jueves, 24 de septiembre de 2015

La saga/fuga de J.B. (17) Gonzalo Torrente Ballester. Renacen las plantas





"Eso mismo me pregunto desde entonces.¿Por qué?"


La saga/fuga de J.B. (17) 
Gonzalo Torrente Ballester 

Aquella mañana Jesualdo se acerca a casa de Lilaila con la sortija de compromiso: “un enorme brillante montado en platino por Cartier y comprado en la Quinta Avenida.” Clotilde les regala más solera, la cruz de Carolina Soto. La boda ha de ser por los Idus de Marzo. El lío gordo está montado: dos hombres que pretenden a la misma mujer. “Cuchillos afilados para la muerte, pistolas cargadas para el disparo nocturno.” Ruido de facas que cortan el aire en seco, las cosas del querer. Viejas rencillas, odios ancestrales heredados de caínes y abeles. Barallobres y Bendañas. 

 A don Acisclo le llegan rumores del conflicto a través de las rejillas del confesionario. Desde ese momento un renacuajo remueve las aguas del cerebro con su cola despertando imágenes dormidas. La justicia trascendente exige que el muerto sea Barallobre. El clérigo ya se ve a sí mismo transmutado, un ejemplar único “portador de la muerte e irradiando luz de victoria.” La ceguera de la dama justa puesta en evidencia. Don Acisclo, que entró en la ciudad acompañando a las tropas de Bendaña para sofocar la proclamación de la republiquita de tres al cuarto, le cuenta al Poncio que los alborotadores habían propuesto a Barallobre como presidente. La gente de orden no lo fusila, vaya usted a saber por qué. Agua pasada, cuento muerto para el Poncio, lo que importa ahora es evitar que los dos se maten. También Pura muestra su preocupación, ahora que parecía que tenía a Lilaila bien colocada con el rico americano. Una boca menos que mantener en casa. 




"Desde el momento de oírlo,  le bullía algo muy movedizo en el meollo."


Nutridas bandadas de molestos estorninos que nublan el sol se abaten sobre la población. Acobardan al loro Belcebú y obligan a don Acisclo y a la criada a cerrar ventanas después de haber echado a escobazos a la noche pausada a unos cuantos. Un estornino atolondrado golpea la cabeza de don Jacinto Barallobre, otro se choca contra la ventana y cae al suelo. A don Anibal Mario le revolotean por el sombrero. El loro Perfecto afirma no tener nada que ver con estas aves chillonas, que sólo saben piar en continuada queja permanente. El ruido a papeles arrugados del tejado no deja pegar ojo a Bastida en toda la noche. Para el Espiritista una congregación de espíritus se cierne sobre Castroforte. Toda la gente cierra puertas y ventanas, pero los pájaros se tiznan más de negro al meterse por las chimeneas. Se corre la voz de que vienen a sustituir a las lampreas en su labor de reciclaje. 

Un tabernero hace suyo el dicho de que ave que vuela a la cazuela y anuncia pajaritos fritos en la pizarra del bar. La Voz se hace eco de la plaga que les asola y calcula que si “cada ciudadano se comiera un ciento diario, quedaban estorninos para dar y tomar.” Ofrece distintas recetas para guisarlos. La abundancia de materia prima caída del cielo, sin embargo, no compensa al erario porque si bien arregla un poco el secular problema del paro al contratar operarios de escaso escrúpulo olfativo para recoger excrementos, es mayor el daño que causan las aves en los bienes públicos y privados. Incluso se ha entablado un verdadero struggle for life (lucha por la supervivencia) entre las lampreas y los estorninos.

La batalla cruenta la descubre un muchacho que viste una chaqueta de color castaña, pantalón gris, sweater beige y que lleva un lobanillo ostentoso en la oreja izquierda un día de novillos que había cambiado la escuela por un paseo junto al río con tres colegas. Matan el tiempo fumando y hablando de la más guapa de la clase; si le habían visto el chocho o las tetas un día mientras lavaba el pañuelo en las aguas cristalinas de un regato. Observan fascinados a cientos de estorninos que se lanzan en picado como camicaces nipones contra las lampreas y no vuelven a salir. Los peces los atrapan y los llevan a los palacios ocultos del cieno. Dramática “operación de arrancar ojos y sumergir aves a que los dos bandos con frenesí se entregaban.” 

