martes, 28 de febrero de 2017

A sangre y fuego. Manuel Chaves Nogales. Sabor a soles.







A sangre y fuego 
Héroes, bestias y mártires de España. 
Manuel Chaves Nogales 

Mi ejemplar de A sangre y fuego está numerado. Tiene el número 1037 de una impresión de 2000, realizada por la Asociación de Libreros de Lance de Madrid en 2004. Edición conmemorativa de la XXVIII Feria del libro Antiguo y de Ocasión de Madrid. Se trata de una edición de lujo, muy cuidada, de pastas duras que seguro supera en calidad la edición original de Editorial Ercilla de 1937 por razones obvias de economía en tiempos de guerra. Uno de esos ejemplares que al pagarlo te quedas con la sensación de que te llevas a casa algo más valioso que el dinero que dejaste, como si fuera un cofre con tapa y un tesoro. Recuerdo que lo compré hace unos años en uno de esos mercadillos de libros que ponen en las playas para lectores al sol y que me atrapó desde el prólogo, conocía al autor de antes por la biografía de Juan Belmonte. 

El libro de nueve relatos breves cuenta, además,  con una introducción de Juan Bonilla (columnista, escritor, periodista), una nota del editor original y el prólogo del escritor. 

La portada es llamativa, parece un cartel de propaganda de la Guerra Civil, semejante a los que tanto ha visto cualquiera que se haya interesado un poco por este tema en la vida de lector o espectador de documentales. Después, el año de 1937 grabado en el lomo, lo cual indica que Chaves Nogales escribe las historias breves en el fragor de la batalla, cuando los cañones están echando humo, relámpago y fuego furioso. Lo confirma el lugar y la fecha al final del prólogo: Montrouge (Seine) de enero a mayo de 1937. 

Juan Bonilla etiqueta a Chaves Nogales en el escrito que encabeza el libro. Lo encaja en ese tipo de periodismo engendrado en A sangre fría de Truman Capote en el que el narrador es el auténtico protagonista del relato. Una manera de narrar que pide la vez para pegar el salto a la literatura. Auténtico periodismo de autor en el que el escritor pisa el terreno de la noticia para narrar lo visto y lo vivido, nunca escribir de oídas. Chaves Nogales tenía esta idea tan interiorizada que en la biografía que le escribe a Juan Belmonte, matador de toros, se hace magnetofón. Transcribe al papel tal cual las vivencias que el torero le cuenta sobre sí mismo. Una joya de la literatura poco conocida, como corresponde a lo relacionado con el toro bravo, la tauromaquia y los toreros. 




Chaves Nogales tenía madera de héroe aventurero, no duda en montarse en uno de aquellos cacharros para volar a Rusia y contar las condiciones de vida de los trabajadores rusos durante los primeros años de la Revolución Bolchevique. Fue tan honesto que advierte que lo allí contado es la visión de un pequeño burgués, humilde operario de la pluma. Sombrerazo a un autor que se baja del pedestal y pisa tierra firme. 

Juan Bonilla celebra el acierto en la elección del género; la fragmentación del relato breve le permite dar bandazos de una a otra de las facciones enfrentadas, huir de la propaganda que inunda el encontronazo y otorgar el papel protagonista a la gente de la calle, no a los mandamases que aturden y aburren al personal con su machaqueo propagandístico. Anota que el autor parece ausentarse de los relatos con el fin de realzar lo que de verdad importa: la fuerza de los hechos, a pesar de que A sangre y fuego no sea un libro periodístico. “La barbaridad que se adueñó de España durante la guerra, la poca importancia que tenía entonces la vida, la sordidez que imperó en este país de todos los demonios.” El autor pasa a ser un artesano que trabaja con material sensible, fácil de romper y desequilibrar por la influencia de las ideologías excesivas que campean a sus anchas durante los conflictos bélicos. 

En la semblanza que sigue a continuación leemos sobre el autor: “Chaves Nogales jamás ha militado en un partido político. Su credo es la democracia.” Recorre Rusia y Alemania para dar cuenta de los efectos que sobre la población tienen los regímenes totalitarios. Barruntando lo que le espera a España, emprende campaña contra los radicalismos, empeño en el que evidentemente sale derrotado, porque al poco se desatan todos los demonios encadenados en la orgía de sangre y fuego de la Guerra Civil. 

