?  Pregunta el pescador sin dinero. 
- ¡Ay, no! Que cuando yo quise, tu no quisiste, le contesta Cal y Nieve severa. 

El pescador desesperado se va a llorar su pena por los rincones. Llama al pez verde y este se lo traga sin compasión. 
-¡Qué tonto!


Saca la red, hermano saca la red,
que ya ha salío la luna,
no la vayas a coger.

Ayer cuando amaneció,
una mariposa blanca,
de un lirio se enamoró.
Lole y Manuel 

 


 Este comentario pertenece al grupo de lectura colectiva que desde La Acequia coordina y dirige su autor, el profesor Pedro Ojeda Escudero.

domingo, 27 de abril de 2014

Dejar las cosas en sus días (13), Laura Castañón. Corazón en carne viva




"Las cosas cambiaron a peor. Y entonces fue cuando empecé a pensar seriamente en matarlo"


Dejar las cosas en sus días (13) 
Laura Castañón 

Aida y Pablo van a hablar con Eloy Govenzanas, padre de Matías, el profesor de Matemáticas. A ambos les llama la atención los registros de habla que utiliza al expresarse, tan pronto usa el asturiano más cerrado con fluidez como el castellano culto. Les cuenta lo vivido junto a su padre cuando siendo niño este le contó cómo acababa de enterrar a tres anarquistas de Gijón asesinados por unos falangistas forasteros. Los oyó juramentarse para cazar a los asesinos de curas y monjas. Les permite escuchar en el tocadiscos la canción “Dejar las cosas en sus días” que da título a la novela. 

El día veinte de marzo de 1925 Claudia reseña en su diario: “Mañana, que empieza la primavera, se casa Paloma.” No es más que una adolescente de quince años y su rebeldía había sido reprimida con dureza por las fuerzas del orden y de las buenas costumbres. Ni se le ocurre poner una objeción a la boda por miedo a una respuesta inmediata en “forma de maleta de cartón y billete de tren hacia un convento frío y descorazonador.” Pero aquel matrimonio con Eusebi tenía más de funeral que de boda. 


 "Unos murieron en la guerra y otros como consecuencia de la eliminación sistemática"

Las posturas enfrentadas sobre la memoria histórica se sustancian en una discusión de tres amigas durante la sobremesa de una comida. Aida cuenta con un abuelo asesinado durante la guerra del que no sabe dónde está enterrado y lo busca. Valle tiene dos parientes asesinados por el otro bando de los que también ignora su lugar de enterramiento. Jimena que no tiene antepasados caídos intenta poner paz, guardar el difícil equilibrio para que la convivencia no quiebre cuando estos temas salen a colación. 

A Montse “no le daba la gana querer a Paloma”, su nuera, sospechaba de la existencia de algo detrás de la elección de aquella niña que le gustaba cazar lagartijas hasta hacía un rato. No la consideraba apta para cuidar al tullido de su hijo, que seguía yendo a los locales de mala nota a compensar la extrema juventud y la respiración contenida de su mujer cuando a el lo que le animaba eran las mujeres maduras que le recordaban a su madrasta. El hijo desviado al otro extremo del padre. 

El diecinueve de abril del 1925 es otro día triste para la Casa de Pomar. Muere don Claudio, patriarca de la cuenca minera, y padrino de Claudia. Por eso lleva la autora del diario nombre de ciruela. Se gana un pescozón de Sidra por no estar al loro en el rezo del rosario, por estar mirando a las musarañas y no empezar el misterio a tiempo con el padrenuestro correspondiente. La construcción del monumento que lo recuerde para los restos será el cometido primordial de don Benito. 




 "Soñaba que tenía alas supersónicas y cruzaba aquellos 393,5 kilómetros en cuestión de segundos"

Aida se había enamorado de Bruno como una adolescente, por eso apenas reparaba en las manías que le adornaban y que cada vez con más frecuencia afloraban en los encuentros. La distancia incrementaba la pasión. El deseo viajaba en una línea recta imaginaria trazada a mano, con regla y cartabón, entre Gijón y Madrid;  aumentaba con el tiempo y la distancia que la dejaban “aquellos besos, que pasado el delirio del encuentro, dosificaba con la avaricia de un usurero y que ella mendigaba con ojos hambrientos.” Sin embargo, ella empezaba a sentirse a ratos desgraciada porque presentía que iba a ser complicado quererle. 