La batalla aeronaval, los hechos insignificantes que conforman el día a día y la historia de los pueblos, termina a la mañana siguiente cuando los estorninos toman las de Villadiego, hasta luego Lucas,  siguiendo su camino más al sur. Se hace el silencio. 



Hoy todo ha pasado. 
 Renacen las plantas. 
 Un himno a la vida 
 los arados cantan.
Le Pera/Gardel





Este comentario pertenece al grupo de lectura colectiva que desde La Acequia coordina y dirige desde hace unos cuantos años su autor, el profesor Pedro Ojeda Escudero.


martes, 15 de septiembre de 2015

La saga/fuga de J.B. (16) Gonzalo Torrente Ballester. Lejano amor.





"Pero, claro, para que lo admirasen tendría que haberse dejado matar en el treinta y seis, y, de haberlo hecho así, no estaría ahora Bendaña escuchando la música, ni nosotros metidos en la niebla"


La saga/fuga de J.B. (16)
Gonzalo Torrente Ballester

La junta de la Real Sociedad Santa Lilaila de Músicos y Poetas acuerda que la rondalla dé una serenata de bienvenida al “descolado mueble viejo” que regresa. A pesar de la niebla entonan Volver, el tango de la nostalgia por el primer amor que nunca se olvida:
Volver con la frente marchita
Las nieves del tiempo
Platearon mi sien
Un tropel de gente sigue a la rondalla por las calles del pueblo, paran a la puerta del pazo de Bendaña cuyo titular escucha la interpretación en su honor acodado en el barandal. Melancolía ante el desguace de las jubilaciones.

Bohor rompe el silencio con su vozarrón de macho joven. ¡Bienvenido! –Grita- y la gente lo premia con una salva cerrada de aplausos. Bastida piensa que esta apoteosis del enemigo va a sentar mal a Barallobre. Claro que eso le pasa por salvarse de la quema, no dejarse matar en el treinta y seis.

Cuando Bendaña conmovido toma la palabra para lanzar el consabido “Me falta la voz para daros las gracias, ” en lugar de inventar otro “Como decíamos ayer”, oleadas olvidadas de deseo que reaparecen como enjambres de avispas furiosas arañan las entrañas de Julia. Las ventanas de la plazuela y de la plaza de los Marinos Efesios se abren de par en par, las siluetas difusas de las mujeres abrigadas flotan en la niebla como maniquíes inmóviles revestidos para la temporada de invierno. Mientras tanto los acordes de la Danza Quinta ganan los espacios de la plazuela para sus armonías meridionales. A Lilaila, vestida de ingravidez y trasparencia no usada, le tiemblan las canillas más de emoción que de frío. Bastida siente por los pies los temblores trémulos de la creación. El ritmo llama a las imágenes y a las palabras trenzadas de los versos, como las piedras milenarias tramadas de arte rural e intemperie en la fábrica de una pared de carga. Bastida hace un soneto del impulso, anota el soneto de su vida en un papel arrugado que saca del bolsillo para que no se le olvide. El mismo gesto de don Antonio al escribir su último verso: “Estos días azules y este sol de la infancia.”



"Al escribir sobre aquella blandura, el lápiz rasgaba el papel"

Bastida se va a casa, oye a través de la puerta cerrada que Julia llama a su madre al llorar, pero sin vocativo, usando el nombre como materia verbal de una exclamación apenada. Como él no es su madre, pasa de largo y se mete en su habitación. Al pasar a limpio el soneto, descubre que entre los versos escritos está la clave del misterio de JB, que no su explicación. El soplo original que sacude al artista para dar vida a la materia inerte, el hálito divino que enalteció el barro en el principio del hombre, que nos extrajo de la inmovilidad permanente por imposición de manos. Bendaña ha venido porque tenía que venir por los Idus de Marzo y sanseacabó.

