miércoles, 18 de junio de 2014

La saga/fuga de JB (8) Gonzalo Torrente Ballester. Se perdieron los dos





 "Don Acisclo cerró bruscamente la mano del perdón, dio una patada en el suelo, dijo algo en latín y salió en estampía"


La saga/fuga de JB (8) 
Gonzalo Torrente Ballester 

La amenaza de vuelo sin motor provocado por el descuajamiento de los cimientos de Castroforte se queda en un simple amago de despegue. Buena prueba de ello es que el rey Artús ni se entera del bamboleo, el continúa con el punteo de guitarra como si tal cosa. La hondura de su nostalgia le transporta a Portugal. 

Puede que la ligera ascensión de Castroforte en una mañana de niebla espesa sea un cuento, o no. ¡Vete tu a saber! Tal vez una leyenda primitiva o solo una alucinación fruto de la mente febril de José Bastida trabajando a destiempo, pero los fijos de plantilla de la Tabla Redonda ven en el fenómeno telúrico indeterminado del cuento una forma de cuadrar las cuentas, ahora que los ingresos por las peregrinaciones al Cuerpo Santo están de capa caída, van de mal en peor. A ello hay que añadirle que el negocio de la lamprea ha entrado en periodo de franco retroceso porque no hay manera de que los peces engorden, debido a la merma que ha experimentado la tasa de suicidios entre la población de la que se nutren. 

Lanzarote ya se imagina la invasión de tropeles de peregrinos procedentes de los cuatro puntos cardinales convocados por el misterio, la enigmática ascensión de “Castroforte, la ciudad que se columpia.” Encargan a Lanzarote que se dé un garbeo por Madrid con la propuesta e intente convencer a la Sección de Diversos Centralizados - que es tan inútil como intentar cuadrar el círculo- de las bondades del prodigioso viaje al espacio de vez en cuando de Castroforte (eso sí, que nadie crea que la navegación llega a las regiones del aire donde se engendran el granizo y las tormentas, como hicieron  Don Quijote y Sancho en su viaje estelar a lomos de Clavileño). 


 "El rey Artús, inesperadamente,  empezó a tocar un fado cuya letra tenía algo que ver con la vida vacía y putañera de Lanzarote"

El fado es tristeza lusa, la perpetua melancolía de la guitarra. El rey Artús puntea un fado que parece un tango, un fundido en negro para cambiar de asunto en el relato, a la manera que los clarines y timbales indican el cambio de tercio. La materia narrativa gira, pone el foco en una estatua que estorba. Se trata del escamoteo del almirante Ballantyne. La figura tallada en material noble representa un insulto para la conciencia nacional, herencia primitiva de los antepasados. Algún desocupado político de la vieja casta (“castuza” los denominan los de la nueva, con ánimo de ofender) ha hurgado en los monumentos de Castroforte y ha descubierto que Ballantyne era un irlandés al servicio de Napoleón. Con ese nombre de cubalibre de ginebra pocas cosas mejores se pueden ser. Como no hay problemas entre la población, tenemos que crearlos. A santo de qué los mierdas, los miembros numerarios de la Tabla Redonda van a ser los únicos en saber quién fue el almirante de la estatua. Como al pueblo, la chusma o ente indeterminado, solo le interesa el bulto, cambiamos la lápida por otra envejecida, oxidada de pega, que ponga grabado:  “A los héroes del Callao”. Asunto resuelto. Es de conocimiento general que únicamente los forasteros pierden el tiempo leyendo las lápidas explicativas a los pies de los monumentos. 


"A dónde vas?" [...] "Un momento a la Colegiata, y, de paso, a traer limones"

Claustro del monasterio de los Jerónimos. Lisboa.

