lunes, 18 de septiembre de 2017

La saga/fuga de J.B. (37) Scherzo y fuga. Gonzalo Torrente Ballester. Un solo corazón.







"El rey Artús abrió la puerta con solemnidad de puerta de bronce"


La saga/fuga de J.B. (37) 
Scherzo y fuga 
Capítulo 3 
Gonzalo Torrente Ballester 

Ifigenia lo atormenta con sus celos, le propone irse juntos, dejarlo todo, al marido, al hijo, la reputación. A la negativa responde con un disparo a la desesperada que le roza las costillas. De la herida superficial mana sangre abundante que le sobresalta. La detonación alarma al vecindario y a la Tabla Redonda en pleno. La herida le duele, pero más le duele la traición de Coralina que ni se inmuta cuando le cuentan la agresión, se encuentra ocupada con la jaqueca de Baliño. A Jota Be le reconcome la idea de que Coralina pase la noche con el escultor Baliño, algo que él nunca ha conseguido, pues los encuentros terminan a la hora de la cena y la posterior presidencia de la Tabla Redonda. 

El mundo sigue su rumbo, indiferente a los éxitos y fracasos cumplidos, ajeno al corazón y costado sangrantes de un Jota Be cuando Coralina le devuelve el soneto que con tanto esfuerzo le ha escrito y una nota: “Esta bobada ofende a cualquier mujer. No vuelvas a verme.” Relee el poema escrito con el alma dolorida en un momento febril de temblor creativo. No le encuentra el sentido, pero el ritmo es suyo. Alguien desde el exterior, como el duende que empuja la inspiración, ha encajado las palabras en el molde musical y lo ha deslizado de rondón hasta los umbrales del misterio. Reconoce las vocales como suyas, pero se le resiste la emoción de las palabras. La impotencia ante algo tan sobrenatural le arranca un grito del alma, un aullido incomprensible, sordo y seco, que no espera respuesta. La respuesta le llega del habla humana, con palabras cabales desde la mitad de su cerebro que acoge a Jota Be. Un Jota Be itinerante y supernumerario que marchará porque Julia está a punto de llamar a la puerta. El Jota Be poeta que escribe los versos pensados por la otra mitad del cerebro. Pero también se identifica con el alter ego, y lo explica porque recibe el tiro al salir de casa, sufre el dolor posterior, rabia de los celos y siente deseos de expresarse en verso. Es decir, son uno y no dos. Dos identificados en uno. Como el que sorprende a uno en su intimidad y la destruye.




"El mundo seguía su curso mientras sangraban mi corazón y mi costado" 

Parecía imposible, pero el autor complica un poco más si cabe la trama de la novela con esta meditación sin barnices sobre el tiempo. La doble ubicación de las personas o personajes de la narración, la perfección espacial, parecía más o menos resuelta. Ya parece más difícil poder estar en dos fechas distintas al mismo tiempo. Leer estas páginas produce vértigo al comprobar el trabajo del autor por cuadrar el círculo, trascender el tiempo. 

Estamos en 1873 y en 1930 al mismo tiempo. La narración ha estado en tres Jota Bes y camina al encuentro de otros dos antes de que la trashumancia termine. Oportunidad de volver a morir. Vuelo entre espacios vacíos, entre el abismo que hay de una estrella a otra. Bastida cuenta su futuro, cómo las muchachas llevan flores a la estatua y leen los versos del vate cuando están enamoradas. Se siente poderoso, a tiempo de cambiar el futuro. Su muerte será hoy, el mismo día, como coinciden la historia y la leyenda. Siente "el silencio del alma, algo así como la oquedad de un espacio que no existe, como el vacío del que ha huido de todo, hasta la Nada.” La vida se le acaba y el cuerpo será pasto de las lampreas. Si es hábil a la hora de pegarse el tiro, su muerte no será suicidio sino sacrificio por la patria. Como las bajas de los adoctrinados de mente tatuada de supremacía. Además la muerte no es el final. Ni él mismo que los ha habitado a todos, puede asegurar que los Jota Bes que esperan más Allá de las Islas estén muertos. 

 Ojalá su nombre de pila hubiera sido Carlos o Roque, habría sido funcionario de Ayuntamiento y escena del sofá. Pero lo pusieron Joaquín y eso imprime carácter de poeta y cantautor desde antiguo a la busca del poema en el revoltijo de las palabras desordenadas. En la palma de la mano lleva escrito que se va a morir joven como es imperativo de poetas y cantantes de rock, elegidos por los dioses y ramos de flores perpetuos en la estatua. 

Jota Be no quiere líos, decide inhibirse cuando la algarabía, los gritos y voces de las tropas del Gobierno Central llenan de ruido el hotel. El Rey Artús abre la puerta con solemnidad de bronce y anuncia el Consejo de Guerra histórico con voz temblorosa. 

