domingo, 30 de junio de 2013

Por aliviar el luto



 


 Huella de la intolerancia religiosa durante el S. XVI en Utrecht



Con la llegada de los rigores estivales el mundillo de los blogs entra en una fase de quietud, como  en un periodo de hibernación. Pasa que con el cambio de rutinas, se pierde el ritmo bloguero y la motivación de leer y escribir con vistas al blog disminuye, en algunos casos desaparece al fallar la herramienta y los instrumentos de internet. Como tampoco es plan estar de luto tanto tiempo seguido, lo aliviaremos con estas pequeñas reflexiones surgidas a vuela pluma sobre el comienzo de El Hereje de Miguel Delibes:   


Utrecht
                       
La iglesia se sirve de la Inquisición como instrumento para garantizar la ortodoxia católica. Pero no solo se preocupa de asuntos religiosos, así, vemos en la novela que también ejerce control sobre los libros prohibidos por ella: incurrir en el delito de venderlos o difundirlos era castigado con dureza. Igualmente se opuso a la introducción del tabaco cuyo consumo empezaba a extenderse por todas las capas de la sociedad. No todo eran prohibiciones, también velaban por la salud de las gentes, algún aspecto positivo tenía que tener tanta privación de libertad. Con la perspectiva que da el paso del tiempo, bien podemos concluir que el pueblo siempre tiene razón; en ninguna de las dos imposiciones tuvo éxito, la verdad solo tiene un camino. 



 Los españoles no tenemos buena fama por ahí fuera, algunos antepasados fueron opresores.

El Hereje presenta en su composición una gran mezcla de muchos y variados ingredientes que el autor trenza con su mirada cervantina de experto narrador. Aúna profundos asuntos de religión que atormentan la conciencia de los protagonistas con temas banales como la caza, las peleas entre adolescentes en los internados para ganarse el respeto o la manera de satisfacer los apremios de naturaleza lúbrica de las distintas clases sociales. 


 Al igual que otras ciudades holandesas, Utrecht está cursada por abundantes canales

Cipriano Salcedo se siente un ser despreciable. No llega a entender que haya alguien que nazca para odiar. Al pecado original de odio a su padre se le une un sentimiento similar hacia Teodomira. El ingreso en la secta le proporciona el amparo que echa de menos en el hogar. Su entrega en cuerpo y alma al conventículo tiene su origen en ese sentimiento de desamparo. 



Pues eso: Destruyamos paredes que separan en lugar de construirlas


El Preámbulo de El Hereje es un acercamiento a la historia de la religión en Europa durante el siglo XVI, cuando los caminos de los creyentes cristianos se bifurcan. Su precisión resulta sorprendente para un lector medio que no sea experto en la materia. Se trata de un tema que se suele pasar de puntillas en los planes de estudio, a pesar de su importancia para la configuración posterior de Europa. En modo alguno puede caer en el olvido la influencia que en esos tiempos tiene la religión y el papel que juega en Europa para la evolución de una sociedad feudal, rígidamente estratificada, a otra de componentes más democráticos y amables con los desheredados. A mi juicio, el capítulo representa un ejemplo perfecto de cómo se aprende más a través de la lectura a la que se llega voluntariamente y por convencimiento que con la lectura por obligación o por estudio. El autor se cuida de ofrecernos con detalle y profundidad, para el no iniciado, el marco religioso e histórico en el que se desarrolla la historia. 

 Aparcamiento de bicis, paraíso de los vehículos de dos ruedas

La presencia del doctor, don Francisco Almenara,  llama la atención en el capítulo primero. Considerado sabio – atesora más de trescientos libros en sus estanterías-, tiene aspecto de Mago Merlín con su luenga barba canosa. Su importancia radica en los esfuerzos, basados en remedios caseros y en una lección de ginecología del S. XVI, para que doña Catalina dé a luz con el fin de evitar la afrenta de la esterilidad en la pareja, sobre todo en la mujer. No tener descendencia era considerado una degradación para ellas. La primera obligación de toda mujer era dar descendencia. El precursor de ginecólogo trabaja en equipo con el marido, don Bernardo, y con su mujer, Catalina, para intentar mantener la estirpe de los Salcedo. Y lo consiguen a costa del fallecimiento de la madre. 



 Los pingüinos de pega y el que esto escribe  les deseamos a los comentadores, lectores y visitantes que le jueguen la vuelta a los  calores como mejor puedan,  los demás, haremos igualmente lo que podamos.


Este comentario pertenece al grupo de lectura colectiva que desde La Acequia coordina y dirige su autor, el profesor Pedro Ojeda Escudero.
 

martes, 18 de junio de 2013

De luto blanquinegro

 



 Último partido en el Helmántico: 19 de mayo contra el Tenerife (2-2).