Lo último que Benito Montañés hace en vida, antes de que el mar de invierno lo sumerja en mutismo y silencio, es dejar por escrito la sensación agridulce que le trasmite la inauguración del monumento al Marqués de Comillas en la plaza de Bustiello. Sirve para que la autora nos regale a los lectores un capítulo redondo donde no falta la descripción del festival de colores que inunda el otoño asturiano, ni los sentimientos contradictorios que embargan a Benito Montañés, un tanto contrariado por el ninguneo o escaso protagonismo que le dejan tener en el acto, la esperanza de futuro de la estirpe puesta en Paloma y Claudia;  el redoble de campanas, inundando el valle de sonidos festivos y el ruido de fondo de una convivencia a punto de quebrar, cada vez más difícil de mantener, ya dibujada en la tiniebla de la discordia sombría que paulatinamente va ganando terreno. Constata que a pesar del enorme cansancio y desolación que le acogotan, el mundo sigue girando. Siempre surgirán nuevas generaciones con bríos renovados para impedir que la peonza de la vida pare. Cuando Efrén llega, solo puede certificar su muerte. La muerte llega cuando quiere. 


 "La imagen del chico débil y demasiado hermoso para este mundo se le confundió con la de otro niño que cruzaba una calle en una ciudad lejana y llevaba en la mano una peonza"

Tras la pena, el fútbol en un hábil giro cervantino, justo antes de una nueva tristeza para lo que queda de la Casa de Pomar: la confesión de Paloma de que Eusebi le da unas palizas que tiembla el misterio. La mezcla de la fala asturiana,  al hablar de la esperanza de volver a ver al  Sporting en primera y el castellano para hablar del maltrato. La misma noche de la muerte de Benito Montañés,  Eusebi propina una paliza a Paloma. Ella piensa en matarle. 


Ando medio loco.
"Embrujao" por tu querer.
Tengo en carne viva
Por tu culpa el corazón.
Eres mi delirio y el arroyo de mi sed.
Cielo y pan moreno
"pa" mis ansias de pasión.
Rafael de León/Juan Solano/ Miguel Poveda 


 


 Este comentario pertenece al grupo de lectura colectiva que desde La Acequia coordina y dirige su autor, el profesor Pedro Ojeda Escudero.

jueves, 24 de abril de 2014

Dejar las cosas en sus días (12), Laura Castañón. Las lunas que he besado yo en tus ojos.




"No había forma de sacarle a Paloma ni una sola palabra de aquellos años misteriosos que había pasado"

Dejar las cosas en sus días (12) 
Laura Castañón 

La habilidad de la autora para manejar el complejo armazón narrativo en el que se desenvuelve el relato es extraordinaria. Resuelve con brillantez todo lo que Paloma recuerda de Pomar. Reproduce el diario de la abuela Claudia. Vuelca en la novela el proceso amoroso singular entre Aida y Bruno a través de correos electrónicos y esporádicos encuentros encendidos de pasión. Plasma los sentimientos de Andrés al hablarle de sus recuerdos al artefacto, un interlocutor tan frío como un ordenador. Y muchas cosas más. Consigue armonizarlo todo para que no chirríe al andar, haciendo verdadera literatura de las fuentes. 

A menudo el avance de la trama se nos muestra a través de una conversación entre dos personajes que se cuentan cosas y de paso los lectores nos enteramos de ellas. Nos sirva de ejemplo cuando Aida le detalla a Jimena los días que pasó con Bruno en Taramundi. Fueron geniales porque le daba pudor decir felices. El esplendor de Bruno en su papel de galán causa estragos en ella, como un don Juan desplegando sus mejores artes para hacer de Aida el centro de la creación. Dos historias de amor se entrecruzan en este tramo de la novela que ya va mirando a su final, una de juventud y otra en la madurez, separados por varias generaciones, pero compartiendo el mismo espacio asturiano. 



 "No hablo de las calles y de la torre Eiffel. Tienes que contarme tu vida allí."

Para Bruno la relación peligra porque observa que toma el camino de las anteriores: el agobio. Llamadas frecuentes y SMS, tiernos algunos, “desprovistos de la pasión por la palabra de los primeros tiempos.” La realidad es Marisa y las sesiones de quimio y los hijos cuando se vuelven a reunir los cuatro juntos alrededor de la enfermedad de la madre. 

La superioridad intelectual de Andrés significa un insulto para el resto de los niños de Bustiello, por eso su cabeza es un mapa de cicatrices, una colección de piteras. Efrén le aprecia, le considera el hilo que lo une a Camino. Estima que su curiosidad por comprender la enfermedad de Claudia lleva un médico dentro. El “Espasa” de don Benito es la llave que le abre la puerta del conocimiento universal. Fascinación por saber más. Frecuenta la casa y la habitación de Claudia hasta que Sidra lo expulsa con cajas destempladas por degeneración y acto pecaminoso, al estar presente cuando le ponen una inyección. Claudia no vuelve a salir a la calle hasta el veintitrés de junio, cabo de año de Manuel. A pesar de la severa vigilancia a la que Sidra les somete, que solo les permite hablar estando ella delante, se las arreglan para mantener el contacto. Las trillizas se cambian de nombre al hacerse monjas del todo. 