Bélica, lo que se dice bélica, Castroforte nunca lo ha sido. Las tres ocasiones en que la gente combatió fue arengada por alguien que prefería la muerte a la derrota, como cuando el almirante Ballantyne burla las fragatas inglesas que le persiguen desde la Martinica porque tienen más calado (como en “La española inglesa” de Cervantes). En la mirada de las gentes dirigidas por Lilaila Barallobre centelleaba una ira militar aquella noche que vestía sus mejores galas para la guerra. Sabe por el Lieutenant Rochefoucauld que aquella noche había conjunción de astros y los de su clan mueren con un cielo ordenado. Umbral de eternidad. 




"Me metí en ti cuando salías de casa"


El obispo Jerónimo Bermúdez no puede presumir de castidad. Justifica su cohabitación con Lilaila Barallobre en el hecho de que su unión ya estaba decretada desde antes de los siglos (La independencia de las naciones, también). Difícil resistirse a razones tan hondas y trascendentes aunque ello les equipare al amancebamiento de Ramírez y a la Infanta de Castilla. Siempre con la diferencia de que él se casa con ella en público y como señal de su estima por las mujeres la ordenará diaconisa o presbítera si lo quiere. Los espías le van a Ramírez con el cuento de las audacias canónicas y le echa encima anatemas y tropas. Quiere desobisparle y quemarlo con sambenito de brujo en la plaza de Villasanta. Luego se entera de que sus verdaderas intenciones pasan por robarle la mujer, pues la Infanta se le va quedando fondona con la edad. Intenciones que a él no le desagradan pues sus prejuicios y formación de seminarista le dan a su relación con Julia un matiz sacrílego que le incomoda ya que según le han enseñado si un sacerdote resucita, conserva el carácter impreso de un pastor de almas. ¿No puede ser entonces un razonamiento de Jerónimo Bermúdez? El argumento le mete miedo pues le instala en la sede de Tuy como Jerónimo Bermúdez, ente del pasado y no como José Bastida, presente.

Si a cualquiera le duele 
perder hijos o hermanos 
si a nadie le apetece 
 que le aten las manos 
si llueve cuando llueve 
sobre enfermos y sanos 
si a ninguno la muerte 
 nos dejara olvidados 
Un planeta y un sol 
para toda la gente 
si me falta razón 
quizás sea un demente 
Un solo corazón 
 para toda la gente 
Diego Cruz



Este comentario pertenece al grupo de lectura colectiva que desde La Acequia coordina y dirige desde hace unos cuantos años su autor, el profesor Pedro Ojeda Escudero.



lunes, 11 de septiembre de 2017

La saga/fuga de J.B. (36) Scherzo y fuga. Gonzalo Torrente Ballester.Tan sol y tan luna.






"Comparecerás ante el Tribunal de Dios cuando los siete astros se junten en columna"

La saga/fuga de J.B. (36) 
Scherzo y fuga 
Capítulo 3 
Gonzalo Torrente Ballester 

Hay niebla en Castroforte esta mañana, como casi todas las mañanas. El mariscal Bendaña y don Asclepiadeo se presentan ante el Canónigo, los presbíteros, diáconos y diaconisas. Su presencia descomunal, alzados en caballos poderosos subiendo por la Rúa Sacra hace temblar a las gentes de Castroforte que observan con miedo desde las ventanas. Las pisadas del mariscal al descabalgar resuenan a hierro y a blasfemia. Las de don Asclepiadeo son ligereza alada. Trae consigo el rabel que los obispos escuchan en los recesos de los concilios. Su presencia amansa la fiera, dulcifica la figura del mariscal que quiere tirar por la calle de en medio y acabar a sablazos con aquello. 

Don Asclepiadeo lee las conclusiones conciliares que le condenan por hereje, panteísta, fornicario e “introductor de novedades peligrosas, como lo eran la introducción de impuestos obligatorios y la declaración de que en mi diócesis no había siervos.” El Canónigo responde que a él lo eligió el obispo de Roma y sólo a él debe obediencia. No reconoce ninguna autoridad sobrevenida de tono menor, sólo al obispo de Roma




"Los suponía estrellas de una constelación remota de la que nos llegaban destellos" 

