lunes, 6 de julio de 2015

La saga/fuga de J.B. (13) Gonzalo Torrente Ballester. Coleccionar estatuas





"Siéntese, siéntese, pórtese como en su casa"

La saga/fuga de J.B. (13)
 Gonzalo Torrente Ballester 

La Casa del Barco es un lío, resiste a todo intento de explicación geométrica. Como si cada sucesivo morador hubiera querido embarullarla un poco más con sus añadidos arquitectónicos personales. Los golpes secos de la llamada de José Bastida desde la puerta se pierden en ecos repetidos a lo largo de corredores y crujías, tomando vueltas y revueltas, salvando altos y bajos, esquivando agujeros y rincones. 

El recién llegado identifica sonidos de trote corto, reconoce pisadas humanas y distingue un revoloteo de ave inquieta procedente del interior del inmueble.

 “¡Pase, pase! Estos animalitos son inofensivos, son las mejores personas del mundo” Repite Clotilde con voz trémula, tratando de convencer a José de las bondades del burro Ballantyne, de Obispo el loro, el gato Balseyro y del perrito Joaquín, habitantes todos por derecho propio del ilustre y destartalado caserón. Ella quiere prevenir a José Bastida sobre su hermano antes de la entrevista. Le observa que es feo, pero de ojos bonitos. Algo que no le afecta porque ya se lo decía su madre de chico. Bueno, le decía que era listo y ya sabemos que las dos cosas juntas (inteligencia y belleza) en la misma persona envenena de envidia a los demás. 

Clotilde señala que su hermano es un sinvergüenza mujeriego. Un Don Juan, un Marqués de Bradomín. Pero sostiene que la culpa es de ellas. Qué es eso de venir a la Colegiata a deshoras, “a horas en que no hay nadie, a horas en que no hay misa ni rosario, ni siquiera beatas, y entrar y desaparecer.” 

 Ella espiaba entre visillos las idas y venidas de aquellas desvergonzadas. Ahora teme el día en que todos los maridos dotados de cuernos sin fundas hasta las nubes se unan y cargados de razón intenten “arrebatar el cuerpo pecador de Barallobre y conducirlo a la horca sin muchos miramientos.” 

 En definitiva,  lo que quieren proponerle a José Bastida es un contrato de secretario de Jacinto Barallobre. Que haga el trabajo delicado de copista de cartas antiguas. Nadie como él en Castroforte, él  que sabe gramática y que escribe artículos sobre la estirpe de los Jota Be. Le recomienda que le ayude a perder el miedo, pues ya las cosas no están como en el 36 (¡Arderéis como en el treinta y seis!) en que lo estaban buscando. 



"Bastida, alerta la mente, aguzada su conciencia gramatical, seguía los meandros de la sintaxis de Clotilde"

 La casa cuenta con un pasadizo secreto que parte de la biblioteca y que va a morir detrás del Cuerpo Santo. Jacinto va y viene por él, totalmente despreocupado del vaivén, derecho a conquistar, consumar a sus víctimas y volver a salir. Todo muy rápido para que no dé tiempo a más y los maridos no sepan cómo se entra al antro. 

 El gato, Brujo Balseyro, se entretiene en arañar la seda de la butaca llena de pelos de gato en la que estaba tumbado. De repente, deja de hacer el mal y se encarama de un brinco a lomos del Almirante. Desde esa atalaya asiste sin pestañear a la conversación del ama con J.B. hasta que Clotilde llama a voces a su hermano dando por terminada la conversación. 

 Desde la posición en que están parten dos escaleras: oscura la una e iluminada la otra. Almirante, medio asustado por el efecto acústico de aquella caja de resonancia, toma las de Villadiego por la sombría. Su trote apocado se une a la potencia sonora del lugar como si fuera una banda de tambores rompiendo la hora en el Bajo Aragón. 

 La alteración acústica se explica fácilmente por el modo de pronunciar reforzado de Jehová que hace las consonantes oclusivas,  atronadoras; las fricativas, caricias de la piel de puro suaves; las sibilantes, recién salidas de un nido de sierpes mitológicas (hagan ustedes la prueba si quieren con los sonidos consonánticos de: PETAKA, BODEGA Y FIJEZA.) 




"Le advierto que soy bastante miope." ¡A esos ojos tan hermosos no se les puede escapar nada!"

Bastida envidia el porte de Jehová: esa bata gris, el pañuelo de seda verde y las gafas sin poner por encima de la frente. Se imagina que así vestido parecería un Jota Be bastante digno, subiría los escalones de dos en dos, con garbo y no a tropezones. Esta opinión era coincidente con la de don Annibal Mario que un día se portó con Bastida como un auténtico señor cuando éste le iba a devolver quince duros, deducidos de su primer sueldo. Los cogieron y se los gastaron en beber y en comer unas lampreas guisadas según una receta milenaria. Aquel día dejaron de lado el menudeo de las cosas de la ciudad y hablaron de unos experimentos muy adelantados encaminados a la obtención artificial de la vida, lo cual abocaría a que las mujeres dejasen de parir en mitad de los dolores y la gente naciese en los laboratorios. Gran avance, pues la razón de encontrarse sin blanca es que una jovencita que se beneficiaron mancomunadamente los miembros de la Tabla Redonda viniese con el cuento a su señora de que se había quedado preñada precisamente de él. “Uno podrá tener sus aventuras sin temor a denuncias como la que ahora me trae por la calle de la amargura.” Aventura don Mario a José Bastida que le escucha pacientemente.



