jueves, 31 de marzo de 2016

Andarás perdido por el mundo (5) Oscar Esquivias. El arpa eólica. Locura creativa.





¡Ah, si vos supierais de lo que yo sería capaz! Barrunto algo revolucionario, que va más allá de toda imaginación. Pero me falta valor..."


Andarás perdido por el mundo (5) 
Oscar Esquivias 
El arpa eólica 

París, diciembre de 1823, el señor Cherubini, director del Conservatorio,  reina en la escuela de música como el pastor de un rebaño grande de ovejas. Un mastinazo suelto y sin bozal amedrentando al género lanar. Pasea su importancia por los pasillos, siempre pendiente del menor ruido. Escondido detrás de la mata, aparece en el momento más inesperado. Los muchos años de experiencia le han dotado de invisibilidad, de la capacidad de atravesar paredes como un fantasma. ¡Cuánto tienen las paredes que callar! Testigas mudas de cómo aquel profesor no devuelve el libro de la biblioteca, el bedel malencarado mea en los tiestos del pasillo o el afinador de pianos se beneficia a un jovencito estudiante esbelto como un gladiolo. Hoy ya le habrían abierto un change. La experiencia también le sirve para adivinar los problemas antes de que se produzcan y así poder evitarlos. Por eso y por ser un gran compositor le admira Maurice Pons, viejo músico que lo tuvo que dejar por la convulsa situación social del país. Los conflictos redujeron sus posesiones de forma drástica, hasta la indigencia. No tuvo más remedio que aceptar un trabajo de tono menor: afinador de pianos en el Conservatorio, incluso antes de su fundación, cuando era la Escuela de Música de la Guardia Nacional. 

 “Yo ya soy viejo y he vivido muchas decepciones.” Se presenta el veterano Maurice Pons, afinador de pianos y voz narradora del cuento, como tanteando un poco el camino hacia la tumba. A la manera de los narradores de Gustavo Adolfo Bécquer en algunas de sus leyendas más nombradas, mezclado con las maneras del Marqués de Bradomín, feo católico y sentimental, vencido por los años y la conquista de jovencitas, pero de la otra manera. 

Maurice es testigo de una conversación en la biblioteca del conservatorio entre Cherubini y Héctor Berlioz, veinte años recién cumplidos, una revelación erudita de conocimientos musicales y de la Historia Sagrada, para iniciados es la mezcla fantástica de instrumentos quiméricos (raros de cojones diría un castizo),  la Biblia, ópera y el silencio cargado de tensión narrativa a la espera del trueno, casi instantáneo, cuando la tormenta está encima. Maurice sabe tratar a los talentosos jóvenes artistas, que hartos de recibir portazos y promesas incumplidas, caen rendidos a los pies del experto adulador. 




"Los cementerios están llenos mi caro amigo"


El viejo afinador va a visitarle a un edificio noble, de planta palaciega que “según se ascendía por la escalera, ésta se iba estrechando, perdía la alfombra, el barniz de sus tablones, la fina labra de la barandilla, y conducía ahora a unos pasillos tenebrosos donde se multiplicaban los tabucos de alquiler, llenos de toses tuberculosas, lloros de niños hambrientos, peleas conyugales y otros sonidos terribles propios de la Sinfonía de la Pobreza, la más interpretada en nuestra desventurada ciudad.” Berlioz lo recibe en un chiscón hermético con un hedor insoportable y a la vez con unas corrientes frías inexplicables. El imperio creador del doctor Frankestein. El camaranchón es una especie de gabinete de instrumentos extraños, laboratorio de sonido de un lutier loco por la música en constante lucha por llegar al interior de la melodía, a la fuente donde nace el misterio del sonido armónico. Descubre abortos de instrumentos innombrables como el guitarrocorno o el tubacello, pero la joya de la corona es un arpa que descansa en un ángulo oscuro, un artefacto de cuerda que funciona con el aire de unos fuelles activados a pedal que hacen vibrar las cuerdas y produce unos sonidos escalofriantes, como maullidos de gato o el estruendo de una galera desencuadernada en mitad de una tormenta. 

La portera que llama a la puerta de manera imperiosa se impone y detiene el concierto aterrador. Trae una carta de su hermana Nanci. Por ella nos enteramos de la procedencia del músico joven y su plaga de vida. Su padre le da la asignación mensual al doctor Amussat que sólo se la trasladará a cambio de la asistencia a las clases de medicina. No es nuevo en Oscar Esquivias recurrir con magisterio al género epistolar como forma de avanzar en el relato. Sólo una carta es necesaria para enterarnos de sus circunstancias familiares. Un padre preocupado por el abandono de los estudios y por la dedicación exclusiva a la música de un hijo incendiado por la pasión de la música. 




