miércoles, 28 de septiembre de 2016

Cartas Marruecas (5) José Cadalso. Calor en mi nido.






"Por la última tuya veo cuán extraña te ha parecido la diversidad de las provincias que componen esta monarquía."


Cartas Marruecas (5) 
José Cadalso 


Gazel constata una diferencia clara en el tratamiento que en España se le da al trabajo y en otros países europeos, lo refleja en la carta veinticuatro. Sospecha que uno de los motivos del mínimo aprecio que se le tiene en España al trajín diario pueda proceder de que los padres no quieran que un hijo les siga los pasos en el negocio familiar, ya sea en la industria, el comercio o la labranza. Sostiene que la aspiración máxima de los padres es colocar a los hijos en lo más alto de la aristocracia, pero no para descansar y vivir felices, sino para trabajar más después de ennoblecerse, despreciando así la producción de riqueza. Por el contrario, en Londres es normal que una zapatería haya ido pasando de padres a hijos durante cinco o seis generaciones, permitiendo a sus regidores vivir del comercio decente, de la manufactura del zapato y crear riqueza; al mismo tiempo pagando a los mozos de tienda salarios dignos que dejan llegar a fin de mes. 




 "Me ha comunicado su plan de operaciones para toda su vida aunque cumpla doscientos años."

Cuenta el caso de un indiano rico que al volver como un lunfardo “descolado mueble viejo,” en lugar de disfrutar de lo ganado lo que le reste por vivir, viene a “pretender un hábito; luego, un título de Castilla; después, un empleo en la corte; con esto buscaré una boda ventajosa para mi hija; pondré un hijo en tal parte, otro en cual parte; casaré una hija con un marqués, otra con un conde. Luego pondré pleito a un primo mío sobre cuatro casas que se están cayendo en Vizcaya.” Regresa resentido y con afán de revancha, pegado como una lapa al capital: “Como yo lo he ganado, que lo ganen otros.” Decidido a defraudar a los ricos como Curro Jiménez (Qué buena serie de un español de raza), pero no para repartir sino para apoderarse de la miseria de alguna familia venida a menos y hacer casa. A machihembrar muebles a medio hacer del interminable catálogo de  Ikea. Cuadrillas de escribanos, procuradores y de agentes dispuestos a sacar tajada de la desesperanza y la necedad hacen cola a la puerta de su oficina. 

Cadalso no esquiva el asunto de la unidad y diversidad de gentes, comunidades y lenguas de la península. Plasma en la carta veintiséis lo que su curiosidad ha percibido durante los viajes por la geografía nacional y en el comportamiento en los ejércitos, que es lo que más conoce. Considera que la diversidad es positiva en el ejército por el deseo de los soldados de no quedar por debajo del vecino: “Un regimiento todo aragonés no miraría con frialdad la gloria adquirida por una tropa toda castellana, y un navío tripulado de vizcaínos no se rendiría al enemigo mientras se defienda uno lleno de catalanes.” Pero resulta negativa en periodos de paz por el desapego de unas provincias con las lejanas, un impedimento para el encaje del puzle. 




"Fueron los primeros marineros de Europa, y han mantenido siempre la fama de excelentes hombres de mar."



Enumera los tópicos más característicos que han llegado hasta hoy de las gentes que pueblan las distintas regiones y comarcas del panorama nacional. Los lazos de unión, el paisaje abrupto que hermana a los cántabros y a los que hablan vizcaíno en el extranjero, unidos todos por un vínculo indeleble creado en la cuna. Apego al campanario. Los primeros marineros de Europa, hombres de la mar. Orgullo asturiano por haber iniciado la Reconquista y la expulsión de los invasores. Gallegos robustos, curtidos por la dureza del terreno, excelentes soldados de infantería, obedientes y bien mandados. Castellanos leales y honrados. Conquistadores extremeños, poco afectos a las letras. Andaluces arrogantes que miran “con desprecio la pobreza de Galicia, la aspereza de Vizcaya y la sencillez de Castilla;” mujeres de bandera. Murcianos mestizos, mezcla de andaluz y valenciano. ¿Qué hay de los catalanes? Los pueblos más industriosos de España: “Los campos se cultivan, la población se aumenta, los caudales crecen y, en suma, parece estar aquella nación a mil leguas de la gallega, andaluza y castellana.” Pero con el egoísmo por bandera colgada bien alta en los campanarios. “Dedicados a su propia ganancia e interés.” La hierba huele distinto en cada lugar y está más verde al otro lado de la pared. Aragón de valor y espíritu, hombres honrados y tenaces, amantes de su provincia.