Barallobre y Bendaña observan entre visillos la calle repleta de mujeres amilagradas y chiquillos. El novio de Lilaila ha llegado por la noche y ella va a subir descalza a la colegiata para cumplir una promesa. 

A continuación siguen unas páginas que requieren aún más concentración a la lectura -siempre atenta en este libro - si no quieres volverte loco de aturuxa. Investigar cómo el autor se las arregla para contar tres historias a la vez. Tres momentos distintos entrecruzados en el mismo espacio. Distintos niveles de lengua y maneras de narrar. La subida de Coralina a la Colegiata en paralelo a la silenciosa ascensión a las alturas de Lilaila y el  solemne advenimiento del Cuerpo Santo Iluminado en barca en la neblina del tiempo a manos del primer Barallobre, remero galeote, quinientos años más tarde de la victoria de Emilio el Romano un día de luna crecida. Una obra de arte literaria de la descripción de personajes y mezcla de estilos, a veces solemne, a veces narración coloquial: “Por fin, depositaron en el ara blanca, intacta, la urna del Cuerpo Santo, y allí mismo cantaron un tedéum.” “Se prosterna delante de la entrada y don Apapucio (Pafnucio) le da con la puerta en las narices.” Y el Tortugo:  ¡E tantarantán, e nada nos dan! La voz que entona, el cajón que marca la diferencia en el ritmo.




"El viento marinero trae con su salitre ecos de letanías que vuelan por encima de las aguas tranquilas"

Formaciones de mendigas se aproximan a Coralina como falanges tebanas para pedirle una limosniña: “A mín, a mín, a mín.” “Viejas terrosas, viejas sanguinolentas, viejas pálidas de tez negra, gritonas, chillonas tienden la mano: A mín, a mín. Manos callosas, sarnosas, descabaladas, como garras, como sarmientos, como garfios: palmas sin dedos, muñones cárdenos o sangrientos, muñones que muestran esquirlas del cúbito y del radio.”

El ascenso de Lilaila descalza a la Colegiata destaca por su mutismo, la gente del pueblo extiende ropas en la calle para que no pise las piedras frías; Clotilde desenrolla las mejores alfombras de la casa. Ella no habla en toda la subida sino al final para el insulto: “Imbécil” y rogar la soledad dirigiéndose al Deán: “¿Quiere dejarme sola?”


Lo que daría por verte, 
de nuevo aquí, 
lejano amor, dueño y señor, 
no soy feliz. 

No hay pena como soñar 
que nos morimos de sed 
y ver el agua pasar 
y no poderla beber.
Rafael de León





Este comentario pertenece al grupo de lectura colectiva que desde La Acequia coordina y dirige desde hace unos cuantos años su autor, el profesor Pedro Ojeda Escudero.


martes, 8 de septiembre de 2015

La saga/fuga de J.B. (15) Gonzalo Torrente Ballester. Vagas lejanías




"Imágenes de un mundo en que no hubiera más que mujeres"


La saga/fuga de J.B. (15) 
Gonzalo Torrente Ballester 

La teoría de la creación de niños por destilación a través de alquitaras llega a oídos de don Acisclo desvariada. El misterio se congrega en el confesionario. Es la mujer de Galaor la que acude al sacramento y le confiesa que su marido, por miedo a la desaparición de las hembras, se ha lanzado a hacer uso de la suya con verdadera incontinencia que para el confesor traspasa la línea roja del cumplimento conyugal (quatuor eadem nocte; cuatro en la misma noche en romance) con variantes y exigencias que a ella se le antojan más pecaminosas de lo acostumbrado. 