Chaves Nogales vive los acontecimientos en primera línea de la información, director de Ahora, el periódico de más amplia difusión del momento. Al comienzo de la guerra un Consejo Obrero Revolucionario se hace cargo del diario. A Sangre y fuego es fruto de sus experiencias personales, lo visto y oído por estar cerca. La breve semblanza afirma que la objetividad de Chaves Nogales es admirable y está convencido de que esta obra perdurará entre la extensa literatura sobre la Guerra Civil española y muchas de sus figuras anónimas aquí referidas serán “indispensable ingrediente de la levadura del porvenir.” 

Y llegamos al prólogo, escrito por el autor de la colección de nueve relatos breves, la auténtica joya sociológica y literaria de toda esta extensa introducción, pero necesaria para comprender la verdadera personalidad y dimensión de este autor incómodo y fundamental, silenciado sistemáticamente durante tanto tiempo. 

Me imagino a Chaves Nogales en la habitación de una pequeña pensión de las afueras de París tratando de escribir los relatos de A sangre y fuego entre exiliados, descartados de la sociedad imperante, revolucionarios italianos, popes rusos, judíos alemanes, desarraigados españoles, gentes todas de la Europa triste. Coge la pluma de nuevo con el corazón apretado y entre lágrimas amargas por el desarraigo del extranjero escribe estas historias que le permiten seguir viviendo el tiempo de descuento. 

Para qué se va a andar con chiquitas un autor castigado con la terrible soledad del exilio. Se presenta desde la primera línea con la sinceridad por bandera: “pequeño burgués liberal.” Proclamarse burgués sin complejos en periodo de guerra es declararse objetivo a eliminar por unos y otros. Elemento fusilable en un tiempo de embestida y espíritus fuertes que exige adhesiones inquebrantables. Él se considera trabajador intelectual que confecciona periódicos a los que contribuye escribiendo artículos, reportajes, biografías, cuentos, novelas... Todo ello le permite ganarse la vida con holgura relativa. 




"Yo era eso que los sociólogos llaman un pequeño burgués liberal."


“El que lee mucho y anda mucho vee mucho y sabe mucho “ Dice don Quijote a Sancho en el capítulo del mono sabio. Chaves Nogales es un viajero incansable que no se deja engañar ni por la propaganda que todo lo envenena ni por la blandura cosmopolita. Obtiene palmadas en la espalda y reproches cuando cuenta que los obreros en Rusia viven mal y “soportan una dictadura que se hacen la ilusión de ejercer.” Y que el fascismo no ha aumentado en un gramo la ración de pan del italiano. Así, entre elogios y censuras, va sacando adelante su “verdad de intelectual liberal, ciudadano de una república democrática y parlamentaria.” En ello abundaba don Antonio Machado cuando sentenciaba: 
¿Tú verdad? no, la verdad; 
 y ven conmigo a buscarla. 
La tuya guárdatela. 

La semilla de las ideologías totalitarias había prendido con la fuerza de la peste en las tierras de España, roturadas y con barbecho bien hecho desde hacía trescientos años. La vieja fiebre cainita. Entre ser considerado una especie de abisinio desteñido en la España nacional o un kirgus de occidente entre los bolcheviques, prefiere tomar las de Villadiego y pasear por la parte aún habitable del mundo, a sabiendas del peaje que el exiliado, siempre en deuda, tiene que pagar en una época de estrechos nacionalismos. Con la obligación añadida de hacerse perdonar a fuerza de humildad y servidumbre, siempre mejor que aguantar el yugo en la tierra propia. 

Confiesa que el abandono de Madrid fue consciente. Dejan de interesarle las consecuencias de una guerra que dejará un país gobernado por la selección natural que siempre deja fuera a los mejores. Un país dirigido por alguien recién llegado de las trincheras, un dictador impuesto por la fuerza de las armas vencedoras, será un traidor a sus ideas porque si queremos subsistir después de matarnos a mansalva, no habrá otra manera sino organizar un estado entre ciudadanos de distintas ideas y aceptado por las naciones. Sea quien sea el ganador, la guerra traerá veinte años de miseria y hambre. Hará navegar a latigazos a los ciudadanos de forma cruel e inhumana hasta salir de la galerna. Fueron cuarenta años, pero acertó en lo esencial.