Rechiflao en mi tristeza, te evoco y veo que has sido 
De mi pobre vida paria sólo una buena mujer 
Tu presencia de bacana puso calor en mi nido 
Fuiste buena, consecuente, y yo sé que me has querido 
Como no quisiste a nadie, como no podrás querer.
Flores/Gardel/Calamaro


El presente  comentario pertenece al grupo de lectura colectiva que desde La Acequia coordina y dirige desde hace unos cuantos años su autor, el profesor Pedro Ojeda Escudero.


martes, 20 de septiembre de 2016

Cartas Marruecas (4) José Cadalso. Soñar para contarlo.







 "Yo no hallo voz en castellano que exprese la idea que me inspira."


Cartas Marruecas (4) 
José Cadalso 

La carta número nueve es una defensa de la actuación de los primeros conquistadores en América, motivada por los ataques que ha sufrido de los enemigos del imperio español a lo largo de la historia. El texto, estructurado en veinte puntos, es el traslado a las cartas de un papel leído por Nuño acerca de la conquista de Méjico, sustanciado en el liderazgo de Hernán Cortés. El intento de imparcialidad de Nuño parte de la – a su parecer- injusta acusación de crueldad a la intervención de los españoles durante la conquista por parte de los humanísimos países que “van a las costas de África a comprar animales racionales de ambos sexos,  a sus padres, hermanos, amigos, guerreros victoriosos, sin más derecho que ser los compradores blancos y los comprados negros; los embarcan como brutos, los llevan millares de leguas desnudos, hambrientos y sedientos; los desembarcan en América; los venden en público mercado como jumentos, a más precio los mozos sanos y robustos, y a mucho más las infelices mujeres que se hallan con otro fruto de miseria dentro de sí mismas; toman el dinero; se lo llevan a sus humanísimos países, y con el producto de esta venta imprimen libros llenos de elegantes inventivas, retóricos insultos y elocuentes injurias contra Hernán Cortés por lo que hizo.” Contrapeso de la leyenda negra. 

A juicio de Nuño, Cortés es un subordinado militar que acata órdenes. Posee carácter de héroe porque pone orden en la tropa que manda, termina con los ídolos que exigen sacrificios humanos y apacigua a los nativos. Maestro y ejemplo en la lucha de pocos contra muchos. Y sobre todas las razones, le parece ejemplo de heroísmo sin igual humillarse ante quienes va a conquistar. Apaga y vámonos si quemar los barcos para impedir la retirada de los suyos, no es humana valentía. La Noche Triste y la batalla de Otumba. Tener la moneda y lanzarla al aire; vencer o morir sin fisuras. Además, si todo lo anterior supiera a poco, Cortés cuenta con la sagacidad suficiente para buscarse aliados entre los nativos y aplicar el castigo a los traidores con rigor. Concluye la reflexión aceptando que se mató mucho y mal sobre todo en el Perú, pero si le dieran a escoger entre morir defendiendo a los suyos y ser llevado con padre, mujer e hijos a miles de leguas hacinado en un navío, comiendo habas y agua podrida para ser vendido como esclavo y después trabajar en trabajos que nadie quiere hacer, habría elegido la suerte de los primeros. Ya pueden, “los continuos mercaderes de carne humana” contarlo en prosa o en verso, en homilías infumables o panfletos sueltos. 





"Deja a la posteridad un ejemplo de valentía, nunca imitado después, y fue quemar y destruir la armada en que había hecho el viaje, para imposibilitar el regreso y poner a los suyos en la formal precisión de vencer o morir: frase que muchos han dicho, y cosa que han hecho pocos." 