El escaso aprecio que Aida le profesa a la Navidad le viene de serie, herencia de sus progenitores que aborrecen las celebraciones, el alboroto y el desmadre por decreto que arrastra la Navidad. Su abuela le había contado cómo envidiaba a los grupos de niños revestidos pidiendo el aguinaldo por las casas, mientras en Pomar sus padres cantaban a coro acompasados villancicos en latín, casi siempre acompañados al piano por Sidra, bien diferente al festivo “beben y beben y vuelven a beber” que por esas fechas inunda las calles. Le invadía la tristeza porque la última vez que vio al abuelo les dijo que volvería por Navidad y no lo hizo. 


 "Bueno esto no lo he contado nunca, estaba en París y por una historia, que sería muy larga de contar, cogí un tren que tenía que llevarme a un pueblo en las afueras,"
Desde la muerte de Nicodemo, marido de Paloma, esta invita por navidades a su hermana Claudia, a su hija y a su nieta a cenar a casa el día de Nochebuena. Era costumbre que esa noche la dejaran quedarse a dormir, así puede saborear los regalos y el árbol lejos de la custodia de su madre, comunista libertaria, centinela de las buenas costumbres. Tomando de modelo “una foto sepia agrietada”, había reproducido Bustiello en el portal, incluido el tren que asomaba tras las montañas de cartón. Aida miraba con admiración lo que sus progenitores despreciaban. Aquel tren era un símbolo triste, había significado las primeras palizas de Eusebi Bartomeu. 

Los encuentros clandestinos de Paloma y Antón en la máquina del tren llegan a su fin cuando Bartomeu lo desea. La quiere como sujeto de su actividad contemplativa en exclusiva, siente celos del maquinista. Intenta trasladarlo de trabajo, pero no lo consigue porque Antón trabaja bien y es hijo de un héroe que da su vida por los demás. Para entonces Benito Montañés ya está jubilado y el ocupa su puesto en la empresa. 

La que se lía en la Casa de Pomar cuando pillan a Paloma con Antón en la locomotora lo cuenta Claudia en su diario. Su padre la quiere meter monja y Sidra la llama puta. Bartomeu se ríe de su maldad. Menos mal que Andrés le regala el cromo que nunca salía. Se lo ha conseguido su madre en la fábrica. Paloma se libra del convento de puro milagro. A Antón no le dicen ni Pamplona. La culpa es de ella que se le tira encima. Cae en Mieres los primeros días de la guerra. Aparecen los nombres de Valeria Santaclara y París, por este hilo tira Aida para desvelar el misterio de los años de exilio en París. 



 "Los extranjeros en otro país nos conocemos todos enseguida"

La sonrisa regresa al rostro de Camino cuando Francesc se ofrece a acompañarla a la salida del trabajo, a la luz del día, nada tienen que ocultar. A Efrén le queman los celos y las lunas que el turronero ve reflejadas en los ojos de la viuda alegre. 

Los dos hijos de Gustavo Bartomeu iban abandonando la casa, aún le quedaba el tercero, añadido a la familia, no había forma de hacer vida de el. Ni en los Salesianos de Valladolid, ni durante los estudios de Derecho en los que no pasó de primero. Tampoco se acomoda en Barcelona en una fábrica de la familia, la cual abandona para irse a Roma a aprender fascismo. Vuelve con un esquema intelectual básico lleno de cólera fundamentalista e intolerancia compuesta de “la virilidad, el compañerismo, el nacionalismo y por encima de todo, las expediciones punitivas que aunque solo las conocía por referencias, puesto que en su condición de mero espectador no había podido participar en ninguna, suscitaban en el un extraño hormigueo, una excitación inexplicable.” De Roma se trajo la osadía de un nacionalismo exclusivo lleno de banderas al viento y una cojera por ponerle los cuernos a un “camicia nera scelta.” 


Las cosas que me dices cuando callas,
los pájaros que anidan en tus manos,
el hueco de tu cuerpo entre las sábanas,
el tiempo que pasamos insultándonos,
el miedo a la vejez, los almanaques,
los taxis que corrían despavoridos,
la dignidad perdida en cualquier parte,
el violinista loco, los abrigos,
las lunas que he besado yo en tus ojos,
el denso olor a semen desbordado,
la historia que se mofa de nosotros,
Joaquín Sabina 


 



 Este comentario pertenece al grupo de lectura colectiva que desde La Acequia coordina y dirige su autor, el profesor Pedro Ojeda Escudero.

lunes, 21 de abril de 2014

Rosa – Fría, patinadora de la Luna (3) La Tortuga 427. María Teresa León. Verano






"Horma en saco... Y a la entrada de la ciudad, chicharraco."