Con un sabor a todos los soles y mares, 
tu majestad de árbol que abraza un continente. 
A través de tus huesos irán los olivares 
abrazando a los hombres universal, fielmente.
Miguel Hernández/Joan Manuel Serrat



Este comentario pertenece al grupo de lectura colectiva que desde La Acequia coordina y dirige desde hace unos cuantos años su autor, el profesor Pedro Ojeda Escudero.



miércoles, 15 de febrero de 2017

Novelas Ejemplares La española inglesa (y2) Miguel de Cervantes. Nada que esconder.




"Confieso mi culpa, si lo es haber guardado este tesoro a que estuviese en la perfección que convenía para parecer ante los ojos de Vuestra Majestad"


Novelas Ejemplares 
La española inglesa (y2) 
Miguel de Cervantes 

Además de Clotaldo, el padre secuestrador, y de Catalina, la madre cómplice que acepta el regalo de Isabela, la familia cuenta con Ricaredo, hijo de unos doce años, que la consiente y quiere como hermana. Pero a medida que crecen, el amor fraternal se va convirtiendo en “ardentísimos deseos de gozarla y de poseerla.” Sin embargo, la senda del amor y del deseo a menudo es un campo minado de espinas y rémoras. 

El autor plantea el romance como una carrera de obstáculos a superar. El primero es el compromiso previo del joven con una doncella escocesa, también católica clandestina y de buena familia. Lejos de venirse abajo, decide postularse y presentar batalla. Un día, harto de comer pan amargo y de tanto llorar de amor por las esquinas, se arma de valor y le declara a Isabela su deseo de recibirla por esposa a escondidas de los padres. La respuesta es acerada, ella no quiere y no puede romper con la promesa de estricta obediencia que le ha hecho a los nuevos padres. Sin su consentimiento no habrá boda. 

Abrir el corazón y sanar todo es uno. Dispuesto a aceptar las condiciones, pide licencia a los padres y éstos aceptan cambiar la riqueza de la familia escocesa por la virtud conocida de Isabela. Ahora queda pasar el trámite de la Reina todopoderosa, señora de vidas y haciendas. Ellos sólo temen el castigo por ser católicos. La pretendida se presenta ante la soberana, el rostro un cielo estrellado, el sol y la luna los ojos. Los cortesanos quieren ser todo ojos para admirar tanta belleza. La Reina se hace querer por cercana a la esclava: “Habladme en español, doncella, que yo le entiendo bien, y gustaré dello.” Cómo les sentaría a los stiff upper lips (flemáticos, impasibles) británicos que su reina se rebajara a la categoría de súbdito esclavo extranjero, el eslabón más bajo de la escala social. La Reina impera, ordena e impone que Ricaredo se haga merecedor del tesoro que Isabela esconde. Exclama: “Felice fuera el rey batallador que tuviera en su ejército diez mil soldados amantes que esperaran que el premio de sus victorias había de ser gozar de sus amadas.” 




"[...]entró en el río de Londres con su navío, porque la nave no tuvo fondo en él que la sufriese" 


Ricaredo se hace a la mar como capitán de un navío corsario. La expedición resulta una senda jalonada de éxitos. Su intención es mostrar su valentía ante el enemigo y cumplir con ser cristiano, no causar daño a los hermanos de religión sean de donde sean. (Una brotherhood of man del Imagine de John Lennon) Pronto se hace con el mando de los navíos de corso por la muerte del general. En una confusa batalla naval al abordaje, guerra de banderas incluida, en la que luchan a cara de perro y valen todas las argucias por ir en ello la propia vida, hunden una galera frente a la costa mediterránea española. Se hacen con un navío que transporta un importante botín. Matan a muchos turcos y liberan a los cristianos españoles a los que embarcan en un bajel y da cuatro escudos por cabeza en una mezcla de crueldad, firmeza, valentía y magnanimidad. Excepto una pareja de españoles que, a su petición, llevan a Londres,  allí llegan ocho días más tarde gracias al viento favorable que hincha las velas extendidas, envueltos de una mezcla de alegría por el botín y tristeza por la muerte del general. Tardan otros ocho días en vaciar el vientre gigante del navío español repleto de riquezas varado en la desembocadura del Támesis por no tener el río fondo que le aguante. 