"Mamá le implora que te rescate de París, dice que la ciudad te ha engullido como la ballena de Jonás"


Berlioz se presenta encolerizado en el despacho del doctor para exigirle la asignación paterna. El doctor Amussat se muestra inflexible, no admite blandura. De nada le sirve apelar al hambre y a las deudas contraídas, únicamente le dará el dinero si reanuda las clases. De momento le ofrece un trato para paliar el hambre: por cada fiambre completo que le traiga al hospital le dará diez francos a cambio. Si es un trozo, la parte proporcional. 

El músico hojea la sección del obituario de un periódico y ve que entre las bajas del día se encuentra madame Rusconi, célebre soprano en sus años jóvenes. Dispone encontrarse con Maurice a las puertas del cementerio de Père-Lachaise a media noche. Con el cadáver de madame Rusconi en la casa de la calle Saint-Jacques, barrio universitario de la Sorbona, concluye el relato, pero antes de cerrar la historia y el libro está el intento de resurrección del material sobrante. La redención de la carne inerte para el arte de la música que recuerda aquel solemne Miserere de la Abadía de Fitero de la leyenda de Bécquer. Merece la pena dedicar un rato a leer el tramo final del cuento con sorpresa. Es notable la habilidad del autor para la descripción del horror sin cargar las tintas, ni recrearse en los aspectos escabrosos del asunto cuando lo tenía todo a favor con el engendro macabro de la genialidad malvada, basado en el movimiento primario de la inspiración y la expiración que permite respirar y vivir. Otra muesca más en la narrativa de Esquivias.


Alone I limp through town 
A lost cowboy at sundown 
Got my monkey on a leash 
Got my ear tuned to the ground 
My faith's been torn asunder 
Tell me is that rollin' thunder 
Or just the sinkin' sound 
Of somethin' righteous goin' under
Bruce Springsteen





El presente  comentario pertenece al grupo de lectura colectiva que desde La Acequia coordina y dirige desde hace unos cuantos años su autor, el profesor Pedro Ojeda Escudero.



miércoles, 23 de marzo de 2016

Andarás perdido por el mundo (4) Oscar Esquivias. La casa de las mimosas. No sobra ninguno.





"No quiero echar raíces-era su explicación."


Andarás perdido por el mundo (4) 
Oscar Esquivias 
La casa de las mimosas 

La emigración no es el tema principal de este cuento, pero sin ella las cosas no habrían ocurrido del mismo modo en el relato. La historia nos dice que las guerras, las revoluciones, las convulsiones sociales traen como consecuencia la calamidad de los desplazamientos humanos no queridos, la emigración de muchas personas. Oscar Esquivias escoge la reconocible fecha de 1917 como el momento exacto en el que la vida cambia para Mijaíl, protagonista del relato, incluso antes de ser engendrado según sus cuentas posteriores. 

Mijaíl es el protagonista y narrador de La casa de las mimosas, como el Chino de Cuatro Caminos, hijo de madre emigrante. También comparte con Édison Gutiérrez que ambos fueron engendrados en un continente distinto al que el destino les da para vivir. 

Mijail nace en Santa Mónica, California, en la costa oeste de los Estados Unidos en diciembre de 1918. Pero su corazón vive en San Petersburgo; sus raíces descansan bajo la tierra de la Rusia de los zares, la que dejó de existir cuando lo de Lenín. Nace en una casa con jardín, amplia y luminosa con vistas al sonido ronco del océano Pacífico. Peliculones como la historia de amor de El doctor Zhivago o Acorazado Potemkin pararon el tiempo de la revolución. 