 
Rosa – Fría, patinadora de la Luna (3) 
La Tortuga 427 
María Teresa León 

Las tortugas son animales peculiares y misteriosos, fáciles de criar, difíciles de domar. Nunca se ponen malas y no te creas que andan perdiendo el tiempo en pensarte, ni en pensarse a sí mismas. Muy desdolidas, jamás las he oído quejarse de nada. Se clavan los puñales del invierno cuando el frío arrecia y se borran de la vida activa durante más de seis meses seguidos. Y así todos los años. Los niños no se arriman a ellas porque dicen que huelen mal. Es el trabajo que dan cuando están despiertas, bien vivitas y coleando: cambiarles el agua a diario y echarles de comer. Mis tortugas por no tener no tienen ni nombre (no están acristianadas, como tampoco lo estaba el burro de Sancho), yo las llamo por su tamaño: la Grande y la Chica e ignoro si son macho o hembra. Se les coge cariño a pesar de su mutismo y su mirada asustadiza dentro de  ojos de besugo. 



 "Le azotaron con sus colas los cometas"

Pues bien, un domador de tortugas no se presenta a una cita a la hora del té. En su lugar aparece una tortuga, la que lleva impreso el número 427 y última que el señor ha amaestrado. Pide 427 servicios de pasteles, de vasos de agua y servilletas, duda si será capaz de imitar y sustituir al dueño con decoro. Una presumida rana cantora imita estupendamente a su dueño de quince y los burritos blancos. 

Pide lechugas y cucarachas al crujir para comer, pero la camarera no la oye. Mete la cabeza en el caparazón y le vienen los recuerdos de lluvia continuada y la humedad del vientre oscuro de una ballena. Noé aparece barbudo y canoso, arrastrando unas barbas alargadas como algas, ralas con olor a cabra recién ordeñada porque se lava poco; escasea el agua. Se le acumula encima el abono que las aves de paso dejan caer desde lo alto. Se muestran sorprendidos por aquella lluvia, era la primera que caía sobre la tierra. De tanto caer, todo lo cubrió. Los pozos, los valles, los huecos completos, todos rebosantes  de agua y más agua. 


 "Por el interior de sus ojos ciegos seguía a sus hijos, a cada hijo suyo andando, andando, multiplicándose."

Noé junta a los animales en lo alto de un monte, los atrae con un canto y de paso selecciona las especies. Los grandes de tamaño no entraban, se quedan para hacer de grandes esqueletos en los museos de Historia Natural: “las casas apagaron las luces, los relámpagos quitaban las crestas de las águilas y se las ponían a los gallos, cortaban trozos de plesiosaurio y dejaban caimanes, cocodrilos y lagartos.” Tanta agua descargaron las nubes que el cielo se fundió con la tierra líquida. Deciden que Noé se encargue de alquilar unas cuantas  ballenas para salvar a los seres vivos con el agua al cuello, pero iban ya repletas de otros náufragos. Por fin, al cabo del tiempo, aparece una libre de inquilinos. Allí entre vísceras se alojan. La tortuga, dotada de su proverbial lentitud solo buena para algunas cosas, se retrasa, pierde la vez y no puede entrar. Se sube con esfuerzo a los lomos del enorme animal marino, “sola bajo el diluvio, presenciando íntegro el descarrilamiento de las nubes y el naufragio de la Tierra. Cabeceando, borracha de agua, presenciando prodigios.” La tortuga es la única que el día veintiuno ve el sol con aros de colores, hace las veces de Rodrigo de Triana del Arca de Noé, el mismo que grita “¡Tierra a la vista!” desde la Pinta cuando el Descubrimiento de América. Al cuadragésimo día dejó de llover. Regresa del cuento a la penosa realidad de una tortuga, a andar entre los hombres, a soportar las pisadas sin querer de mala gana. Sufre patadas, golpes y atropellamiento, como Sancho en la ínsula. Un perro le lame los ojos. La expulsan, la empujan a la calle cuando “el invierno dormía helado en los troncos y en las aceras”. Despeñada por una alcantarilla, desaparece la lenta tortuga de corazón de aceite entre goterones de tinta china, lagrimones de pena negra le empañan las paredes del caparazón. 