“Dádivas quebrantan penas,” dicen sentenciosas las gentes al ver tanta riqueza. Ricaredo ablanda así el corazón de hierro de la Reina, pero al mismo tiempo son lanzas que atraviesan el corazón de los envidiosos. Los gaditanos padres biológicos reconocen a su hija, Isabela. La prueba es un lunar negro bajo la oreja derecha. Ricaredo ruega y la Reina le promete la mano de Isabela en cuatro días. 

Cuando parece que los vientos favorables llevan a buen puerto los deseos de Ricaredo, surge otra nueva dificultad. No hay camino sin curvas. La belleza de Isabela dejaba enamorados por las esquinas. El alma de Arnesto abrasada cada vez que sus requiebros sólo reciben desdén. Su madre, camarera real asignada a la formación de Isabela, cede al chantaje del hijo de que se dirija a la Reina pidiéndole un aplazamiento de dos días más a los cuatro que faltan para la ceremonia de pedida de Ricaredo. Si la respuesta es contraria a sus intereses, como lo fue, la muerte cerrará las puertas de la vida, protagonizará un hecho escandaloso. 

Arnesto desairado se presenta en casa de Ricaredo armado con todas las armas para desafiarlo a duelo, “a todo trance de muerte.” Ricaredo, que nunca rehúsa un desafío, lo acepta. Cuando ya las espadas están en alto, aparece una tropa de hombres mandada por la Reina para detener el combate y llevarse a Arnesto preso a un castillo. La camarera y madre en vista del fracaso de su gestión ante la soberana, envenena a Isabela con tósigo de efecto fulminante. El milagro de hermosura se torna monstruo de fealdad: la garganta y la lengua hinchadas, denegridos los labios, ojos turbados, voz ronca y pecho apretado. Enterada la Reina, les hace dar los polvos del unicornio y gracias a los médicos reales, los antídotos y la ayuda de Dios logran salvarla. 

Ricaredo se la lleva a casa con permiso de la Reina. Crece su amor por ella. Le musita al oído hermosas palabras de amor para pedirla: “Si hermosa te quise, fea te adoro” y la besa en el rostro feo “no habiendo tenido jamás atrevimiento de llegarse a él cuando hermoso.” Entre océanos de lágrimas de todos los presentes. 

Dos meses tarda Isabela en empezar a recobrar la antigua belleza. La Reina condena a Arnesto a seis años de destierro y a su madre a pagar diez mil escudos de oro por el envenenamiento, además del despido de empleo y sueldo. Clotaldo pide licencia para casar a Ricaredo con Clisterna, la doncella escocesa. Ricaredo manifiesta el deseo de asegurar su conciencia en un viaje a Roma. Pide el plazo de un año (como el año que los estudiantes americanos toman antes de entrar en la universidad). Isabela y sus padres parten para España. Llegan a la barra de Cádiz en treinta días con el contento de las gentes que los vieron partir cautivos. Después a Sevilla donde el padre vuelve a su antiguo oficio de mercader tras la llegada del dinero y la venta de algunas joyas, regalo de la Reina. Alquilan una casa frontera al convento de Santa Paula. 



"Discurrieron aquella noche en muchas cosas, especialmente, en que si la Reina supiera que eran católicos, no les enviaría recaudo tan manso."

Pero no se vayan porque cuando parece que ya está todo el pescado vendido aún quedan cosas que contar. Tenemos a Isabela de casa al convento y del convento a casa, ganando indulgencias y guardando la ausencia de su amante de manera rigurosa, eclipsando la hermosura a la vista de los demás ansiosos por verla. Queda el sorprendente arreón final en el que Cervantes saca de la chistera una carta inesperada que alarga la historia. En ella, Catalina, la madre adoptiva de Isabela, cuenta que Arnesto ha matado a Ricaredo a traición en Francia. La noticia es como un latigazo por dentro para Isabela que se hinca de rodillas ante un crucifijo y hace votos de meterse monja, ya teniéndose por viuda. 

Pasados dos años, llega el día de tomar los hábitos. Vestida con las mejores galas se reúnen los miembros de la nobleza y personas principales de Sevilla para contemplar, aunque sólo sea fugazmente, la belleza de la novicia que tantos meses había estado eclipsada. 