La poligamia está mandada por la religión y autorizada por el gobierno en Marruecos. La religión la prohíbe y la costumbre la tolera en Europa. Gazel observa, escucha a unos y a otros y concluye que los musulmanes varones no tratan peor a la mitad hermosa del género humano. En ese momento invade España con rapidez una casta nueva y peligrosa que hará del país una nación de bárbaros si no se ataja a tiempo. Se trata de una colección moderna de petimetres que secan los mares, que tratan a las mujeres con desapego de gallo de corral: usar y tirar. No son moros ni tienen serrallo, pero juran que entre las que asaltan, las que capitulan y las que se entregan sin aguantar el sitio, suman por día más que los moros en toda su vida. Malditos don juanes. 

Observa que a pesar de la relajación de costumbres,  aún quedan matronas dignas de respeto que nunca admitirán un yugo tan duro e ignominioso. Las débiles las respetan. 

En la carta número veinte Ben-Beley agradece a Nuño la ayuda que le presta a Gazel para que comprenda los usos y costumbres de los españoles. De paso le pide opinión sobre el adagio tantas veces repetido de que España es diferente a todo: carece de carácter propio, que es el peor carácter que se puede tener. 

A vuelta de correo Nuño le escribe una carta no muy larga, pero bien estructurada. Le señala que esa apreciación puede corresponder a las costumbres de Madrid, pero España es mucho más. Si viaja a las provincias de interior, comprobará que las cosas están igual que hace tres siglos. Allí persisten el comercio bajo mínimos, los malos caminos y la escasa diversión. Por lo tanto, “los hombres están compuestos de los mismos vicios y las virtudes que sus quintos abuelos.” En medio de la decadencia del carácter nacional, de vez en cuando se descubren señales del espíritu antiguo. Por cada español que muestre tibieza en la fe, siempre habrá un millón que saque la espada para defenderla. Por cada español que dé el callo, que se entregue a su trabajo todo lo que pueda, siempre habrá un sin número que pliegue el chiringuito para ir a las Asturias a buscar ejecutorias y vivir del cuento. 




 "Esta libertad en el trato, que tanto te hechiza, es como la rosa que tiene las espinas muy cerca del capullo."


En general, la idiosincrasia del español tipo tiene un componente de religión, de valor y amor a su soberano. Vanidoso por naturaleza, desprecia la economía y presenta propensión al amor. Todo ello forma un conjunto de virtudes y defectos sobre los que hay que actuar para que éstos disminuyan y aquellas aumenten. “Imposible aniquilar lo que es parte de su constitución.” 

A continuación, da tres ejemplos de cómo lo que a veces se defiende como tradicional tiene corto recorrido histórico. La moda: un traje muy incómodo que se defiende porque es español y bueno cuando en realidad fue introducido y puesto de moda por la casa de Austria. La filosofía de Aristóteles, desterrada en Europa, se sigue defendiendo aquí porque se considera un símbolo de la religión,  cuando en realidad el método nos vino también de fuera. Algo parecido ocurre en el ejército al defender la antigua disciplina española, la sabia disciplina que hizo florecer los tercios en Flandes e Italia, cuando en realidad es una copia de los ejércitos franceses de Luis XIV que eran aliados, como ahora lo son los del emperador prusiano Federico. Y concluye la epístola con una sentencia: “El patriotismo mal entendido, en lugar de ser una virtud, viene a ser un defecto ridículo y muchas veces perjudicial a la misma patria.” Por confundirse con nacionalismo exaltado que impide ver los defectos y llegar al fondo de los problemas, reconocerlos, como primer paso para remediarlos.


Sin prisa pero sin pausa, 
esos carcamales 
organizan sus cruzadas 
contra el hombre libre
 más o menos responsable 
de todos los males 
porque piensan por su cuenta. 
Sueñan y lo dicen.
Joan Manuel Serrat






El presente  comentario pertenece al grupo de lectura colectiva que desde La Acequia coordina y dirige desde hace unos cuantos años su autor, el profesor Pedro Ojeda Escudero.

martes, 13 de septiembre de 2016

Cartas marruecas (3) José Cadalso. Tiempos para la chapuza.