En vista de que la verdad inicial se ha modificado al ir y venir de boca en boca, don Acisclo se presenta en casa del boticario, don Perfecto, al objeto de ir directo a las fuentes originales: la colección de revistas científicas francesas que guarda en el sanctasanctórum de la ciencia en Castroforte. De vuelta a casa se pone a redactar un sermón condenatorio de cualquier intento de reproducción del género humano fuera de los métodos naturales estimados por la tradición y por los doctos. Pero las ideas brillantes se resisten a brotar de la mente, seguramente porque ya le rondaban por la imaginación imágenes subterráneas que lo estorbaban. Ya veía en su intelecto un mundo exclusivo de mujeres organizadas en conventos y orquestas; “de este mundo se habrían excluido, entre otros objetos, las jeringas, las lavativas, las mangarriegas, los volcanes, las fuentes de surtidor, los grifos del agua o del vino, y todo cuanto implicase expulsión de líquidos en chorro o gota a gota.” 

Los encargados del gobierno de esas sociedades deberán tener cualidades intelectuales y morales únicas, fotocopia del propio don Acisclo, repetición y multiplicación bioquímica del mismo modelo. Era su oportunidad de perdurar, de gobernar el mundo y ser el único hombre sobre la tierra, una vez excluidos todos los varones por innecesarios. Su íntima y original utopía aflora desde los rincones más secretos y escondidos del alma. 



"Una sociedad de la que se habrían excluido los varones por innecesarios"


 Es una lástima que el clérigo renuncie al sermón porque la teoría no esté bien anclada. Los parroquianos echan de menos la posición clara del clero, alejada del modo subjuntivo carente de objetividad cuando no paran de llegar  rumores desde los Estados Unidos que ya están listas las probetas de plástico de las que saldrán las nuevas criaturas de dos en dos. 

 Lanzarote ruega a José Bastida que escriba algo sobre el asunto, pues el infundio ya ha llegado a las tabernas y mercados. El mismo Castroforte corre peligro de desaparición el día en que la patraña alcance y penetre en las clases populares. Bastida promete ponerse manos a la obra esa misma noche. Como carece de conocimientos de jerga de biólogos, le pide al boticario su colección de revistas y en un par de horas escribe un artículo, incluso con una entrada presentando al autor como uno de esos sabios investigadores españoles desparramados por el mundo que publican en las revistas científicas mejor consideradas y en espera del Premio Nóbel. Según el sabio la cosa va para largo, pasarán al menos mil años antes de conseguir un cromosoma proporcionado, al ser el actual del tamaño de un chícharo, tiene suficiente material genético para crear un mastodonte porque la verdadera dificultad no radica en hacer la síntesis sino en lograr el germen del tamaño exacto para producir género humano. Ahí radica el verdadero peligro de una producción que repueble el mundo de dinosaurios plesiosauros y gigantescos toros prehistóricos con grave perjuicio para los toreros de arte, alma cascabelera apuñalada de miedo y acostumbrados a reses chicas. 

 El Poncio queda tan satisfecho del artículo que le da veinte duros de los fondos reservados, con tan mala suerte que se quedan en el camino, entre los dedos huéspedes de algún comisionista intermediario. Desde los tiempos de Mitriades -por citar a alguien desconocido y remoto- pasa lo mismo en estas tierras del sur de Europa. Los que quieren vivir a costa de los demás, engañando, estafando. Se valora más al trepa allegado, a la  picaresca que al trabajo honrado y bien hecho para ganarse la vida. 




"Lo importante es precisamente el orden, el del cosmos, el de la sociedad, el de la música."


 La tranquilidad del Poncio no es duradera. La inquietud surge de nuevo de la niebla en una noche en que los ríos Baralla y Mendo escupen neblina que se espesa al llegar el atardecer. Un caballero de aspecto llamativo,  tocado de boina y  gabardina entra a todo correr en Castroforte por el camino de Villasanta. Va de taberna en taberna contando que ha visto un coche aparcado en el pazo de Bendaña. Bien puede tratarse de don Jesualdo el Americano. Trae la baca del taxi cargada hasta los topes de maletas extranjeras. Al pagar el servicio no tiene pesetas, los dólares entusiasman al taxista. 