Justo en el crítico momento, cuando ya tenía un pie en el umbral del convento, decidida a crucificarse sobre los dos maderos curvos de la ausencia de César Vallejo, llega el clímax, ese momento culminante en el que el relato gira. Aparece Ricaredo que con poderosa voz de ultratumba, vestido de cautivo rescatado, la detiene. Clama desde detrás de las líneas enemigas que mientras él esté vivo, ella no puede ser religiosa, entre la estupefacción general de los presentes y los gritos y aplausos de los lectores. ¡Qué poderío esta escena! La aparición del séptimo de caballería en el último momento cuando ya los sioux agarran por los pelos las cabelleras rubias de los granjeros sitiados. Lo demás se lo pueden imaginar. Ricaredo cuenta sus andanzas por toda Europa. El encontronazo con Arnesto y sus secuaces que lo dejan por muerto. La visita a Roma donde se afianza en la fe. La vida de cautivo en Argel. La liberación, la venida a Sevilla, la boda con Isabel para siempre y el retoñar de la felicidad.



Look into your heart, 
You will find 
There's nothin' there to hide 
Take me as I am, 
Take my life 
I would give it all, 
I would sacrifice
Bryan Adams






Este comentario pertenece al grupo de lectura colectiva que desde La Acequia coordina y dirige desde hace unos cuantos años su autor, el profesor Pedro Ojeda Escudero.


miércoles, 8 de febrero de 2017

Novelas Ejemplares. La española inglesa. Miguel de Cervantes.El amor es un banquete.




"Y aunque iba aprendiendo la lengua inglesa no perdía la española"


Novelas Ejemplares 
La española inglesa 
Miguel de Cervantes 

La acción de La española inglesa transcurre primordialmente en Cádiz y en Londres. La armada inglesa, más invencible que la española, se viene al extremo sur de Europa a hundirnos los barcos y a dedicarse al saqueo de la ciudad que mejor canta las chirigotas de carnaval. Se ve que como en la parte terrestre del mundo no pueden con los ejércitos del imperio de pies de barro, pero poderosos en ese momento, nos atacan por mar. No solo porque los hechos narrados comiencen con feroces corsarios ingleses asaltando las playas gaditanas y  continúen a orillas del Támesis La española inglesa es cosmopolita, lo es también por la diversidad de su localización y nacionalidad de sus personajes. Luego hay un largo periplo europeo, por Francia e Italia donde Ricaredo se afianza en su catolicismo romano. La trama concluye en Sevilla, al lado del convento de Santa Paula. Y mar, mucho mar, como corresponde a la tradicional hegemonía británica en los mares y océanos. Allí no rigen las leyes de tierra firme, allí se aplica sin contemplaciones la rigurosa ley del mar. Se notan los conocimientos marineros de Cervantes, se desenvuelve como pez en el agua en la narración de ese abordaje sin resistencia enemiga a las puertas del puerto de Cádiz

Los hechos narrados son contemporáneos del autor, por lo tanto la relación entre España e Inglaterra reflejada en la novela puede presentar trazas de realidad. También se firmó una paz en 1604, por lo que esa ambigüedad de amor y odio entre los países y algunos personajes que impregna la novela corta puede que tenga asiento en la realidad de la época. El saqueo de Cádiz fue real, ocurrió en 1596 y constituyó una de las derrotas españolas más dolorosas en la guerra contra el Reino Unido. 



"Le tenían dedicado para ser esposo de una muy rica y principal doncella escocesa, así mismo secreta cristiana como ellos"