" [En el imperio de Marruecos] todos somos plebe, siendo muy accidental la distinción de uno o otro individuo para él mismo, y de ninguna esperanza para sus hijos"

Cartas marruecas (3) 
José Cadalso 

Gazel piensa que el mestizaje de los pueblos europeos ha traído consigo la adquisición de vicios y el rechazo de las virtudes particulares, ello desembocará en el desapego hacia la patria y la formación de una nueva nación separada de las otras. Se pueden imaginar que será una nación dirigida por familias patricias, dispuestas a sacar tajada, en beneficio de los mismos prestidigitadores de siempre, los que quieren salvarnos la vida. Una nación distinta en idioma, traje y religión. Los pueblos seguirán siendo infelices arrastrados por la decadencia de los estados, pues “los unos se mantienen por la flaqueza de los otros y ninguno por fuerza suya o propio vigor.” Si en ese momento desembarcan naciones guerreras mandadas por héroes de ésos que produce un clima a los extremos de Europa, penetrarán hasta el corazón del continente como el cuchillo en la mantequilla blanda, mal protegido por ejércitos lucidos y simétricos, pero compuesto de esclavos debilitados por el peso de sus cadenas, mandados por generales sin patriotismo fruto de la relajación de costumbres, con lo cual no habrá muralla alta ni foso lo suficientemente profundo que los detenga. Ya pasó con sus abuelos, cuando hace siglos pasaron a cuchillo a los godos españoles hasta teñir de rojo las aguas del Guadalete. Después se necesitaron ocho siglos para reparar el daño que la afeminación había causado. 

Remata sus argumentos con la desolación que ha observado durante los meses que lleva en España: la población diezmada; dos tercios de las casas en ruina; no se conoce un sabio que destaque; la gente huye en desbandada de la dureza de las zonas rurales; las fábricas desaparecidas, sale más a cuenta traer las cosas hechas de Francia o Inglaterra. El apologista, sorprendido por el rosario de razones tan bien ensartadas y sofocado porque nadie le eche un capote, dice que ahora se come mejor, los lacayos hablan de religión y los maridos y amantes ya no se desafían. Además, no se ha conocido desde el sitio de Almeida nada tan útil para la sociedad como los polvos “sans pareille” inventados por Monsieur Frivolité. Gazel asiente por no discutir la ridiculez y se retira a sus oraciones. Pide porque el cielo aparte de su padre los efectos de este tipo de cultura. 





"Su nombre era Domingo, su patria Galicia"


La carta siete parece un relato intercalado, en ella se trata de explicar el daño que causa la relajación de costumbres en la cultura, el tipo de cultura que recibe la nobleza. 

Dice el narrador que en Marruecos no existe diversidad de clases sociales. Allí están el emperador y los vasallos despreciables. Y se acabó, no hay más. En Europa conviven varias clases de vasallos. Las alturas de la escala social están ocupadas por los que nadan en la abundancia debido a herencias y gozan del favor del soberano. Les siguen otros nobles menos poderosos, pero que ocupan los empleos del ejército, la armada, los tribunales y las magistraturas que son puestos que no suelen ofrecerse al pueblo llano embaldosado al suelo. 

Añade que mientras que en Marruecos no hay diferencia en el modo de criar a los hijos, en Europa la educación de la juventud es asunto de primera magnitud. Mientras que las clases populares no necesitan estudios para aprender el oficio de los padres, los otros dos escalones de la jerarquía social necesitan educación para desempeñar los empleos que han de ocupar con el tiempo. Sobre todo la clase alta que a los veinticinco han de afrontar serias obligaciones, como disponer de rentas inmensas, mandar ejércitos o reunirse con embajadores. 

A continuación escribe un relato,  claro como un relámpago, de algo que Nuño le contó sobre un asunto que tanto ha leído, oído, hablado y meditado. Resulta que un día, camino de Cádiz para unirse a su regimiento, se pierde en un monte. Como la noche se le echa encima, acepta la invitación de un mozalbete de unos veintidós años. El caballerete va vestido como un pincel, montado en un caballo primoroso, dos pistolas al cinto, pañuelo de seda morada al cuello y tocado de sombrero blanco finísimo. Van al cortijo de su abuelo a media legua de allí. La viveza de su ingenio y la voz agradable hacen de él un orador perfecto, un brasas que diría un castizo. Pronto el medio soliloquio gira en torno a los familiares del anfitrión, un tío comendador que participó en la batalla naval de Tolón, la disposición de los navíos ordenada por Blas de Lezo en la defensa heroica de Cartagena de Indias o la derrota del Princesa ante un velero imponente equipado con noventa cañones. Se agradece el brote de gota que padece, “porque si no, tenía traza de irnos contando de uno en uno todos los lances de mar que ha habido en el mundo desde el arca de Noé.” También cuenta con un primo que sabe todos los pormenores de todas las batallas que se han librado desde que los ángeles buenos derrotaron a los malos. 