Summertime,
Child, your living's easy.
Fish are, fish are jumping out
And the cotton, Lord,
Cotton's high, Lord so high.
Gershwin/Joplin 






 Este comentario pertenece al grupo de lectura colectiva que desde La Acequia coordina y dirige su autor, el profesor Pedro Ojeda Escudero.

miércoles, 16 de abril de 2014

Rosa –Fría, patinadora de la Luna (2), María Teresa León. Vete a tu luna




 "En lo alto de las ramas se fueron enganchando el Humo de las fábricas y de los trenes, el Vaho de los caballos, la Evaporación de los estanques"

Rosa –Fría, patinadora de la Luna (2) 
María Teresa León 

“Rosa-Fría, patinadora de la luna” es el título de un soneto de Rafael Alberti publicado en su poemario de 1924, “Marinero en tierra”, cuando aún no había intimado con MTL. Un poema de despedida definitiva a una novia que deja tras su huida el hueco de la ausencia, la escarcha del silencio, el dolor que desteje la luz en los pañuelos blancos de amargura y la esperanza esculpida de un futuro alegre en los vuelos de la falda que huele a pan tierno, confundida entre caricias de nieve recién caída. Un tema atractivo para los que pisamos el suelo y nos quedamos mirando al cielo con admiración para preguntarnos quién manejará con tanto tino las riendas del universo, quien pondrá orden en el caos para que las estrellas nunca se choquen entre sí ahí arriba. 

Los abetos patinando por la luna helada desatan la imaginación de MTL diez años más tarde. Una vaca mansa, desgastado el orgullo del asta por lo tanto, baja a la tierra en el pico de un gallo con las claras del día, la envían los astros con un recado para transportar a Rosa-Fría sobre los lomos y que participe en una competición de esquí en la luna nevada. Por el humo de una chimenea, el pelo enredado de cuento de hadas, trepan a una nube y de allí alcanzan la ventana helada de una casita pálida de luna. 




"La ventana de la casa de la luna estaba llena de escarcha"
 
Rosa-Fría no es cualquier cosa, es una campeona de esquí que se lo toma en serio. Para entrenarse en verano llena los pasillos de confite blanco mientras espera la llegada del frío y la nieve. Un día los lobos bajan a la luna a hombros para meter miedo en la tierra, pero no asusta a nadie; como solo los espantapájaros reparan en ella, se acabó el cuento del miedo para siempre. Desde entonces se hacen espantapájaros con sombrero en huertos y sembrados para hacer reír a pájaros y niños. 

La luna ha organizado una carrera con participantes volátiles y terriblemente veloces para Rosa-Fría y la Sonrisa de los dinosaurios: El Vaho de los caballos y de los bueyes, el Humo de los trenes y de las fábricas oscureciendo calles, atascando pulmones, los Suspiros de los hombres, el Ladrido de los perros y las Miradas a los globos que se escapan. La Tierra está que arde, la luna se alza como tabla de salvación y reserva. Todo se confabula para el desastre que se avecina, el agua se agota y la luna recoge gota a gota el agua evaporada. “Aquí mueren, se acaban de consumir todos los recursos de la tierra.” “Vienen a morir en mi”, dice la luna mientras mete prisa a Rosa-Fría. Los enjambres de estrellas, las constelaciones de astros están ya esperando, impacientes en el tendido patean y silban, la función tiene que comenzar. La Vía láctea regateando el precio de la entrada, los reventas hacen el agosto. 


 "¿Y qué es eso que se estira, se estira y se inflama?"

A Rosa – Fría le entra el canguelo en el momento de la verdad, la jindama es libre y recurre a todo tipo de excusas para no acudir. Vienen los morsa doctores, las focas, los renos de la estirpe de los cirujanos, sabios todos que hablan en latín. La Aurora Boreal, con aire solemne de verdad absoluta y jefa suprema de los médicos tiene la última palabra y dictamina: “No tiene nada”.  Se queja de vicio, su dolencia es cuento. Rosa- Fría le ruega a la vaquita recadera sin cuernos que baje a la tierra a por ayuda, que recabe la ayuda del Viento Mistral, de los abetos y los aullidos de los lobos del invierno austral. Que no se olvide del pañuelo con el espejo. 

Llegan los lobos que marchan a paso ordinario, como húsares arrastrando los sables. Se colocan al abrigo de los abetos que enredan al humo y al Vaho y amedrentan los ladridos de los perros. La bufanda, la falda, el viento amigo que sopla a favor y el espejo que entretiene a los suspiros de España y Portugal. 


 "Y era ya la madrugada cuando la vaca regresaba hacia la Luna, en el pico de un gallo."

Sube cuestas nevadas, baja a las sombras permanentes de los barrancos más hondos y alcanza la meta en primera posición. Victoria sufrida que vale por dos collares de piedras del rayo que precede la tormenta y entradas para el cine. Antes de romper el día la vaquita regresa a la luna después de dejar a Rosa-Fría muda en su baranda mirando cómo sangra la luna cuando llega el buen tiempo. 



 Y un higo chumbo y una aceituna
tu nuevo mundo yo descubrí con Colón.
Y una aceituna y un higo chumbo,
vete a tu Luna y déjame en mi rincón.

