miércoles, 13 de enero de 2016

Los Pazos de Ulloa (6) Emilia Pardo Bazán. Clon salvaje.





"No se acostumbraba a la metrópolis arzobispal. Ahogábanle las altas tapias verdosas."


Los pazos de Ulloa (6) 
Emilia Pardo Bazán 

Quedaban aún migajas de pan de la boda sobre la mesa y Pedro ordena a Julián que se adelante y que ponga un poco de orden en los pazos, algo de civilización en aquella madriguera silvestre, naturaleza intacta del “triste país de lobos.” Le advierte de que ponga los cinco sentidos en alerta a la hora de tratar con Primitivo. Para todo lo demás lo enviste de plenos poderes y autoridad para hacer y deshacer en los pazos. 

Por el camino se encuentra con un Primitivo amable, sumiso y respetuoso que juega a favor de obra para allanar el camino que lleva a la confianza entre los dos. Al pasar por el crucero,  da gracias por la ayuda y el cambio que ha llegado a los pazos. Del vicio hemos pasado a la virtud, del escandaloso amancebamiento al matrimonio cristiano. Da gracias por haber sido el elegido, el agente del cambio. 

Los recibe una jauría de perros de caza. Los perros primero. Primitivo los saluda y acaricia con su mano enjuta. A Perucho nada, un soplamocos y a vivir. La cocina presenta otro aspecto sin la caterva de mujeres y mozas; allí ya sólo reina Sabel, gobernadora entre pucheros. Todo limpio como la patena y bien ordenado; Primitivo, suave como un guante, dándole novedades detalladas del transcurrir cotidiano durante la ausencia. Alguien se le ha adelantado, alguien ha hecho el trabajo por él. Sabel sirve diligente y humilde. Hasta el más ingenuo sospecha que aquí hay gato encerrado. La mansedumbre del inmutable hombre de bronce que incluso entiende y aprueba que los señoritos traigan su propia cocinera resulta sospechosa: “En la vila guísase de otro modo… Los señores tienen la boca acostumbrada.” Como las caballerías. A Sabel la tiene también colocada con el gaitero de Naya, el mozo gallardo que la corteja. 




"No se habituaba a contarse como número par en un pueblo habiendo estado siempre de nones en su residencia feudal."


Únicamente la administración se le va de las manos. El poder de Primitivo en este campo esencial traspasa los límites del pazo como el cuchillo penetra en la blandura de la mantequilla tierna. Nada se mueve en cuatro leguas a la redonda sin que el mayordomo intervenga. Ni una mala palabra, ni una buena acción, justo como los políticos. A Julián no le queda más remedio que transigir, el aparente triunfo sobre la mala hembra le compensa de sobra. El caso es que tampoco acaba de casarse ni de irse. 

Fuera de la huronera las aguas andan revueltas. El cura de Naya le pone al corriente de que los alborotadores han echado a la reina, el ejército se suma a la revolución. 

Los intentos del Señor De la Lage por civilizar al Marqués son vanos. Cuanto más trata de descortezarle y que se adapte a la vida urbana, más deseos de sacudirse el yugo le surgen y más se radicaliza en su postura de vida agreste en los pazos. Le incomodan las altas tapias mohosas y los edificios lóbregos como calabozos húmedos. El suegro, las comidas, las personas formales, las normas de urbanidad a la mesa y las partidas en el casino le producen hastío. Se ahoga en la lluvia persistente de Santiago. La atmósfera intelectual de Compostela le sofoca. Anhela el desarreglo de los pazos, allí no sufre la nivelación social de la vida urbana donde no es más que el marido de Nucha Pardo a secas, sin título que lo distinga. Solo encuentra alguna compensación a tanta desazón en los desatinos amorosos de Carmen, el descaro de la chiquilla inquieta, siempre asomada a la ventana como un pájaro posado en el alambre. La oveja negra de la familia perfecta. Que rabie el suegro y comprenda que no basta con “tener sillas de damasco y alfombras para evitar el escándalo.” 

La política avinagra las discusiones. La huida del ministro González Bravo (Gustavo Adolfo Bécquer con él) y de la reina Isabel II a París cuando la Gloriosa es tema de abundante conversación. El Marqués apoya a los revolucionarios aunque solo sea por llevarle la contraria al suegro, porque a juicio del Señor De la Lage no tiene criterio en asuntos de política. 





"Acurrucada en el rincón del incómodo vehículo, se llevaba a menudo el pañuelo a los ojos"


Una mañana fría, fría del mes de marzo cogen la diligencia rumbo a Cebre. “¡Ya verás, ya verás! Allí es uno alguien y supone algo.” Le anuncia Pedro a su mujer. Le cambia el semblante a la par que se acercan a sus dominios. Aumenta la locuacidad a medida que va reconociendo los árboles, las matas de aliagas, piedras y peñas a cada revuelta del camino. En Cebre los están esperando Primitivo y Julián con dos caballerías; la yegua castaña para él y la mula para ella. 

Nucha le cuenta que no puede montar tan alta porque está embarazada. Pedro remueve Roma con Santiago hasta que logra traerle una buena borrica de confianza media hora más tarde. Hay momentos de alegría ante la inminente llegada del primogénito.


"Me dice el corazón 
que no soy de este planeta, 
que caí de algún cometa 
fuera de circulación, 
O acaso sea un clon 
de algo así como un salvaje 
que articula algún lenguaje 
de una extraña dimensión." 
Luis Eduardo Aute/ Miguel Poveda






El presente  comentario pertenece al grupo de lectura colectiva que desde La Acequia coordina y dirige desde hace unos cuantos años su autor, el profesor Pedro Ojeda Escudero.


3 comentarios:

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Es un remanso... antes de la tormenta.

PENELOPE-GELU dijo...

Buenas noches, pancho:

Años después, en 1907, José Sánchez Rojas, escribiría un artículo en 'El Castellano', contando su conversación de un año atrás con unos vecinos de Ledesma,
[…]"Y de sobremesa hablamos de política de la localidad.
-Y del Duque, ¿qué me dice usted amigo?
-¿Del Duque? Del Duque, nada. El Duque no existe.
-¿Cómo que no existe?
-No, señor. Aquí apenas le conocemos.
[…]Ni siquiera sentimos los latigazos del cacique indispensable, sino de su lugar-teniente. Y siempre los lugartenientes son peores.
[…]Cada señorón de estos se cree inviolable.
-¡Sí!. Lo de todas partes.”

Miguel Delibes, en 'Los Santos inocentes', nos mostraría la vida en el cortijo, con Don Pedro el administrador de la señora marquesa y el señorito Iván.

Un abrazo.
P.D.: Mira que Aute interpreta bien su canción, pero Miguel Poveda lo que versiona –si es posible- lo mejora.

Abejita de la Vega dijo...

Primitivo suave como un guante, cambiando para que nada cambie. Sabel vuelve a coger la sartén por el mango, la de hierro y las otras, con permiso de su señor padre.

Besos, Pancho.