 El regreso de don Jesualdo Bendaña trastoca la rutina, el caos de la armonía invertida. El orden caótico de los habitantes de Castroforte, amalgama de soldados rasos y generales, directores de rondalla y solistas de violín. Escritores de sueltos y propios. El loro Belcebú, periódicos leídos. Galios y godos. Inmigrantes y nativos. El hermano Agatocles, Robespierre. El falsificador de moneda. Burlador de la censura, el reino del lápiz rojo. Golondrinas de un solo verano.

Criollita de mi pueblo, pebeta de mi barrio, 
La golondrina un día su vuelo detendrá; 
No habrá nube en sus ojos de vagas lejanías 
Y en tus brazos amantes su nido construirá. 

Su anhelo de distancias se aquietará en tu boca 
Con la dulce fragancia de tu viejo querer... 
Criollita de mi pueblo, pebeta de mi barrio, 
Con las alas plegadas también yo he de volver.
Carlos Gardel






Este comentario pertenece al grupo de lectura colectiva que desde La Acequia coordina y dirige desde hace unos cuantos años su autor, el profesor Pedro Ojeda Escudero.



jueves, 3 de septiembre de 2015

La saga/fuga de J.B. (14) Gonzalo Torrente Ballester. Daños a terceros





"Le equiparaba tan exactamente a un espantapájaros que a poco viento que hiciese le venía la tentación de ponerse a menear brazos y piernas contra los inocentes e inexistentes pajarillos"

La saga/fuga de J.B. (14) 
Gonzalo Torrente Ballester 

La idea soluble de que los niños salgan de los alambiques no es nueva para José Bastida, la viene madurando desde el día en que pillaron a don Celso Taladriz en un acto indecente con un menor pagando aranceles sin daños a terceros. Cuando los primeros niños salgan por destilación, todas las especies ignoradas, incluidas en el género neutro o marica (a la busca de la centralidad en todo) se lanzarán a estudiar Biología como fieras y se harán con el control de los laboratorios. Como consecuencia del asalto desde  la acera de enfrente, empezará a mermar el nacimiento de hembras para desaparecer a la larga. ¿Para qué mujeres si ya no hacen falta para renovar la especie? La amenaza sombría de una humanidad sin mujeres planea aquella noche sobre el colectivo entristecido de los miembros de la Tabla Redonda. Las mentes desecadas por el futuro incierto del erotismo sin género femenino. 

La entrevista es crucial ya que del resultado depende la pitanza. Mejor andar con pies de plomo. José Bastida tiene la sensación de encontrarse ante una casa conocida y olvidada. Un bosque de la infancia, la puerta del primer amor. La fachada regular de piedra esconde una compleja arquitectura, concebida para alejar toda forma racional de espacio interior hasta entonces conocido. Mutismo y seriedad, representación del caos. “Espacios caprichosos que subían bajando y bajaban subiendo.” 

José Bastida viene dispuesto a aceptarlo todo, también que Clotilde sea eterna, como sostiene su hermano, Jacinto Barallobre, o los intentos “de explicarse lo inexplicable o admitir lo inadmisible.” Incluso someter sus conocimientos a examen, una continuada reválida de sus creencias, porque los mitos no son nada por sí mismos, solo significan algo si nosotros los encarnamos. Los mitos ejercen de faro y guía si el hombre los reivindica. 





A qué orden de figuras pertenece? Al mismo que el Manco de Lepanto"

 ¿A quién llamamos el nieto de las ondas? ¿Cree que el sacrificio religioso es, propiamente hablando una metáfora? ¿Ha oído hablar de los Idus de Marzo? Las respuestas a semejantes cuestiones nos dirigen a Jesualdo Bendaña, desterrado político que no lo será eternamente,  como tampoco lo fue Barallobre que sobrevivió, se salvó de la quema en el treinta y seis. Un político apestado abandona la Tabla Redonda en el 36, salva el pellejo como puede: traiciona. A cambio se libra de abrir boquetes en la tierra, no cava trincheras de defensa. Se mete en la cueva, sube a las campanas, toca a rebato y se encierra con el Cuerpo Santo cuando ya las tropas mandadas por Bendaña cruzaban el río por el vado del Baralla. Paso secreto, solo conocido por Bendaña. De nuevo un Bendaña entrando en la ciudad y un JB que les hurta el Cuerpo Santo. 