Vainica doble


 


 Este comentario pertenece al grupo de lectura colectiva que desde La Acequia coordina y dirige su autor, el profesor Pedro Ojeda Escudero.



lunes, 14 de abril de 2014

Dejar las cosas en sus días (11), Laura Castañón. Eternamente tu mano




"Ya adivinaba la silueta"

Dejar las cosas en sus días (11) 
Laura Castañón 

Gustavo comparte el tiempo libre entre la actividad contemplativa de sus películas verdes en el sótano de su casa y el Círculo Católico donde va a leer el periódico. De la contemplación desde lejos con mando a distancia pasa a otra de verdad, también a escondidas, cuando su mujer, Montserrat,  se empeña en talar el ejemplar de fresno que tapaba la ventana por ser demasiado autóctono. Desde el hueco,  el ingeniero vigila con unos prismáticos la habitación de Paloma. La señora quería oler y tocar el exotismo florido de magnolio o de las adelfas en el jardín. Qué señora más pija me parece ¿Dónde va a comparar el porte y la belleza austera de un fresno con el floripondio de un árbol tan extranjero? No me extraña que al señor le salieran demonios dentro que domar con semejante ser en casa. 




 "Con la ventana libre del obstáculo del fresno, podía ver la casa de Montañés"

No se le pasa ni un detalle a la autora. El diario de Claudia nos dice que don Macrino se “dio la vuelta” durante la misa preconciliar para felicitar a dos jovencitas tocadas por la gracia que se van al convento. Quedan en activar el código secreto para comunicarse sin que las monjas se enteren. La marcha de dos trillizas supone un motivo más que añadir a la tristeza que invade la casa. No importan las felicitaciones de los de fuera y que se fueran a rezar por el bienestar de la familia y de todo el género humano. 

Aida se muestra preocupada por la entrevista con Andrés Brañas, decidida a tomarla como una más de la larga lista realizadas durante su vida profesional. Le desagradaba la idea de tener que comprender y mostrar sensibilidad con algo que siempre había odiado. No podía negar que estaba llena de prejuicios. Había dejado de escribir sus memorias porque siempre se quedaba con la sensación de que lo escrito no era más que la punta del iceberg de todo lo que le bullía en su interior. Aida recibe un mail de Ara con tres fotos antiguas. A los lectores nos llegan comentadas por una profesional que sabe leer imágenes porque ha tenido que interpretarlas muchas veces en el trabajo. Otro correo de Bruno en el que le anuncia que se presentará en Gijón después del rodaje. Las sesiones de quimio de Marisa son duras y todo le toca a el, los hijos ni aparecen. 




 "Y también las historias de aparecidos que se contaban en la coicna, principalmente las que tenían que ver con la Güestia"

Se tuercen las cosas en Bustiello con la muerte de Manuel y la puesta al descubierto de la relación de Efrén y Camino. Nos enteramos de que Sidra fue quien indicó a los Baizanes dónde paraba Manuel el día de su asesinato. Camino frecuenta la casa de Pomar después de la separación con la excusa de visitar las trillizas y a Claudia, les lleva recortes de chocolate que coge en la fábrica, a las niñas les parece una delicia. 

“De Pomar nunca salió una novia para casarse.” Afirma Paloma con amargura, por eso le gustaría ver a Aida de esa guisa. En Pomar siempre estuvieron de luto. La Navidad del año veintitrés Paloma está a punto de cumplir catorce años, a ojos de Claudia es la única que sabe qué hacer. Su padre, ido; Sidra, loca de remate; Dorotea es quien evita el colapso total porque Paloma ya solo piensa en Antón y en las vías del tren que lo acercan y lo alejan. 



 "Empezaba a creer que cuando la desgracia entra en una casa, no hay forma de echarla ni a escobazos"

Un oleaje extremo, adivinar la silueta, la dentadura increíble, calcular las horas, el hoyuelo en la mejilla,  cruzar los dedos,  la boca del estomago brincando libre al aleteo de enjambres de mariposas sobresaltadas. Así sienten las piernas de Paloma que no la sostienen de emoción la llamada del primer amor, del único y verdadero: “Y preguntarse si debería mirarlo o no, y responderse que le daba igual, que quería mirar aquel hombre que la había tenido veinticuatro horas poseída por una sensación tan nueva, tan incomprensible, que necesitaba mirarlo, ver cómo era, ver quién era.” Paloma se instala en un estado de “rumor de amapolas, o de nubes, el estado de flotación” cuando Antón la sube a la máquina y la besa en la boca y se confiesan que es el primero para  ambos. Un maquinista de veinticuatro y una adolescente de catorce requiebran el alma. Paloma se pasa las horas muertas contando nubes y paredes de cal, jugando con la turgencia de los fonemas que sustancian el sustantivo Antón, caracola de luz caliente, un sintagma más rotundo que una oración subordinada. Antón como forma de escapar del “panteón portátil que acumulaba muerte, desidia, amargura y devastación.” 