"Una de ellas era  la de Johnny Pépin-de-Pomme (Juanito Manzanas), un simpático barbudo que recorría los Estados Unidos con un cazo por gorro, una biblia y un zurrón lleno de semillas"

El relato destila aroma de los años veinte. Uno de los primeros recuerdos que guarda de su niñez pertenece a lo más entrañable de la cultura americana. Recuerda las salidas al jardín para plantar semillas de manzana como hacía Johnny Appleseed en los cuentos que su madre le leía en francés. El jardinero fiel, Sidney, siempre le repite que es tontería sembrar nada en ese jardín enfrascado de exigentes raíces de mimosas que chupan toda la sustancia de la tierra. Sidney es otro hombre horrible. No es padre oficial, pero ejerce como tal, con esa querencia al uniforme de chófer que tanto le gusta a su madre. La única ventaja que le ve a las mimosas es que las semillas no se las come ningún bicho, así los pájaros no paran en el jardín lo cual le entristece a Mijaíl

Su madre, que no nombra en ningún momento del relato, pertenece a la rica aristocracia rusa. La revolución la pilla durante el viaje de novios en Lucerna, en la Suiza neutral de una Europa desatada en guerra contra ella misma. Entre los recién casados deciden su marcha a Estocolmo y que allí espere acontecimientos, como hacen numerosos miembros de las clases pudientes rusas que así pueden seguir rellenando hojas de sus diarios porque evitan que sus cabezas vayan al cesto de los descabezados. A él lo requieren en su país. Ella nunca regresará a Petroburgo. Nunca la llama Leningrado, ciudad que cambia de nombre más veces que las serpientes de camisa o las calles españolas, cada vez que hay alcalde nuevo. 

El caso es que desde que las hoces y los martillos de los bolcheviques segaron cuellos y machacaron cabezas de la aristocracia zarista, el símbolo del comunismo se mira con recelo. Otro gallo rojo habría cantado si en lugar de herramientas tan fatigosas de manejar, se hubieran regalado puros y varas de mimbre para ir a los toros de Sevilla, como iba Antonio Torres Heredia, hijo y nieto de Camborios

Mijail se queda como hijo póstumo de padre y con madre dolorosa, viuda y huérfana. Pero a pesar del destrozo patrimonial que los alzados parias de la tierra causan en su hacienda, aún le queda una gran fortuna en valores y acciones de empresas que Kartz se encarga de multiplicar. Uno de los negocios que más productivos se revela es invertir en productoras y salas de cine que le suministran pingües beneficios. A la sala que construye en Los Ángeles la llama Alexander Nevski, héroe medieval ruso. Conocido por la película de Eisenstein y por la catedral de Sofía. 




"Creo que fue cerca de fin de año cuando Sidney nos llevó al Alexander Nevsky"

A mi juicio, he aquí la principal sorpresa que el cuento encierra. Hasta la mitad del relato no se nos presenta el verdadero tema principal, alrededor del que gira la trama y justificación del cuento. De la mano de Mauritz Stiller aparece por la casa una belleza rubia escandinava, pura dinamita. Magia emergente que viene a retirar a la casta acomodada del escalafón de actrices del momento, entre las que se encuentran las legendarias: Mari Pickford, Paola Neri o Lillian Gish. Se presenta tímida, incapaz de articular un discurso en inglés, pero explosiva y de nombre español impronunciable para una rusa. La madre cree que Garbo, Glenda Carpio ” dice ella, nunca llegará a nada en el mundo del celuloide, bien se podría volver a Estocolmo a vender sombreros. Mijaíl descubre la magia del cine aunque para su madre Charlie Chaplin, Buster Keaton o Harold Lloyd no sean más que saltimbanquis. Para ella el verdadero artista es Rajmáninov

“A mí esto me llenaba de felicidad, porque pocas cosas me maravillaban más que el cine. Siempre sentía un escalofrío cuando se apagaban las luces de la sala, el pianista encendía la bombillita de su atril, se abrían las cortinas de terciopelo y aparecía por fin la pantalla, blanca, enorme. El pianista daba unos acordes y con esa señal, se oía cómo un motorcillo del proyector se ponía en marcha, un haz de luz atravesaba el vacío y allí surgía el milagro.” El autor describe con palabras precisas el asombro de un niño de ocho años ante la maravilla del cine mudo, el séptimo arte estaba dando sus primeros pasos. 

A Mijaíl lo que realmente le estremece son las películas de romanos. Le entusiasman las carreras de cuadrigas de Ben-Hur, la solemnidad de los desfiles marciales de las legiones romanas. Las reuniones de su madre con las amigas son un manantial constante de cotilleos sobre actores y el mundo del cine. ¿La Garbo lesbi?, pero lo que realmente le conmueve es que Sidney ejerza de hombre horrible y mate un mirlo sin inmutarse. 