 En la biblioteca Clotilde les prepara la merienda. Bastida clasifica las viandas en “lo cocido, lo crudo y lo misterioso.” Aprovecha para exponer otra de sus ideas solubles, un temor sólido sobre el tiempo que no convence a Barallobre, tal vez porque la exposición de Bastida carece de profundidad, con trabazón únicamente poética, desatendiendo la lógica, Más pendiente de crear una metonimia que de armar un silogismo. 

 No hay tira y afloja en cuanto al sueldo porque aquella tarde Bastida saca la barriga pobre con la merienda. Pero detrás de la tarde viene el entripado de la noche acompañado de bascas y sudores fríos. Un torzón que parece algo más serio que un empacho. “Una noche incómoda en que la mente de Bastida se sentía tan sumisa al paquete intestinal, que ni pensar podía durante los intervalos de un viaje al retrete y otro viaje; noche ominosa, de pesadillas fisiológicas e intermedios de fatiga, de la que amaneció cansado y un poco más flaco todavía, mal color, lengua gorda y pesadez de cabeza.” 



"Acabó quedándose absorto ante aquella magnificencia"

De bien poco le sirve porque el casero, enterado de que Bastida tiene trabajo fijo, aprovecha para sacarle las entretelas, cobrarle todo lo que le debe. El Espiritista, padre de Julia, no tiene compasión. Después de la negociación de las condiciones, aceptaciones y renuncias, nuevas propuestas y cálculo de excedentes concluyen en que Bastida siga en el mismo mechinal de siempre: la habitación bajo tejavana. Condiciones leoninas neoliberales, ferocidad contra el griego que no paga lo que debe. Entrega de la totalidad del sueldo hasta saldar el débito. ¿Qué es eso de la quita? Ni un gramo de corazón con el deudor. Ni siquiera para hacerse un traje para el trabajo o comprarse ropa interior que le quiten de encima el aspecto de pobre de pedir. La intervención de su hija tampoco consigue blandura, continúa firme en la exigencia de sus derechos indiscutibles sobre los sueldos futuros de Bastida. Si el deudor tiene que comprar ropa, que lo haga al fiado si es que alguien le presta con la fama de gorrón que se ha echado encima por ir todas las noches al café y seguir fumando como un trabajador honrado y buen pagador. Menos mal que el pillín de JB confiesa un jornal de quinientas pesetas menor y con ellas puede hacer frente a los plazos del sastre, pagar al contado unos zapatos nuevos y unos calcetines y no tener necesidad de lavarlos todas las noches y zurcirlos por la mañana, casi siempre húmedos, como había hecho desde tiempos remotos. 

Tanta tacañería y falta de caridad, llevan a Julia a amenazar con tomarse un veneno, dejar de respirar un rato largo o dedicarse a “vivir de su cuerpo en las casas de la vida.” Cuando llega a sus oídos la versión sobre la inminente desaparición de las mujeres, se presta a ser de las primeras en desaparecer, total las mujeres no vienen al mundo más que a sufrir.


Nones, porque no quiero 
que tus pezones me requisen las despedidas de soltero, 
ni que me pisen por segunda vez, 
con daños a terceros, señor juez. 
Mantis religiosa, pantis gaseosa, 
botas con media suela rota a fin de mes. 
Las vecinas se han sentado a ver 
cómo agoniza el del noveno B, 
entre vírgenes milagrosas.
Joaquín Sabina


Este comentario pertenece al grupo de lectura colectiva que desde La Acequia coordina y dirige desde hace unos cuantos años su autor, el profesor Pedro Ojeda Escudero.