El vientre del mariscal tiembla de risa y rabia debajo de la cota de malla como el anca de un caballo picado por las moscas. “Roma queda muy lejos, y la herejía es una peste que hay que extirpar antes de que se propague.” El anatema lo coloca fuera de la ley y pasa a jurisdicción civil. El verdugo está libre de culpa porque quien mata en nombre de Dios, no asesina, ejecuta. El mismo mariscal jurará ante la cruz que Dios le manda matar. El Canónigo le dice que Dios le tomará cuenta del juramento. Le amenaza que si un solo hombre, mujer o niño de Castroforte cae, comparecerá ante el tribunal de Dios cuando los siete astros se junten en columna. Como las tropas invasoras mataran a muchos, se cumple la maldición al día siguiente: el mariscal dobla la cabeza en un estertor súbito y muere. Pero eso no lo sabía el día anterior porque nunca sabemos el día ni la hora en que viene la parca a llamar a la puerta para llevarte. Amenaza con hacer uso del derecho de victoria, refocilarse con alguna diaconisa al día siguiente. Don Asclepiadeo le riñe al oído por el exabrupto y pasa a las burlas del Canónigo por tener a varias diaconisas preñadas y pregunta qué pensaría si otra papisa Juana reinase en Roma. A ello responde con otra pregunta (Y tu más de los políticos). También la Infanta Doña Mayor le da un hijo anual al Arzobispo y a todos los monjes, abades y clérigos en franco concubinato público. ¡Y qué!, responde, lo importante es que las mujeres no manden en las sacristías. Como la suya que ordena y manda. Como nadie da un paso atrás, dan duro con tieso, el ataque comenzará al amanecer, pero para nada porque el Cuerpo Santo está bien escondido, acogido a sagrado; los límites, escriturados en Roma y nadie salvo los autorizados por el obispo de Tuy podrá pescar lampreas en el río Mendo. 

No fue la única vez que las huestes victoriosas de Villasanta buscaron el Santo Cuerpo Iluminado sin hallarlo, pero sí fue la primera. ¿Será don Acisclo el siguiente en buscarlo? Veremos, pues el futuro no está escrito. 

¿Podrá creer las razones de Coralina para venir a Castroforte? Vino por una promesa que hizo en un momento de apuro. Prometió subir al santuario y entregarle las joyas a los pobres si la libraba de la policía de Napoleón III y de los celos de la emperatriz. Porque ella podía tenerlo todo, pero no sus amantes. Estaba en la cresta de la ola, se movía en un planeta de ensueño de una constelación remota del que llegaban destellos a través de La Vie Parisienne. La pintaba Manet y Offenbach le componía las canciones. 




"Estaban dispuestos a hacer una revolución por darme la libertad."

Se libra de la policía francesa gracias a la intervención de Bismarck que necesita de espía a una mujer fatal, una Matahari que averigüe si en caso de guerra entre Francia y Alemania el Zar de Rusia atacaría por el este. Así es como llega a San Petersburgo y el Zar la lleva al huerto de tablas sicalípticas la segunda noche. Alrededor de su cama se llegan a celebrar consejos del Imperio, pues una vez conocida su condición de espía, le entregan informes falsos para que los remita al embajador de Prusia. Cuando ya no les es útil, la suben en un trineo y ¡hala!, para Austria con la criada y las joyas. ¡Ay, Viena! Allí todos los hombres son húsares de algo “y saben hacer el amor con tanta delicadeza como si bailásemos un vals delante del Emperador.” 

Cuando regresa a Alemania la guerra ha terminado, la ha ganado Bismarck gracias a los informes falsos del Zar. En lugar de alguna medalla recibe disgustos. El Príncipe Electo del Palatinado la confina en el castillo de Heidelberg donde dos ulanos grandes como tilos la guardan permanentemente. Coralina cuenta la historia con ligeras variantes porque a veces el amante es el Rey de Baden-Baden, y otras un semental desaforado vestido de general y en lugar de ulanos grandes como tilos la guardan ulanos de la muerte. Una orquesta de cámara le ameniza las tardes desde un celador. La princesa entonces, rendida al encanto de la música, deja de llamarla puta en alemán. De las cuerdas salen notas ligeras de Bach y Haendel cuando a ella lo que le gusta son los acrobáticos cancanes de Offenbach. Como una cosa lleva a la otra, se ponen a bailar y a cantar en mitad del comedor, los huéspedes y clientes del café le hacen corro, entusiasmados por las puntillas de las bragas que asomaban por la parte de atrás de la bailarina. El paso final enseñando el trasero provoca la sonrisa de don Torcuato que señala a Merlín el lugar secreto en el que guarda los siete lunares proféticos de su destino. Una neblina clara de melancolía invade su calma, los versos dedicados a Coralina están impregnados de ella. Ni la alegría de riachuelo limpio devuelve la alegría a sus ojos.


No puedo dormir. 
No puedo dormir. 
Atravesada entre los párpados 
 tengo una mujer, 
secreta mujer 
tan sol y tan luna 
que abre mis ojos y me obliga a ver 
mi desventura y mi fortuna. 
Y no me deja dormir 
esa mujer, 
esa secreta mujer.
Eduardo Galeano/ Joan Manuel Serrat


Este comentario pertenece al grupo de lectura colectiva que desde La Acequia coordina y dirige desde hace unos cuantos años su autor, el profesor Pedro Ojeda Escudero.

A la espera de las instrucciones de Pedro sobre las novelas amorosas de María de Zayas, seguimos con la batalla de La saga/ fuga de Torrente Ballester.