¡Ay de aquel que se resistiera! ¡Qué cantarazo llevaría!

Cuando pasan por el río Guadalete, ya desteñido del recuerdo triste, el autor aprovecha para tocar la historia, también tiene un hermano canónigo de Sevilla, biblioteca viva de todas las historias. Tampoco falta el abuelo famoso en la relación de parientes. Su abuelo vivió una larga vida, fue capitán de lanzas de Carlos II. Le cuenta que quedó huérfano muy jovencito, fue educado por un ayo que quiso meterlo en cintura, pero lo que consiguió fue que aprendiera gramática parda, leer romances, tocar seguidillas y cómo se le pone una vara a un toro. El que primero la tomó fue el dómine a los gritos de ¡Viva el señorito! 

El tío Gregorio, carnicero de la ciudad, siempre los acompaña a las fiestas. Al llegar al cortijo, ya se han juntado para ir de cacería al día siguiente (Mezcla de siglos, Paco el Largo y el marqués de Leguineche de Los santos inocentes y La escopeta nacional). El tío Gregorio hace cigarros y se los ofrece encendidos a los caballeritos, atiza velones, es palmero y brinda a la salud de los presentes con medios cántaros de vino. Nuño, descolado en un mar de pensamientos, no pega ojo en toda la noche. Hasta la habitación llega la jarana, el ruido de las castañuelas, el quejío roto de los gitanos, la quimera, el ladrido alborotado de los perros y el desentono de los cantaores. Lamenta la educación de los cachorros de la clase dirigente, la decadencia está servida.


Tiempos como nunca 
para la chapuza, 
el crimen impune 
y la caza de brujas. 

 Corren buenos tiempos, 
buenos tiempos para equilibristas, 
para prestidigitadores 
y para sadomasoquistas.
Joan Manuel Serrat






El presente  comentario pertenece al grupo de lectura colectiva que desde La Acequia coordina y dirige desde hace unos cuantos años su autor, el profesor Pedro Ojeda Escudero.



miércoles, 7 de septiembre de 2016

Cartas marruecas (2) José Cadalso. Dos desconocidos







 "con las delicias de este clima tan diferente del que habían dejado, cayeron en tal grado de afeminación y flojedad, que a su tiempo fueron esclavos de otros conquistadores venidos de Mediodía."


Cartas marruecas (2) 
José Cadalso 


Gazel dirige a Ben-Beley, al que llama venerable maestro que le enseñó a amar la verdad, las dieciséis primeras cartas. Gazel es un privilegiado del sistema, moro patricio, culto y con papeles, ha venido a España como parte del séquito de un embajador marroquí, nada de pateras arriesgadas ni saltos a la valla. Prolonga su estancia aquí con el fin de observarnos,  anotar las costumbres comunes y las diferentes a otros países europeos. Quiere hacerlo en profundidad, no como los escritores viajeros que se paseaban por aquí una temporada para dibujarnos como exóticos bichos raros. Para ello se viste de cristiano, aprende el idioma y vive en compañía de Nuño con el que congenia a la perfección: “En su compañía se me pasan con gusto las horas.” Intentará despojarse de los prejuicios que a menudo acompañan el encontronazo, moros y cristianos. 

Le pide tiempo a Ben-Beley para entrar en la historia, leer los autores, hacer preguntas a la gente, reflexionar, apuntar y volver a las reflexiones para madurar las muchas diferencias que ha constatado entre los distintos países europeos, incluso dentro de la vasta monarquía española hay variedad increíble de idiosincrasia entre los habitantes que pueblan las distintas comarcas y regiones. No quiere caer en el error de los viajeros que escriben a la ligera sobre lo que han visto en un viaje apresurado. 