Por fin de año, Sidney los lleva al cine. Van a ver “El Demonio y la carne” con Greta Garbo de estrella. Tiene ocho años y es el momento exacto en el que siente la llamada de la sexualidad, el paso de la infancia a la edad adulta. Descubre que las  miradas de John Gilbert y Lars Hanson van más allá de la amistad. Los besos de la Garbo le parecen perturbadores. Ya no es un niño. Ha dejado la infancia, no sin antes crear un clima de obra grande en el relato.



Al tocar no falta nada
porque no sobra ninguno,

y en la motxila, los sueños,
suman más de veintiuno,
Mikel toca los platillos
al revés, como los buenos,
y el Piñas nos trae sonrisas 
que derriten los inviernos.
Motxila 21







El presente  comentario pertenece al grupo de lectura colectiva que desde La Acequia coordina y dirige desde hace unos cuantos años su autor, el profesor Pedro Ojeda Escudero.



martes, 15 de marzo de 2016

Andarás perdido por el mundo (3) Óscar Esquivias. El príncipe Hamlet de Mtsensk. La noche anterior.






"Yo me había puesto mi americana de verano y una corbata de Timoféi Borísovich (tenía docenas de ellas en el antiguo armario de mi padre, colgadas de perchas como anguilas muertas)"

Andarás perdido por el mundo (3) 
Óscar Esquivias 
El príncipe Hamlet de Mtsensk 

Yuri es el protagonista y voz narradora del cuento. Para que el relato no se atranque en el monólogo el autor le da a Vania, compañero sacado de su costilla. La narración gana en fluidez con esta estrategia que Esquivias maneja a la perfección como vamos viendo en estas historias breves de longitud, pero intensas en contenido. 

 Los hechos ocurren en la ciudad rusa de Mtsensk (intente usted pronunciar nuestro Sánchez sin vocales: / Snchz /) La Wikipedia dice que la ciudad es un poco mayor que Soria en número de habitantes y también al lado de un río. Las cosas pasan en doce horas de cuerpo escombro, resacosas,  después del desparrame nocturno. Que, sin embargo, no les impide ensayar toda la mañana, pasear en bici hasta el río para visitar a los tíos de Vania, el regreso a casa pedaleando con la tarde ya vencida y una coda final de Vania rondador, mariachi nocturno rechazado por Yuri. La banda sonora es la música de Borodin, cuya  obra ensayan como homenaje a su profesora de piano, la señorita Kotkowska que acaba de morir. La música clásica es el hilo conductor que guía la construcción del relato, la argamasa que une los pensamientos de Yuri, que sacan a la luz los recuerdos de sus experiencias vitales desde la niñez. Los ensayos junto a Vania desde niños, la escuela de Oriol. Los viajes de cuarenta minutos de ida y vuelta en tren. El coche de la madre. La muerte de su padre a los catorce años y matar a Lanskoi, su padrastro, otro hombre horrible. De él ha hablado con Vania la noche anterior y no se acuerda de qué. El homenaje es una excepción: ha decidido no volver a tocar en público más. 




"Las clases eran siempre individuales y estaban organizadas con una severidad estalinista"


En efecto, Vania y Yuri son dos músicos jóvenes. Vania toca la viola y Yuri el piano. Ambos están con resaca, se les amontonó la noche sin esperanza de día y se pasaron con la bebida. Los ojos enrojecidos, la voz ronca, el rostro lívido y el aspecto enfermizo delatan los excesos de la bebida sin medida. Yuri paga ahora las consecuencias, pero los diecinueve años de juventud pueden con todo. Tienen ensayo con otras tres chicas en casa de la señorita Kotkowska a las afueras de la ciudad. Como todos los extrarradios de las ciudades desordenadas, la casa está rodeada de antiguas tierras de labor, algunas sembradas de centeno, salpicadas de desmontes, escombreras, vertederos incontrolados y edificaciones semi abandonadas dedicadas a establos de ganado, naves industriales guardadas por feroces perros morales, que se alborotan a la menor, ahora lo hacen al sentir la levedad de las bicicletas rodando por la proximidad y el correteo nervioso de la perra Aliosha con embudo para evitar que se lama y deje cicatrizar las heridas. De vez en cuando, bares de luces con amplios aparcamientos de vehículos a la entrada. 

“Matar a Lanskoi” es el mensaje que su cerebro revuelto lanza al vacío desde la larga noche anterior. 