 eternamente tu mano
cuando te vi sabia que era cierto
este temor de hallarme descubierto
tu me desnudas con siete razones
me abres el pecho siempre que me colmas
de amores
de amores
eternamente de amores
  Pablo Milanés



 Este comentario pertenece al grupo de lectura colectiva que desde La Acequia coordina y dirige su autor, el profesor Pedro Ojeda Escudero.

jueves, 10 de abril de 2014

Rosa – Fría, patinadora de la Luna (1) María Teresa León. Capitana, luchadora





"En la mayor parte de estos cuentos, y contrastando con la desbordada fantasía de algunos,  late siempre una gran preocupación social"


Rosa –Fría, patinadora de la Luna(1) 
María Teresa León 

Rafael Alberti cuenta con ochenta y siete años cuando dibuja la portada de la edición del libro de cuentos escrito por su compañera desde 1929, María Teresa León, que acababa de fallecer en 1988. Alberti regresa a su trazo de niño dibujante que nunca acabó de abandonar del todo para esbozar de azul el bamboleo de la luna en cuarto menguante,   acompasada al cimbreo de una grácil esquiadora, junco por cintura cuerpo de abeto al deslizarse luna abajo esquivando obstáculos, sorteando cipreses lunares. 


 
 En abril de 1936 se reúnen alrededor de Cernuda en el restaurante madrileño, "Los Galayos", - Casa Rojo entonces - como se puede observar: Vicente Aleixandre, Federico García Lorca, Pedro Salinas, Rafael Alberti, Pablo Neruda, José Bergamín, Manuel Altolaguirre, María Teresa León y Concha Méndez entre otros. 

Una breve reseña de la editora, María Asunción Mateo, (que luego sería la compañera del poeta hasta su muerte) y del propio Rafael Alberti, autor de nueve dibujos que ilustran otros tantos cuentos que nos invitan al prólogo, cuajado de imágenes que jalonan algunos de los momentos más importantes de su vida. A menudo acompañada de sus amigos escritores. La autora de “Rosa-Fría, patinadora de la luna” nace 1903 en Logroño en el seno de una acomodada familia burguesa. Su padre es coronel de un regimiento de húsares y ella tiene que seguirle en sus frecuentes traslados por motivos laborales. 



 "Su prosa fluida, amena y clara es una de las más importantes dentro de la narrativa de la llamada Generación del 27"

Su reseñable rebeldía ya se hace patente en su expulsión del colegio madrileño en el que estudiaba. El Diario de Burgos publica sus primeros relatos a la edad de quince años. Se casa con dieciséis como forma de independizarse, para librarse del control familiar. Fracasado el matrimonio, aprovecha las leyes republicanas para divorciarse. María Teresa fue una mujer de armas tomar y llevar como señala la autora del prólogo: “[…] Su decisión, valentía y arrojo en las circunstancias más peligrosas que le hicieron llevar durante toda la guerra una pequeña pistola pegada al cuerpo.” 

Cuando tu apareciste 
Penaba yo en la entraña más profunda 
De una cueva sin aire y sin salida 

Así expresa el estado anterior al deslumbramiento que el autor de “Marinero en tierra” sufrió en 1929 al conocer a la que sería su compañera durante sesenta años en el compromiso político, pasión a la que ambos entregaron los mejores años de sus vidas, en el exilio y en el regreso casi al final de su camino. La edición llama la atención por el sabor añejo que desprenden sus páginas engalanadas por artísticos ribetes laterales en todas sus páginas e ilustrada con imágenes de la autora,  reflejo de los momentos más importantes de la  vida de María Teresa León, autora de producción literaria abundante, casi desconocida para el gran público y que vivió toda su vida a la sombra de Alberti, como una cola del cometa, según su propia confesión. 








 Este comentario pertenece al grupo de lectura colectiva que desde La Acequia coordina y dirige su autor, el profesor Pedro Ojeda Escudero.



lunes, 7 de abril de 2014

Dejar las cosas en sus días (10) Laura Castañón. Cómo quieres tu que olvide.




"Aquel mundo en que yo vivía fue el que dejé atrás en París gracias a Corinne"

Dejar las cosas en sus días (10) 
Laura Castañón 

El diario de Claudia es un género literario para “Dejar las cosas en sus días", destaca por la frescura e inocencia que su lectura desprende. Claudia es una niña cuando su hermano Manuel es asesinado en una fonda de Mieres. Los niños se enteran de todo aunque no lo parezca. Ella recoge en su diario la tristeza que embarga a la Casa de Pomar. El narrador es el nexo de unión entre los hechos y los lectores. La introducción del diario es un aspecto positivo más a añadir a la larga lista de activos que la novela oferta. Sobre todo por narrar los hechos luctuosos desde el punto de vista de una niña pequeña, conservando la redacción original y trasladar a la vez la carga emotiva que invade la casa, además de una certera descripción de cómo la locura de Sidra afecta al día a día de la familia. 

