martes, 15 de septiembre de 2015

La saga/fuga de J.B. (16) Gonzalo Torrente Ballester. Lejano amor.





"Pero, claro, para que lo admirasen tendría que haberse dejado matar en el treinta y seis, y, de haberlo hecho así, no estaría ahora Bendaña escuchando la música, ni nosotros metidos en la niebla"


La saga/fuga de J.B. (16)
Gonzalo Torrente Ballester

La junta de la Real Sociedad Santa Lilaila de Músicos y Poetas acuerda que la rondalla dé una serenata de bienvenida al “descolado mueble viejo” que regresa. A pesar de la niebla entonan Volver, el tango de la nostalgia por el primer amor que nunca se olvida:
Volver con la frente marchita
Las nieves del tiempo
Platearon mi sien
Un tropel de gente sigue a la rondalla por las calles del pueblo, paran a la puerta del pazo de Bendaña cuyo titular escucha la interpretación en su honor acodado en el barandal. Melancolía ante el desguace de las jubilaciones.

Bohor rompe el silencio con su vozarrón de macho joven. ¡Bienvenido! –Grita- y la gente lo premia con una salva cerrada de aplausos. Bastida piensa que esta apoteosis del enemigo va a sentar mal a Barallobre. Claro que eso le pasa por salvarse de la quema, no dejarse matar en el treinta y seis.

Cuando Bendaña conmovido toma la palabra para lanzar el consabido “Me falta la voz para daros las gracias, ” en lugar de inventar otro “Como decíamos ayer”, oleadas olvidadas de deseo que reaparecen como enjambres de avispas furiosas arañan las entrañas de Julia. Las ventanas de la plazuela y de la plaza de los Marinos Efesios se abren de par en par, las siluetas difusas de las mujeres abrigadas flotan en la niebla como maniquíes inmóviles revestidos para la temporada de invierno. Mientras tanto los acordes de la Danza Quinta ganan los espacios de la plazuela para sus armonías meridionales. A Lilaila, vestida de ingravidez y trasparencia no usada, le tiemblan las canillas más de emoción que de frío. Bastida siente por los pies los temblores trémulos de la creación. El ritmo llama a las imágenes y a las palabras trenzadas de los versos, como las piedras milenarias tramadas de arte rural e intemperie en la fábrica de una pared de carga. Bastida hace un soneto del impulso, anota el soneto de su vida en un papel arrugado que saca del bolsillo para que no se le olvide. El mismo gesto de don Antonio al escribir su último verso: “Estos días azules y este sol de la infancia.”



"Al escribir sobre aquella blandura, el lápiz rasgaba el papel"

Bastida se va a casa, oye a través de la puerta cerrada que Julia llama a su madre al llorar, pero sin vocativo, usando el nombre como materia verbal de una exclamación apenada. Como él no es su madre, pasa de largo y se mete en su habitación. Al pasar a limpio el soneto, descubre que entre los versos escritos está la clave del misterio de JB, que no su explicación. El soplo original que sacude al artista para dar vida a la materia inerte, el hálito divino que enalteció el barro en el principio del hombre, que nos extrajo de la inmovilidad permanente por imposición de manos. Bendaña ha venido porque tenía que venir por los Idus de Marzo y sanseacabó.

Barallobre y Bendaña observan entre visillos la calle repleta de mujeres amilagradas y chiquillos. El novio de Lilaila ha llegado por la noche y ella va a subir descalza a la colegiata para cumplir una promesa. 

A continuación siguen unas páginas que requieren aún más concentración a la lectura -siempre atenta en este libro - si no quieres volverte loco de aturuxa. Investigar cómo el autor se las arregla para contar tres historias a la vez. Tres momentos distintos entrecruzados en el mismo espacio. Distintos niveles de lengua y maneras de narrar. La subida de Coralina a la Colegiata en paralelo a la silenciosa ascensión a las alturas de Lilaila y el  solemne advenimiento del Cuerpo Santo Iluminado en barca en la neblina del tiempo a manos del primer Barallobre, remero galeote, quinientos años más tarde de la victoria de Emilio el Romano un día de luna crecida. Una obra de arte literaria de la descripción de personajes y mezcla de estilos, a veces solemne, a veces narración coloquial: “Por fin, depositaron en el ara blanca, intacta, la urna del Cuerpo Santo, y allí mismo cantaron un tedéum.” “Se prosterna delante de la entrada y don Apapucio (Pafnucio) le da con la puerta en las narices.” Y el Tortugo:  ¡E tantarantán, e nada nos dan! La voz que entona, el cajón que marca la diferencia en el ritmo.




"El viento marinero trae con su salitre ecos de letanías que vuelan por encima de las aguas tranquilas"

Formaciones de mendigas se aproximan a Coralina como falanges tebanas para pedirle una limosniña: “A mín, a mín, a mín.” “Viejas terrosas, viejas sanguinolentas, viejas pálidas de tez negra, gritonas, chillonas tienden la mano: A mín, a mín. Manos callosas, sarnosas, descabaladas, como garras, como sarmientos, como garfios: palmas sin dedos, muñones cárdenos o sangrientos, muñones que muestran esquirlas del cúbito y del radio.”

El ascenso de Lilaila descalza a la Colegiata destaca por su mutismo, la gente del pueblo extiende ropas en la calle para que no pise las piedras frías; Clotilde desenrolla las mejores alfombras de la casa. Ella no habla en toda la subida sino al final para el insulto: “Imbécil” y rogar la soledad dirigiéndose al Deán: “¿Quiere dejarme sola?”


Lo que daría por verte, 
de nuevo aquí, 
lejano amor, dueño y señor, 
no soy feliz. 

No hay pena como soñar 
que nos morimos de sed 
y ver el agua pasar 
y no poderla beber.
Rafael de León





Este comentario pertenece al grupo de lectura colectiva que desde La Acequia coordina y dirige desde hace unos cuantos años su autor, el profesor Pedro Ojeda Escudero.


1 comentario:

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Lo malo de este parecer disparatado es que puede resultar real...
De Gardel a Imperio Argentina. Qué grande.