Gazel pasa los meses siguientes leyendo historia de España, anterior incluso a la invasión de sus antepasados. Se libera de un lastre, pedirá a Nuño que escriba un resumen y él se lo remitirá a Ben-Beley tal cual. Le advierte de que el extracto puede salir viciado. Nuño piensa por su cuenta y no se calla, tiene voz propia. Pero Nuño es de fiar, pues le ha oído decir que su nacimiento en España es un accidente, él se considera ciudadano del mundo, alma sin fronteras, aunque defienda el particularismo de su ascendencia sin avergonzarse. Tampoco es que exploren mucho en las semejanzas de dos pueblos tan solo separados por unos kilómetros de mar de nada, o una valla.




 "menos algunos montes de Cantabria, cuya total conquista no consta de la historia"

Una enfermedad manda a Gazel a la lona una temporada y Nuño no se separa de su cama durante las tres semanas de convalecencia. Le redacta un escrito pequeño, arrebatado de sinceridad, en el que resume la historia de España desde la antigüedad hasta el presente. Dibuja una realidad idílica compuesta por un espacio de clima privilegiado, abundancia de oro y plata, ganados de calidad excelente y pescados deliciosos, codiciados por fenicios, cartagineses y romanos que la conquistan de arriba abajo con la única excepción de Cantabria, a pesar de las pérdidas numerosas provocadas por el heroísmo de Numancia. Aquí prueban los romanos el valor de los españoles de entonces, resguardados en la curva de ballesta que el Duero traza. Tres ejércitos, formados por lo más granado de la juventud romana, muerden el polvo soriano a las puertas de Numancia. Después reconocen la virtud de tenerlos de aliados. Sagunto sufre asedio cartaginés. Enjambres de feroces naciones del norte se establecen en España, pero aflojan en su ímpetu con el tiempo y se "afeminizan." Otros guerreros venidos del mediodía los hacen sus esclavos. Los godos que pueden, huyen a las montañas de Asturias. Allí se organizan a las órdenes de don Pelayo y comienza una sangrienta guerra de religión que dura ocho siglos interminables, culminados con la reconquista de todos los reinos árabes por los cristianos mandados por Isabel y Fernando, los Reyes Católicos. 

Es de resaltar que a pesar de tanta guerra, la población ronda los veinte millones en ese momento, gracias a la incorporación de tantos pueblos y tan diferentes a la corona de Castilla y Aragón. Sólo les faltó un hijo varón que sobreviviera para haber legado “un imperio mayor y más duradero que el de la Roma antigua.” Después ya sabemos lo que nos cayó encima venido del norte: la casa de Austria que malgastó “los tesoros, talentos y sangre de los españoles en cosas ajenas a España.” Cuando el último Austria desaparece, deja tras de sí el esqueleto de un gigante. Gazel concluye que esta península ha vivido en lucha continuada desde hace dos mil años,  por lo que es maravilla que los campos aún tengan hierba y agua las fuentes. No es de extrañar por ello que de tanto dedicarse a la guerra, hayan descuidado el comercio y la industria, génesis del progreso. Igualmente, de aquí parte el arquetipo, el personaje del hidalgo rural que se envanece de su nobleza, dedicado a andar tieso por sus dominios sin dar un palo al agua, a repintar blasones como el don Guido de Antonio Machado. 





"Concédote cierta ilustración aparente que ha despojado a nuestro siglo de la austeridad y rigor de los pasados."

Sabido es que los rápidos caudales adquiridos en América se distraen de dedicarse a las artes mecánicas y a aumentar la población. 

En la carta número cuatro denuncia una contradicción. Arremete contra los que consideran que el siglo presente es herencia de unos abuelos inmejorables, pero al mismo tiempo abominan de las generaciones anteriores. A un cristiano que hace apología de los tiempos actuales, le argumenta que la prevalencia de un siglo sobre otro debe basarse en ventajas civiles y morales para los habitantes, siendo así que se han perdido mil artes que florecieron en la antigüedad. Le pone como ejemplo de lo perdido y olvidado, no aprovechado, a los pescadores vizcaínos que a bordo de unas barcas rudimentarias eran capaces de hacer los mismos viajes que ahora se hacen con todo tipo de precauciones, capaces de espantar al más valiente. 