El caballo de Atila no sabe trotar
sin hollar azulejos silvestres,
los vencejos con ánimo de molestar
coleccionan estatuas ecuestres.

Joaquín Sabina





Este comentario pertenece al grupo de lectura colectiva que desde La Acequia coordina y dirige desde hace unos cuantos años su autor, el profesor Pedro Ojeda Escudero.




miércoles, 1 de julio de 2015

La saga/fuga de J.B. (12) Gonzalo Torrente Ballester. Se cierne una sombra.






"Que avisen al señor Bastida de que lo espero en mi casa a eso de las cinco"


La saga/fuga de J.B. (12) 

Gonzalo Torrente Ballester 


La disparidad de criterio entre la justicia divina, propensa a la benevolencia y a  la manga ancha que deja sin castigo a las ciudades pecadoras, por un lado; y por otro la suya propia, más radical e inclinada al escarmiento a la antigua usanza, el ojo por ojo del antiguo testamento hasta quedarse todos ciegos, se traduce en síncopes y patatuses que afectan a la salud de don Acisclo, lo mantienen  en cama durante una temporada. 

 Alarmados por la ausencia continuada de los lugares de costumbre, los conocidos y allegados acuden a visitarle. Las señoritas de Aguiar, Beatriz y Clotilde, dejan turulato al cura al presentarse ante él sin avisar. Mientras que la primera lo hace con el cesto de la compra lleno de caimanes vivos, la silueta avícola de Clotilde aparece vestida de negrura y claridad, resultante de la combinación del negro catafalco y del blanco nuclear, fogonazo de lucidez en medio de la tiniebla. La silueta gallinácea proviene de los complementos pret a porter, un sombrero negro como el carbón, traspasado “por un doble aguijón con remates de polisaedros de azabache.” Nido de pajarraco. La blancura de unas bragas de antes, anudadas por debajo de las rodillas y abertura en la entrepierna para facilitar el tránsito, haciendo juego con un sobrecorsé algo mortificante, también blanco, ceñido a la cintura que le resultan familiares al convaleciente por haberlas visto en el tendedero doméstico. (pertinente atuendo para las más mandonas, meonas de cualquier sitio, como borrachos contraviniendo bandos municipales de aguas menores y ríos callejeros en los rincones escondidos y paredes a altas horas)




"De cuya abundancia de perifollos y jeribeques procedía su afición a improvisar"


La afición de don Acisclo a improvisar complejas variaciones ornamentales sobre los textos de Bach procede de la abundancia de tanto adorno lírico, perifollos y jeribeques del tendedero familiar. El recuerdo turbio. Don Acisclo se espabila y pregunta por Lilaila. Beatriz le informa de sus sospechas, cree que se va a casar con Josualdo Baldaña porque han limpiado el pazo con más esmero y a conciencia que otras veces. Incluso hay una cama dispuesta para dormir en ella. 

 “No me explico el miedo que tiene la gente a la santidad”. Razona don Acisclo al esperar que Lilaila se metiera a monja, máxime cuando don Josualdo era un emigrado político. 

Pura le cuenta a Beatriz que Barallobre ha descubierto el paradero de Miguel, desaparecido desde la guerra cuando fue expulsado del ejército por no haber estado a favor de nadie, ni tampoco contra nadie. Se ha amancebado con una y tiene dos hijos. Se ha dado a la bebida y al abandono. Ella se compadece y le manda con Jacinto cinco mil pesetas del calcetín. Se conoce que Pura tampoco confiaba en los bancos como caja fuerte, no fuera a pillarle el corralito de los sesenta euros diarios como a los griegos. Yo pongo las barbas a remojar al ver las barbas del vecino pelar, pues a deuda pública no hay quien nos gane,  según comentan los entendidos. Jacinto aprovecha la visita de Pura para que le diga a su criada que se entreviste con su hermana y que avise al señor Bastida que lo venga a ver a su casa a las cinco de la tarde. Hora de buscar la sombra como los perros en febrero. Mensajeros encadenados a la comunicación antigua del boca-oído.   





"Aunque uno comprendiese inmediatamente que la silueta avícola resultaba de la combinación de un cubrecorsé blanco"


La vida da que Julia se arremanga y le arregla un poco el traje desgastado. Como nada se puede hacer con la camisa de puños deshilachados, rebusca en los baúles y encuentra una camisa azul con listas moradas que no hace juego con nada y que guardaba de un viajante catalán. Allá que se va Joseíño, con el peso a cuestas, el olor a ajo de una cruz que Julia le dibuja en la espalda para que la suerte no le abandone. Aquí lo dejamos, llamando a la puerta de la extraña casa de don Jacinto Barallobre, boina en mano, en una tarde clara y tibia a la vez.


En 1965, hace 50 años,  los Beatles publicaron dos álbumes: Rubber Soul y Help. Dentro de Help, Yesterday, una canción que nos ha acompañado toda nuestra vida desde entonces: 


Yesterday, all my troubles seemed so far away

Now it looks as though theyre here to stay
Oh, I believe in yesterday.

Suddenly, I’m not half the man I used to be,
There’s a shadow hanging over me.
Oh, yesterday came suddenly.
The Beatles





Este comentario pertenece al grupo de lectura colectiva que desde La Acequia coordina y dirige desde hace unos cuantos años su autor, el profesor Pedro Ojeda Escudero.