lunes, 14 de abril de 2014

Dejar las cosas en sus días (11), Laura Castañón. Eternamente tu mano




"Ya adivinaba la silueta"

Dejar las cosas en sus días (11) 
Laura Castañón 

Gustavo comparte el tiempo libre entre la actividad contemplativa de sus películas verdes en el sótano de su casa y el Círculo Católico donde va a leer el periódico. De la contemplación desde lejos con mando a distancia pasa a otra de verdad, también a escondidas, cuando su mujer, Montserrat,  se empeña en talar el ejemplar de fresno que tapaba la ventana por ser demasiado autóctono. Desde el hueco,  el ingeniero vigila con unos prismáticos la habitación de Paloma. La señora quería oler y tocar el exotismo florido de magnolio o de las adelfas en el jardín. Qué señora más pija me parece ¿Dónde va a comparar el porte y la belleza austera de un fresno con el floripondio de un árbol tan extranjero? No me extraña que al señor le salieran demonios dentro que domar con semejante ser en casa. 




 "Con la ventana libre del obstáculo del fresno, podía ver la casa de Montañés"

No se le pasa ni un detalle a la autora. El diario de Claudia nos dice que don Macrino se “dio la vuelta” durante la misa preconciliar para felicitar a dos jovencitas tocadas por la gracia que se van al convento. Quedan en activar el código secreto para comunicarse sin que las monjas se enteren. La marcha de dos trillizas supone un motivo más que añadir a la tristeza que invade la casa. No importan las felicitaciones de los de fuera y que se fueran a rezar por el bienestar de la familia y de todo el género humano. 

Aida se muestra preocupada por la entrevista con Andrés Brañas, decidida a tomarla como una más de la larga lista realizadas durante su vida profesional. Le desagradaba la idea de tener que comprender y mostrar sensibilidad con algo que siempre había odiado. No podía negar que estaba llena de prejuicios. Había dejado de escribir sus memorias porque siempre se quedaba con la sensación de que lo escrito no era más que la punta del iceberg de todo lo que le bullía en su interior. Aida recibe un mail de Ara con tres fotos antiguas. A los lectores nos llegan comentadas por una profesional que sabe leer imágenes porque ha tenido que interpretarlas muchas veces en el trabajo. Otro correo de Bruno en el que le anuncia que se presentará en Gijón después del rodaje. Las sesiones de quimio de Marisa son duras y todo le toca a el, los hijos ni aparecen. 




 "Y también las historias de aparecidos que se contaban en la coicna, principalmente las que tenían que ver con la Güestia"

Se tuercen las cosas en Bustiello con la muerte de Manuel y la puesta al descubierto de la relación de Efrén y Camino. Nos enteramos de que Sidra fue quien indicó a los Baizanes dónde paraba Manuel el día de su asesinato. Camino frecuenta la casa de Pomar después de la separación con la excusa de visitar las trillizas y a Claudia, les lleva recortes de chocolate que coge en la fábrica, a las niñas les parece una delicia. 

“De Pomar nunca salió una novia para casarse.” Afirma Paloma con amargura, por eso le gustaría ver a Aida de esa guisa. En Pomar siempre estuvieron de luto. La Navidad del año veintitrés Paloma está a punto de cumplir catorce años, a ojos de Claudia es la única que sabe qué hacer. Su padre, ido; Sidra, loca de remate; Dorotea es quien evita el colapso total porque Paloma ya solo piensa en Antón y en las vías del tren que lo acercan y lo alejan. 



 "Empezaba a creer que cuando la desgracia entra en una casa, no hay forma de echarla ni a escobazos"

Un oleaje extremo, adivinar la silueta, la dentadura increíble, calcular las horas, el hoyuelo en la mejilla,  cruzar los dedos,  la boca del estomago brincando libre al aleteo de enjambres de mariposas sobresaltadas. Así sienten las piernas de Paloma que no la sostienen de emoción la llamada del primer amor, del único y verdadero: “Y preguntarse si debería mirarlo o no, y responderse que le daba igual, que quería mirar aquel hombre que la había tenido veinticuatro horas poseída por una sensación tan nueva, tan incomprensible, que necesitaba mirarlo, ver cómo era, ver quién era.” Paloma se instala en un estado de “rumor de amapolas, o de nubes, el estado de flotación” cuando Antón la sube a la máquina y la besa en la boca y se confiesan que es el primero para  ambos. Un maquinista de veinticuatro y una adolescente de catorce requiebran el alma. Paloma se pasa las horas muertas contando nubes y paredes de cal, jugando con la turgencia de los fonemas que sustancian el sustantivo Antón, caracola de luz caliente, un sintagma más rotundo que una oración subordinada. Antón como forma de escapar del “panteón portátil que acumulaba muerte, desidia, amargura y devastación.” 

 eternamente tu mano
cuando te vi sabia que era cierto
este temor de hallarme descubierto
tu me desnudas con siete razones
me abres el pecho siempre que me colmas
de amores
de amores
eternamente de amores
  Pablo Milanés



 Este comentario pertenece al grupo de lectura colectiva que desde La Acequia coordina y dirige su autor, el profesor Pedro Ojeda Escudero.

5 comentarios:

Gelu dijo...

Buenas noches, pancho:

La canción es impresionante.
El libro lo leeré en verano.

Un abrazo.

Abejita de la Vega dijo...

Gustavo y su mujer son personajes antipáticos, son como un magnolio en medio de los prados asturianos, especies no autóctonas que dañan el ecosistema.

Una mujer que arrnca un fresno, quién puede aguantar eso...no es para tanto, Pancho.

Besos, pasa buen martes santo, o no tan santo.

Paco Cuesta dijo...

En contra de lo que pudiera parecer, en muchos casos los Círculos Católicos (al menos algunos) fueron la única alternativa al sindicato vertical.
Un abrazo

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Es curioso cómo la irrupción de la sexualidad -con sus variantes- coincide con la entrada en la tragedia individual, familiar y colectiva.
Ese ingeniero con el cine en el sótano...

Myriam dijo...

Paloma en estado de flotación y con maripositas en el estómago..... qué dulce... que románticamente enamorada...

Besos