Respecto a las ventajas morales, sólo señalar que quienquiera que escriba la historia, no dejará de ver príncipes destronados, tratados quebrantados, patrias vendidas, vínculos matrimoniales rotos, autoridad paterna atropellada, solemnes juramentos profanados, el derecho hospitalario violado, amistad destruida, ejércitos valerosos entregados y sobre tanta ruina, levantarse el desorden generalizado.

Siento que ese tiempo que se fue 
 no ha sido nunca nuestro, 
 como cuando te miro 
y no logro recordar tu cuerpo; 
 no eras tú aquella insolencia de latido 
 que encendía mis deseos más prohibidos. 
 Creo que tú y yo no somos más 
 que dos desconocidos, 
 otros, dos extraños que en el tiempo 
 se han hecho asesinos
Luis Eduardo Aute




El presente  comentario pertenece al grupo de lectura colectiva que desde La Acequia coordina y dirige desde hace unos cuantos años su autor, el profesor Pedro Ojeda Escudero.

viernes, 2 de septiembre de 2016

Cartas Marruecas (1) José Cadalso. Meterse a jardinero.






Cartas Marruecas (1) 
José Cadalso 

La biografía de José Cadalso y Vázquez de Andrade es apasionante, contiene material narrativo suficiente para hacer de ella una novela o una película de éxito. Como ya hicimos un pequeño resumen al introducir el diálogo de Noches Lúgubres, aquí nos vamos a limitar - a modo de introducción- a apuntar algo del papel que juega Cartas Marruecas en el conjunto de su obra literaria, extraído de la introducción a la edición publicada por Ediciones Libertarias y prologado por Juan José Abate Blanco.  

La aceptación por parte de la crítica y los lectores ha sido irregular a lo largo del tiempo, ha pasado del ostracismo a ser considerado el título más conocido de los suyos. La publicación de las Cartas Marruecas es también póstuma, como lo fue Noches lúgubres. Aparece impresa por primera vez en el Correo de Ciegos de Madrid en 1789, Cadalso había muerto en 1782 durante el cerco de Gibraltar. Cuando en 1793 se publica en libro, aparece con modificaciones numerosas a fin de suavizar algunas de las críticas o eludir posibles roces con los censores. 

Aunque Cadalso nunca dejó de leerse, es Azorín el punto de partida que impulsa la revalorización de su obra en el prólogo de la edición de Calleja de 1917. 

En cuanto a la fecha de escritura, existen datos en la misma obra que indican que se espació a lo largo de varios años, a medida que un tema determinado suscitaba su interés. Concretamente entre los años 1768 y 1774 durante su estancia en Salamanca. La ordenación de las cartas la hizo al final con objeto de darles unidad y continuidad.  Las aguas vuelven a su cauce tal como han llegado a nuestros días.  

Las Cartas Marruecas es un compendio de noventa epístolas escritas en primera persona, cruzadas entre sí por Gazel, Ben-Beley y Nuño. La gran mayoría de Gazel lo convierte en el protagonista. Las diez misivas de Nuño en las que vierte la visión de un ciudadano español son interesantes porque pueden corresponder con la visión del propio Cadalso: carácter taciturno, retirado de la vida social con antiguas veleidades literarias, pero defensor del deber moral de renunciar al retiro si se tienen capacidades que beneficien a la sociedad que lo sostiene; como él mismo hizo al dedicarse a obedecer en la vida castrense, a pesar de la desilusión y falta de incentivos. Conocedor de Europa, de mentalidad y formación ilustrada y al mismo tiempo defensor de la esencia española, toma este regreso a las raíces como un viaje interior para conocerse mejor. 

Aunque algunos autores sitúan las Cartas Marruecas en la periferia de la literatura - el mismo autor le reconoce escaso valor literario - la verosimilitud y la forma de tratar los temas más candentes, como son la importancia de las obras públicas, el pésimo estado de los caminos y comunicaciones o el problema de la despoblación, han hecho que la novela epistolar se siga leyendo y se vea reeditada con relativa asiduidad doscientos cincuenta años después de su escritura. 




"Se siente orgulloso sin negar los errores y excesos cometidos."