Yuri se encuentra en Mtsensk porque se ha organizado un homenaje a la señorita Kotkowska;  ha venido desde Moscú y cuentan con una semana para ensayar las piezas que van a tocar en la función. Esa mañana Vania y el perrito o perrita Aliosha lo esperan, cargado con la viola para ir juntos al ensayo. Yuri tiene la ventaja de ir descargado de peso –no de cabeza- por tocar el piano, pero el inconveniente de necesitar un camión cada vez que se muda de residencia. Como le pasó a la señorita Kotkowska cuando se vino con su piano desde Polonia cargado en la caja de un camión militar, el rostro surcado de cicatrices de guerra y acompañando a un coronel del Ejército Rojo al terminar la Segunda Guerra Mundial. 




El buen uso que el autor hace de las paradas narrativas es también digno de resaltar. Recuerda a Pío Baroja y sus descripciones de los descampados de las afueras de Madrid en “La Busca”. Cómo se para a observar el espacio que le rodea y ofrecernos en pocas palabras una descripción mezcla de tonos cromáticos, lejanía que empieza con los colores difusos de lo lejano y que va acercando con técnica cinematográfica,  hasta llegar al plano detalle de la algarabía de los gorriones comiendo las pipas de un equivocado girasol solitario bajo el sol de plomo del verano que cuartea la piel y arrebata la velocidad de los jardines. Indiferencia a las melodías abortadas de los ensayos de Boronin que salen por las ventanas. 

Este cuento es una joya, un trabajo minucioso de orfebrería. Uno de esos relatos que certifican la categoría en la que juega el autor. No tiene una lectura fácil en un primer intento porque hay elementos que se escapan en una lectura superficial. Te empieza a atraer cuando lo has terminado y te hace volver atrás para atar los cabos sueltos, fijarte en cómo está escrito. Hasta la última línea no terminas de rellenar los huecos del puzle.


Cuando se despertó, 
No recordaba nada 
De la noche anterior, 
demasiadas cervezas, 
Dijo, al ver mi cabeza, 
Al lado de la suya,en la almohada... 
Y la besé otra vez, 
Pero ya no era ayer, 
Sino mañana.
Joaquín Sabina





El presente  comentario pertenece al grupo de lectura colectiva que desde La Acequia coordina y dirige desde hace unos cuantos años su autor, el profesor Pedro Ojeda Escudero.




martes, 8 de marzo de 2016

Andarás perdido por el mundo (2) Oscar Esquivias. El Chino de Cuatroca. Desórdenes.






"En aquel tiempo, cuenta mamá,  no había internet, ni webcams, ni celulares, ni siquiera locutorios"

  Andarás perdido por el mundo (2) 
Oscar Esquivias 
El Chino de Cuatroca. 

Los papeles dicen que Édison Gutiérrez es español, pero su corazón late panchito de Ecuador. Se siente guayaco auténtico aunque su conocimiento sea el barrio de Tetuán y sus límites no pasen de la glorieta de Cuatro Caminos. A Édison lo llaman el Chino desde niño por sus ojos rasgaditos como ojales. Tiene ya dieciséis años, los mismos que lleva su madre en Madrid cuando nada más llegar se le puso cuerpo de ola. 

El Chino es el narrador del relato, un soliloquio que narra en primera persona las peripecias propias y las de su familia, que encierra en sí mismo la virtud de la categoría. Como muchos otros de los relatos de Esquivias,  tiene la virtud de poder referirse a las vivencias de los cientos de miles de Brayan, Shirley, Gisela o Jefferson que poblaron de nombres sonoros la geografía nacional antes de la crisis. El cerebro desordenado del Chino bulle de recuerdos y nervio narrativo a pesar de su corta edad, recién salido de la adolescencia. Su testimonio es oro viejo. En su corta edad ha sido testigo de la revolución de internet y los teléfonos móviles. El cambio de costumbres. La vista baja en los semáforos (para qué tanto follón en cambiar los símbolos si nadie los mira) y en las calles, la fiebre del oro en las tiendas de compraventa del material dorado. La gente debe tener mucho oro en las casas para dar faena a tanto chiringuito de compraventa. Las colas en las cabinas de teléfonos después de las diez. La llegada de los negocios inestables, con ellos, los trabajos en precario. Inmobiliarias en quiebra por la burbuja, sustituidas por tiendas de chinos. En fin, Madrid a ras de suelo, a través de los ojos de un madrileño con rasgos andinos, con prisa y prosa atropellada, impaciente por contar algo importante, todo lo que recuerda antes de que se le olvide. 