La española inglesa es un romance,  una historia de amor, una entretenida novela bizantina en la que triunfa el amor a pesar de los numerosos obstáculos que aparecen en el camino. La novela bizantina  estaba de moda y respondía a los gustos de los lectores de la época, pero hay mucho más como corresponde a un escrito de Cervantes relacionado con la época y sin que provoque fatiga en los materiales usados. Como esas descripciones de los navíos en las que el autor parece casado con el mar, la corte británica y el contraste con la española, las penalidades de los cautivos, las negociaciones para liberarlos, la fiabilidad de los prestamistas y banqueros europeos, la belleza recobrada, etc. Un narrador ágil que inunda la historia de ritmo trepidante y muchas cosas que narrar. De fondo y atenidos al tiempo, el conflicto religioso de los siglos XVI y XVII que baña de sangre los campos de Europa. Los miembros de la familia secuestradora de Isabela son católicos de catacumba, perseguidos por ser raros entre la mayoría anglicana. Al revés pasaba en España con los conciliábulos protestantes clandestinos que tan bien describe Delibes en El hereje. A mi juicio,  existe en la novela un tono pacifista, una huida de la limpieza religiosa e ideológica que acarrean los fanatismos. Una propaganda a favor de la paz como refleja esa falta de rencor hacia el turco que encarcela y priva de libertad a los cautivos. El enemigo británico puede ser amigo. Pero con Cervantes nunca se sabe a ciencia cierta, todo puede ser medida ambigüedad y fina ironía. Una lectura acorde con estos tiempos de Brexit, después de cuarenta años de convivencia europea, se emborrachan de independencia y prefieren surcar los mares solos, (Allá ellos) no vaya a ser que algún europeo vaya a Londres a gobernarlos. Nunca lo permitirían ellos, claro, tan apegados a lo suyo. 

El comienzo de La española inglesa es provocador, tanto como el de La gitanilla. La reducción del ser humano a la categoría de despojo, material sobrante: “Entre los despojos que los ingleses llevaron de la ciudad de Cádiz, Clotaldo, un caballero inglés, capitán de una escuadra de navíos, llevó a Londres una niña de edad de siete años.” Ya vamos viendo que una de las tácticas de Cervantes es exagerar las situaciones para que el contraste barroco sea después más evidente. La táctica envenenada de reducir el ser humano diferente a la categoría de desecho como justificación de una posterior eliminación es tan vieja como el mundo. Todo está en Cervantes, sólo hay que leer y dar con ello. El capitán Clotaldo desbarata el dicho popular: “Joyas con dientes, nadie quiere,” haciendo referencia a la esclavitud y trabajo extremo que supone regenerar la especie, criar y educar a los hijos propios hasta que vuelan. Aunque pensándolo un poco, el chascarrillo hace aguas en estos tiempos en que la gente acepta esclavitudes sin decir ni pío. Me refiero a esa estadística que circula por ahí que señala que ya hay más animales de cuatro patas que niños en las casas. Es entrañable la cantidad de esclavitudes y compromisos que la gente asume con tal de tener a alguien a mano que le aguante los soliloquios. Como Orfeo y Augusto Pérez, pero con la diferencia que Augusto tenía criados para atender al can a cuerpo de rey. 




"Dentro de nueve días se hallaron a la vista de Londres"

Bien, pues resulta que Clotaldo se lleva entre el botín del saqueo de la Tacita de Plata a Isabela y la regala a su mujer. Lo extraño es que no la quisieran como esclava o cautiva para pedir por ella un rescate como era costumbre en la época. La educan como una hija más de la familia noble que son. La enseñan a leer, a escribir y a "tocar todos los instrumentos que a una mujer son lícitos,” (No vayamos a pensar mal) que acompañan el don de una voz maravillosa que encantaba al cantar, como La gitanilla. (Continuará)



Take me now baby here as I am
 Pull me close, try and understand 
 Desirous hunger is the fire I breathe
 Love is a banquet on which we feed 

Bruce Sprinsteen/Patti Smith




Este comentario pertenece al grupo de lectura colectiva que desde 
La Acequia coordina y dirige desde hace unos cuantos años su autor, el profesor Pedro Ojeda Escudero.



miércoles, 1 de febrero de 2017

Novelas Ejemplares Rinconete y Cortadillo (y2) Miguel de Cervantes. El silencio no ayuda.





"Otros dos,  hay que son palanquines; Los cuales, como por momentos mudan casas, saben las entradas y salidas de todas las de la ciudad, y cuales pueden ser de provecho, y cuales no."