El tema principal de las Cartas es el “carácter nacional.” Cadalso intenta afrontarlo desde la objetividad más estricta; habla de las costumbres, modas, del pasado histórico y cultural,  huyendo de la superficialidad de las valoraciones vertidas en los libros de viajes. Cadalso concibe el pasado como enseñanza para el presente, ya sea digno de imitar o de desechar. Así,  considera el siglo XVI como el siglo de la grandeza y el XVII como el de la ruina. 

Mención especial merecen sus consideraciones sobre la conquista de América, errores y excesos incluidos. Pone éstos en la balanza contra el tráfico de esclavos negros, practicado sobre todo por los países que más atacan la actuación española en América

La economía es un tema que también incide en la obra en tanto es importante para el desarrollo de las naciones en sus vertientes del lujo y la austeridad. Tampoco elude la educación y la corrupción de la lengua, la afectación en el comportamiento, ni el descenso de población en lo que supone de quebranto de la riqueza. 

En general Cadalso adopta una actitud ecléctica; al mismo tiempo que censura los vicios nacionales, se muestra orgulloso de nuestra cultura, convirtiendo esta obra en un antecedente del ensayo por su claridad y modernidad. Su estilo procura huir de todo aquello que suponga ampulosidad y extravagancia. 




"¡Jesús, María y José! Este hombre es traidor a su patria."


 INTRODUCCIÓN 

Cadalso comienza la introducción con una referencia a Cervantes en la que muestra la admiración por el autor. (Aún no era viejo recurrir a la sabiduría y originalidad de Cervantes.) Señala que desde que el novelista denunciara las costumbres viciosas de nuestros antepasados en el Quijote, no han cesado las críticas de autores extranjeros. El mayor éxito corresponde al género epistolar por lo que su fragmentación supone de lectura cómoda, que aunque no digan cosa nueva, están escritas en un estilo atractivo y novedoso. Esta razón es la que lleva a Cadalso a adoptar el formato de cartas con un protagonista viajero llegado de tierras lejanas para escribir de nuestros vicios y costumbres. En ellas lo importante es lo escrito y no tanto la relevancia del verdadero autor: “Cartas escritas por un moro llamado Gazel Ben-Aly, a Ben-Beley, amigo suyo, sobre los usos y costumbres de los españoles antiguos y modernos, con algunas respuestas de Ben-Beley, y otras cartas relativas a éstas.” Ambigüedad del narrador en otra muestra más del claro juego cervantino que nos propone el autor. 

Añade que las publica porque en ellas no se tratan asuntos de religión ni de gobierno con lo cual evita engorrosos encontronazos con la censura y no hiere creencias ni pasiones de sus compatriotas. Incide en “ese sí, pero no” cuando apunta: “El amigo que me dejó el manuscrito de estas Cartas y que, según las más juiciosas conjeturas, fue el verdadero autor de ellas, era tan mío y yo tan suyo, que éramos uno propio.” Y concluye: “[…]puedo llamar esta obra mía sin ofender a la verdad.” Se resiste a ser considerado mero editor de los manuscritos: demasiada humillación para su amor propio. Afirma que persigue la brevedad de la obra, medida en quilates como las piedras preciosas, huyendo de los libros que pesan quintales como era usual en la época. En modo alguno pretende abusar de la paciencia del lector. 

 Es consciente de que la obra no va a gustar. Al tratarse en ella del “carácter nacional,” disgustará tanto a los que esperen improperios contra esta nación ajada, como no encontrarán mediano mérito los que esperen alabanzas a troche y moche. 

Piensa que es indispensable atraer el odio de ambas parcialidades, hacerse sospechoso a ojos de los preocupados de ambos extremos para aplicar la razón a las reflexiones. No es fácil caminar entre los que afirman: “Este hombre es traidor a la patria” y los “que se avergüenzan de haber nacido de este lado de los Pirineos.” Las posiciones de las dos Españas siguen atrincheradas doscientos cincuenta años después.


Érase de un marinero 
que hizo un jardín junto al mar 
y se metió a jardinero. 

 Estaba el jardín en flor 
y el marinero se fue 
por esos mares de Dios.
Antonio Machado / Joan Manuel Serrat




El presente  comentario pertenece al grupo de lectura colectiva que desde La Acequia coordina y dirige desde hace unos cuantos años su autor, el profesor Pedro Ojeda Escudero.