Los salesianos de Estrecho, San Juan Bosco, Santo Domingo Savio, María Mazzarello, el Rector Mayor que vive en Turín. Los misioneros de África. Ejercicios espirituales, el miedo al infierno. Las filminas y la voz del trueno que anuncia: Ediciones don Bosco presenta… María Auxiliadora. 




"Al principio no fue fácil porque España estaba ya en sus años malos"

La mamá del Chino se casó con el hombre horrible y tienen dos hijos malcriados. Del hombre horrible, una especie de Manolo y Benito, aprendió a ser mañoso, a trabajar con las manos. Aprendió desde bien chico a arreglar enchufes, desmontar grifos para remediar averías de agua, a poner azulejos. 

Justo al cumplir los dieciséis se va de casa con lo puesto y una maleta. Encuentra una habitación compartida en el vecindario. Su compañero de habitación se llama Radhamés, un caribeño grandote como Bramidán de Tajayunque que se pasa las horas muertas de cliente y camarero en una discoteca latina. 

 “Un hombre no pue andar con pelos en el güevo, eso es de puros monos.” Le dice un día al Chino al tiempo que le pide ayuda para rasurárselos porque la barriga impide vérselos. 

La patrona vive en el principal del edificio. Todo el inmueble es suyo, emperadora del edificio. Parece una torre de babel de idiomas con jóvenes venidos de todos los rincones del planeta. Madrid mestizo, rompeolas mezcla de culturas. Aquí no hay okupas que vivan de gorra, todos pagan religiosamente cuando la señora Isabel la Católica se pasea por cada uno de los pisos cobrando la mensualidad. Sólo el ático lo tiene alquilado a una pareja de españolas que trabajan de “lanzadoras de cuchillo por llevarse algo al bolsillo.” O de tragafuegos por las calles. Y media docena de perros que les comen medio sueldo de ambas, canes que vigilan desde lo alto las ratas del patio. Perros centinela siempre con las orejas tiesas ladrando cuando las sienten correr por el patio. Tienen de uñas al vecindario porque los despiertan de tanto ladrar. Un día cazan la paloma equivocada de Alberti y arman la zapatiesta por los despojos. Nadie da cuenta a la protectora de animales desde que la alcaldesa de Barcelona ha dado licencia para matar palomas. Claro que estas pobres, Excalibur alado, no son palomas de la paz, son casta, la plaga. 




"Soy especialista en el método del doctor Tang"


A Radhamés lo que realmente le preocupa es que el Chino no aporte los setenta euros mensuales del ala por la habitación. Por eso le busca un trabajo y le amenaza con desahuciarlo y hacerle un escrache si no lo acepta. “Los mariconasos te nesesitan”, le dice. El trabajo consiste en cantarle en chino a Luna, la hija que tienen fruto de la fecundación in vitro e hija de vientre de alquiler. La madre de alquiler o biológica es una americana, hija de un exiliado chino, cuando lo de Tiannamen. De su padre artista heredó su afición por la escultura. Aprovechando los desechos, hace esculturas de balones pinchados, ratones de ordenador, bicicletas oxidadas, moñicas resecas de vaca, panales vacíos, ruedas de coches de bebés, móviles obsoletos y cosas así, rebuscadas con gancho en los contenedores de basura. 

Engendrado de prisa y corriendo una noche de amor en una playa de Guayaquil, el Chino envidia a Luna porque tiene dos padres y él ninguno. La sirvienta filipina con cofia (medio china) de la pareja desconfía desde el primer momento en que el candidato al empleo aparece para la entrevista. Se da cuenta de que los padres adoptan roles diferentes en la casa. Francisco es menudo y delicado. Julio es un armario empotrado que se pasa media vida en el gimnasio. Es como Radhamés, pero en fino. Francisco cambia los pañales. Los dos saltan como tocados por un calambrazo al menor llanto del bebé. Interiorismo de pareja de hecho. Naturalidad en lo raro, para lo que no hemos sido educados. 

El final hay que leerlo porque es la bomba real de la nit del foc. Lagrimones, goterones de risa rodando por el rostro garantizados. Hay que leer la forma espectacular con la que el autor sale airoso del compromiso que tiene a nuestro protagonista contra las cuerdas.


Acórtate la falda nueva 
despiértate al oscurecer 
túmbate al sol cuando llueva 
no desordenes mi taller
Joaquín Sabina




El presente  comentario pertenece al grupo de lectura colectiva que desde La Acequia coordina y dirige desde hace unos cuantos años su autor, el profesor Pedro Ojeda Escudero.