Novelas Ejemplares
Rinconete y Cortadillo (y2)
Miguel de Cervantes

Preguntados Rinconete y Cortadillo, da cuenta éste de sus habilidades que no son pocas: artista del floreo, catedrático de la buena vista, experto jugador, maestro en el robo con escalo. Pero en lo que Cortadillo más destaca es en mete dos y saca cinco. Monipodio le baja los humos, le regula la corriente sanguínea. No niega que sean buenos principios, pero no pasan de ser flores viejas de cantueso, sólo aptas para engañar a ingenuos espíritus primaverales que no existen. Le asegura que con media docena de lecciones saldrá oficial famoso, quizás maestro. También quiere de ellos que cuando llegue el caso, tengan el ánimo suficiente para sufrir media docena de latigazos sin cantar, porque lo que dice la lengua lo paga la gorja y no tiene más letras un no que un sí.

Discurso tan bien hilvanado y rotundo lleva a Monipodio a proponerles como cofrades mayores de la comunidad de vagos, malhechores y maleantes de Sevilla sin pasar por el año de noviciado. Confirmada la propuesta por unanimidad de todos los presentes en asamblea democrática, los eximen del año de trabajos menores como llevar la recaudación a la cárcel de algún hermano mayor, piar el turco puro, no pedir licencia al mayoral para celebrar un banquete y entrar en el reparto de beneficios de lo garbeado desde el primer día. Palabra estrangulada en la boca de los veteranos amigos de lo ajeno.

Un muchacho que hace de centinela de la casa con patio aljamiado interrumpe alborotado la reunión porque se acerca el alguacil de vagabundos. Monipodio tranquiliza a la concurrencia; la autoridad está comprada, conchabada. El alguacil quiere que aparezca la bolsita de ámbar con los veinte escudos de oro que Cortadillo afanó en San Salvador a un pariente suyo. Como nadie manifiesta conocer el paradero de la bolsa, Monipodio monta en cólera, se le disparan todos los marcadores, temeroso de algún motín o algo. Recela de que haya alguno que se atreva a romper los estatutos y buenas ordenanzas y que alguien desafíe su autoridad. Rincón,  viendo la rabia del jefe, presenta la bolsa del sacristán completa, sin faltarle un ardite, para satisfacción de Monipodio que se deshace en elogios hacia Cortadillo el Bueno porque “no es mucho que a quien te da la gallina entera, tú des una pierna de ella.” Bien sabe el maestre que un día de disimulo del alguacil paga ciento por uno.




"Todos, cual por una y cuál por otra parte, desaparecieron, subiéndose a las azoteas y tejados para escaparse y pasar por ellos a otra calle."


Entran al patio la Gananciosa y la Escalanta llenas de desenfado y desvergüenza, vestidas de mujeres de la casa llana, emparejadas con el manco Maniferro, por tener una mano postiza de hierro, y de Chiquiznaque. Traen unas banastas bien repletas de naranjas, limones, aceitunas, tajadas de bacalao frito, queso de Flandes, productos del mar: camarones, cangrejos, alcaparrones ahogados en pimientos y blanquísimo pan de Gandul. Traen también una bota de hasta dos arrobas de vino de la que sacan un azumbre del que da buena cuenta el estómago de la Pipota, desmayado de continuo. Sentados al vino y a las tajadas, unos catorce sacan las facas de cachas amarillas.

En plena faena del condumio, Tagarete, el centinela de guardia, da la voz de alarma con gran escandalera. Juliana, la Cariharta, llorosa y llena de pelos, moza del mismo jaez que las otras, viene con la cara llena de tolondrones, denegrida y magullada, exclama a gritos la Cariharta: “¡La justicia de Dios y del Rey venga sobre aquel ladrón desuellacaras, sobre aquel cobarde bajamanero, sobre aquel pícaro lendroso, que le he quitado más veces de la horca que tiene pelos en las barbas!” Cervantes nos deja de regalo aquí un ejemplo soberbio de cómo se resuelven los conflictos de maltrato de género y falta de respeto en los espacios cerrados. El Repolido la chulea, la manda a pedir con el Cabrillas de ayuda. Al entregar veinticinco en lugar de los treinta reales cabales acordados, la azota entre unas oliveras. Lo que se quiere bien, se castiga, la Gananciosa justifica así la somanta. Ya quisiera ella que ese bellacón la azotara y la acoceara así a ella. Significa que la quiere más, como hace el Repolido: la intenta acariciar después de haberla molido y llora totalmente arrepentido. También la Cariharta lo quiere arrepentido más que a las telas de su cuore. La Gananciosa le aconseja que no vaya a buscarle, porque se extenderá y ensanchará. Mejor que espere un poco, que el volverá manso como un cordero. En caso de que no venga, le sacarán cantares, le escribirán coplas que le amarguen. Incluso Monipodio se ofrece a componer miles de ellas, pues aunque no es muy buen poeta, todavía tiene a su amigo el barbero, buen barbero y poeta, para henchirle las medidas a los versos.