Durante los meses de 1924 en los que Claudia está enferma, escribe poco en su diario porque lee mucho. Resulta curioso comprobar cómo va mejorando la redacción; por lo tanto el cuidado que pone la autora en observarlo. Lee hasta la enciclopedia Espasa de su padre,  además de hacer las cuentas y planas que Paloma le pone. A cambio le guarda el secreto de sus salidas para verse con Antón. 

Andrés sigue hablándole a la nada, al disco duro con corazón de silicio del ordenador. Vuelca los recuerdos de sus meses en París con diecisiete años, el olor y la limpieza de las calles de París, el perfume de Corinne (a quién no le gustaría haber contado con una francesita en su biografía para presumir). Su tutor, Jacobo Ordoñez, lleva la muerte en los pulmones, le manda a conocer mundo con Campos de Castilla para leer en la maleta. Regresa a Madrid por Navidad de 1930. Conoce a Federico García Lorca en la Residencia de Estudiantes, en ese momento destacado autor teatral que le parece un amanerado poeta engominado. 


 "De las revoluciones solo quedan cenizas"

A través del dialogo con su amiga Jimena nos enteramos de que Aida sigue viéndose con Asier. Los “te quiero” de Bruno cada vez son más distanciados. Jimena piensa que el quiere poner distancia. Le advierte de que los encuentros con un ex no cuentan. Más, mucho más,  le preocupa que ella se enamore de alguien que no le corresponde y que no se lo merece. ¿Será verdad que el amor es ciego y tan raro como la verdadera justicia? 

La muerte de Manuel destroza a su padre, lo ciñe a una permanente sombra oblicua, la mitad de lo que era se lo lleva el hijo en el cuerpo a la huesera. En el Sindicato apañan una versión con muchos cabos sueltos, todo había ocurrido por un malentendido, sobre todo por no hurgar en la pena y no causar más dolor en el hombre que parecía su sombra, que ya había empezado a irse. 

La repentina decisión de Efrén de abandonar a Camino sin más justificación que las palabras torpes de quien es pillado in fraganti, con las manos en la masa, la coge por sorpresa. Se siente “la otra” de la copla, la abandonada porque lo suyo no puede ser. Pero Efrén no es un héroe de película ni un ser especial. Algo le ronda por la cabeza con nombre de miligramos de cianuro. Cómo se enreda la copla y el cuplé. 


 "De pronto una pieza mal colocada en el puzle hiciera saltar por los aires la armonía del conjunto"

Paloma cuenta los despertares porque barrunta que alguno será el último, es ley de vida que la última viva de la Casa de Pomar vaya haciendo la maleta. “Morirse no debe ser tan malo”, ella que ha visto desaparecer a toda la familia afirma que al menos no tan malo como la agonía de Claudia que se pasó toda la vida sin saber dónde descansaban los huesos de su marido. Recuerda que la muerte de Manuel trajo desolación a la casa y al valle. Sidra impone la ley del silencio musical, nadie vuelve a tocar el piano en la casa. Pomar quedó en tierra de nadie, ni de los suyos ni de los nuestros. A pesar de su encaje en la clase alta del valle, quedaron excluidos de su bando por contar con un asesinado en la familia a manos de los Baizanes, camisas viejas de Falange. 


"El tiempo tiene sus propios planes al margen del deseo o la conveniencia de quienes pretenden atraparlo" 

La convivencia se fue deteriorando en la comarca minera durante la Dictadura de Primo de Rivera que da un golpe de estado en septiembre de 1923. Una banda de pistoleros anarquistas dirigidos por Durruti asaltan un banco en Gijón, las dos noticias comparten portada en el periódico. La Revolución sin víctimas es la vieja aspiración de Efrén, como si fuera posible hacer una tortilla sin romper huevos. A pesar de todas las guerras y revoluciones que asolaron el territorio peninsular durante el S. XIX, no hubo una revolución en condiciones como en Francia. Los ojos de don Benito se empañan de lágrimas cuando la mano helada se le agarra a la garganta, cada vez que recuerda los planes que tenía para su hijo una vez terminados los estudios. Don Benito sospecha que la educación de sus cinco hijas se le escapa de las manos. Mientras Almudena y Begoña responden a la llamada de la vocación religiosa e ingresan en un convento, presiente que Sidra se va a quedar para vestir santos. 

Como quieres tú que olvide
aquello que yo decía
de que el hombre "tié" razón
y la mujer es la esclava
"pa" servirlo de por "vía".
Pedro Cobos. Marisol



 


Este comentario pertenece al grupo de lectura colectiva que desde La Acequia coordina y dirige su autor, el profesor Pedro Ojeda Escudero.