Aquella noche Belalúa entra en depresión por el trabajo. Dirige los pasos a casa de Bernardina la Galante, a curarse de la traición al pueblo y a sus amigos. Ella le cuenta que el barrio de Pombal anda revolucionado porque don Acisclo amenaza con meter en el convento a todas las mujeres del partido, “hermanitas del toma y daca.” Se trataba de un bulo, pues durante esos días don Acisclo estaba atareado en pregonar la reciente agresión en cuadrilla, el sindiós de volver a los tiempos antiguos del Pernales. El instinto de supervivencia da alas a su repertorio dialéctico, como se demostró aquella tarde con Manolito el Seminarista y el loro de testigos, organiza su muestrario de oratoria en torno a los siguientes puntos: 
 Primero: Manolito no es responsable de ser atraído por Julia, de la misma forma que el hierro no tiene responsabilidad al abalanzarse sobre el imán. 
Segundo: los actos cometidos sin libertad no obligan a reparación con lo cual Manolito está exento de obligaciones, matrimonio o compromiso con Julia. 
Tercero: tanto el sacerdocio como el matrimonio provocaría la muerte de su madre. 
Cuarto: el matrimonio no es garantía de correcta conducta moral. “Bien es sabido que todos los casados se cansan de sus esposas y empiezan a buscar el placer fuera de casa”. Los que no lo hacen es por miedo, pereza o falta de imaginación. 
Y Quinto: pasado un año de la ordenación in sacris, bien porque Julia se hubiera casado con otro o porque Manolito se hubiese despeñado por el abismo al que llevan las costumbres livianas,  el lo traería a su vera para cultivar el arte de acariciar el piano, sustituir a las damas que lo aporrean. Estas perspectivas de futuro dejan turulato al mancebo de abundante corazón y escasa mente. Dicho y hecho, don Acisclo manda a un monaguillo con un recado para Julia. La recibirá, sermoneará y despachará en la Colegiata. 



 "En el convento de Santa Clara hay trescientes celdas vacantes"

"Claustro del monasterio de Batalha"

Julia se dirige a la cita en un día oscuro bajo la lluvia, el agua se apresura calle abajo. De paso traerá limones maduros. Asustada por los ecos del taconeo al andar, multiplicados por la oscuridad, la resonancia en las bóvedas y el rebote del sonido en las paredes desnudas. La recibe la voz de un monaguillo revestido. Ella se acerca al Corpo Santo. Se arrodilla en la capilla en un reclinatorio forrado de pana roja. Siente los pasos autoritarios como de una orden que se acercan, tras ellos aparece la figura de  don Acisclo que con la rapidez del trueno después de una exhalación le sujeta el brazo y la empuja, la acorrala  contra la pared. 

Don Acisclo la acusa de ser una bruja, la encarnación de la lujuria. De querer robar un sacerdote a Jesucristo, almas al Señor. De ser un diablo que pone una trampa bajo los pies de un inocente. Julia protesta, rechaza la acusación y manifiesta que el tiene una obligación que cumplir por robar su honra. El clérigo justifica al seminarista. ¿Qué va a escoger un hombre enredado en una lucha tan desigual entre la sierpe de la lujuria con cuerpo de hembra por un lado y su madre y Dios por otro? Confiesa que el mismo cayó en la tentación, pero lo salvó un loro. Ahora es el quien salva de la perdición a Manuel. Don Acisclo sale a la lluvia en estampida, jurando en arameo cuando ella rechaza el ofrecimiento de salvación si ingresa en el convento con trescientas plazas libres. 


y entre palmas y fandangos
la fue enredando,
le trastornó el corazón.
Y en las playas de Isla
se perdieron los dos.
Donde rompen las olas
besó su boca
y se entregó.
Carlos Cano/ Amalia Rodrigues 





Este comentario pertenece al grupo de lectura colectiva que desde La Acequia coordina y dirige su autor, el profesor Pedro Ojeda Escudero.



4 comentarios:

Pedro Ojeda Escudero dijo...

¡Mira que había plazas libres en el convento!
Leer así, con calma y a sorbitos esta obra es disfrutarla más.
Magníficas las ilustraciones.

Gelu dijo...

Buenas noches, pancho:

Ya ves, a Annibal Mario, la elección como Rey Artús le había quitado de encima 10 ó 12 años (pág.257)
Enlazo ‘Fado dos fados’
En el portal de la casa de mi abuela había un llamador como el de la fotografía, en negro.
Había que dar tantos golpes como el piso correspondiente al que se quería avisar. El cartero, por ejemplo, cuando aún no había buzones para el correo.
Te dejo un enlace con fotos de aldabas.

Un abrazo

Abejita de la Vega dijo...

Pobre Julia, con lo buena que es, terrible acusación. La única que se apiada del desgraciado de Pepiño, al o mejor es que no he llegado al capítulo en que se torna mala.
Portugal merece una visita, los de Salamanca lo tenéis muy cerca, qué suerte. Hermosas fotos, lo del aldabón grafiteado...

Un abrazo

Paco Cuesta dijo...

La mezcla de elementos religiosos con los de índole sexual dan como resultado fantasía e ironía.
Un abrazo