Se hizo la paz entre los ruines y tantas manos a las tajadas y tantos gaznates resecos, le vieron en poco tiempo el hondón a la canasta y las heces al cuero. Monipodio le explica a Rinconete algunos secretos de la cofradía. Los dos personajes graves que llaman la atención por su pelo cano son los abispones, su cometido es andar de día por la ciudad, avispando en qué casas se puede dar el tiento de noche con poco peligro. Vigilan a los que salen de la Casa de la Moneda para ver dónde ponen el dinero, estudian el grosor de los muros y diseñan el lugar para hacer los guzpátaros (los butrones). Se llevan un quinto de lo hurtado, “como Su Majestad de los tesoros.” Son gente respetada, de mucha verdad, de buena vida y misa diaria. También cuentan con dos palanquines, atentos a los que se mudan de casa para aprender las entradas y salidas de provecho para lo suyo.




"Porque vive el Dador, si se me sube la colera al campanario, que sea peor la recaída que la caída."

El Repolido se presenta en el patio con las orejas gachas, humilde y mansito pidiendo perdón, pero que no achuche mucho la Cariharta no vaya a subírsele la cólera al campanario. Viendo que ella pide más y los demás la apoyan, interviene Monipodio para imponer la paz. Que se deshagan las palabras entre los dientes y que se olviden las dichas antes. Que se lleve el viento las palabras mal habladas. Y se preparó la zambra para celebrar la paz entre los amigos. Cada uno toca lo que sabe, que es mucho entre gente de compás y buen son. Hasta Monipodio se revela como buen tocaor, toca las tejoletas con un plato partido. La Gananciosa se arranca por seguirillas sentidas y Monipodio la secunda:
"Riñen dos amantes, hácese la paz:
si el enojo es grande, es el gusto más."
Y el Repolido firma la paz: “Cántese a lo llano, y no se toquen estorias pasadas, que no hay para qué: lo pasado sea pasado, y tómese otra vereda, y basta.”

Arte llevaban de no terminar el cante si no es por una falsa alarma del centinela que los evapora en un instante al dar el queo de que el Alcalde de la justicia aparece en la calle con varios corchetes, pero pasa de largo.

Aparece un mozo con una queja: no han dado cuchillada de catorce a un mercader a pesar de haber pagado. Chiquiznaque lo achaca a la poca cara del pagano, solo le entran cuchilladas de a siete. Confiesa que se la dio a un criado, pero, claro, eso no es lo mismo.

Monipodio no sabe leer ni escribir, sin embargo, guarda una detallada relación escrita de las fechorías cometidas, lo ganado y su autor en un libro de memoria que manda leer a Cortadillo. Hasta él mismo tiene pendiente un “unto de miera en la casa” por el que ha recibido cuatro escudos de señal de los ocho de la entrega completa. La clavazón de cuernos le corresponde al Narigueta.

Rompen filas y todos a sus puestos, les despide y les cita el próximo domingo para el reparto. A Rinconete y Cortadillo les asigna el tramo que va de la Torre del Oro al Postigo del Alcazar. El Ganchoso va de guía. Los apunta en la lista de cofrades sin noviciado. Floreo y bajón, sus artes. Un abispón da cuenta de que el Lobillo de Málaga, buena prenda, y el Judío merodean por Sevilla. Parece ser que Rinconete y Cortadillo estuvieron por Sevilla durante unos meses bajo las órdenes y con la bendición de Monipodio, pero narrar las peripecias ya es cuestión de otro relato que Cervantes  no tuvo tiempo de escribir. 

El silencio no te ayuda, 
 sé que no sabes qué hacer, 
 sabes que fue la primera 
 y no será la última vez
Porta




Este comentario pertenece al grupo de lectura colectiva que desde La Acequia coordina y dirige desde hace unos cuantos años su autor, el profesor Pedro Ojeda Escudero.