 Entrega de los últimos premios García Traid, temporada 2012-13



 Al parecer Hidalgo se cansó de pilotar aviones



 La agonía dura cinco años. Concentración en la Plaza Mayor a favor de la Unión.

 
La muerte forma parte de la vida, sabedora de su superioridad, la ejerce sin contemplaciones de ganador despiadado sobre los más débiles primero. Hoy le ha tocado a la Unión Deportiva Salamanca. Su merodeo ha durado varios años, el acoso implacable de las deudas ha terminado por hundirla. 


El frío del Helmántico era proverbial

Hoy ha sido un día difícil para los miles de aficionados del equipo unionista. La tristeza invade los corazones blanquinegros de los seguidores de la Unión en un día oscuro, que amaneció gris y que quedará marcado en los anales de las desgracias colectivas de la ciudad. 


 Corazones blanquinegros

Son varios los acontecimientos ocurridos en un corto periodo de tiempo que ensombrecen el horizonte de esta ciudad antigua. Primero muere la “Caja” debido al saqueo continuado del dinero de los pequeños ahorradores por parte de unos directivos incapaces y sin escrúpulos. A continuación la Fundación Sánchez Ruipérez clausura la puerta de entrada a la biblioteca infantil, que con noventa mil volúmenes y gran vivacidad de gestión era una auténtica referencia nacional. Cada vez son menos numerosos los aviones que aterrizan en el aeropuerto de Matacán porque - según dicen- las cuentas no salen. ¿Cómo van a salir si cada vez queda menos gente joven ? El Adelanto, periódico decano de la ciudad, echa el cierre de la noche a la mañana y sin avisar. Solo por citar los sucedidos más recientes,  porque la tragedia comenzó hace bastante tiempo, sobre todo en las escasas fábricas localizadas en estos parajes del Oeste. 



Todo comienza en 1923

Los noventa años de andadura del equipo local han hecho historia, dejan un poso de tristeza en el corazón de los unionistas desperdigados por los cinco continentes. Los aficionados recuerdan y no paran de contar las gestas de los doce años en la primera división del fútbol nacional. A partir de ahora ya todo es pasado porque ni la esperanza queda cuando el futuro no existe. 


 Esta tarde,  los más fieles se resisten a abandonar el barco hundido






jueves, 13 de junio de 2013

Me lavé las manos




Paseando por el retiro. Nicolas Muller 1950


La lectura de la trilogía de La lucha por la vida nos deja la imagen limpia de un escritor independiente, un espíritu libre que lucha por su idea de libertad en cada párrafo que escribe, con aciertos y errores, pero siempre con la sinceridad de su propuesta por delante.
Antonio Muñoz Molina se confiesa lector y seguidor de Pío Baroja en un precioso artículo publicado en el diario El País en 1996, a los cuarenta años de su marcha: “En l9l7, escribió: "Yo supongo que se puede ser sencillo y sincero, sin afectación y sin chabacanería, un poco gris, para que se destaquen los matices tenues; que se puede emplear un ritmo que vaya en consonancia con la vida actual, ligera y varia, y sin aspiración de solemnidad". Cuarenta años después de su muerte, día por día, en esas palabras encuentro el resumen de la literatura que me gustaría aprender a escribir”. 

La tierra de Madrid adquiere tonos ocres de tragedia para acoger en su seno el cuerpo sin vida de Pío Baroja la víspera del día de todos los santos. Sus amigos lo bajan a hombros desde su domicilio de la calle Ruiz de Alarcón, un puñado de admiradores,  desafiando al miedo y al ambiente de hostilidad franquista lo acompañan hasta el cementerio civil. Camilo José Cela es uno de los cuatro que cargan a hombros al novelista en el último viaje. Con el temblor de la  emoción que le embarga y las manos teñidas del barniz de la caja nos lo narra así: 


Quizás no debiera haberlo hecho pero, esta mañana, a la vuelta del cementerio, me lavé las manos porque la caja de muerto de Pío Baroja -pobre como corresponde a su último atuendo- desteñía. Miguel Pérez Ferrero se tiznó la cara y Hemingway, aún con las escamitas del catarro en la nariz, lloraba tras sus lentes artesanos, sus lentes de médico de pueblo o de viejo marino holgando en tierra firme. Casas y Val y Vera, los fieles, los cotidianos, los tenaces Casas y Val y Vera- amorosos ambos: uno, tímido y mínimo; el otro, gallardo y derrotado- paseaban atónitos, idos y sin consuelo, su soledad. El pintor Eduardo Vicente tenía serios los ojos y apagado el pitillo de picadura. Clementina Téllez, criada manchega, besó al muerto en la frente y en la mejilla. Los besos de Clementina Téllez, cocinera de oficio, besos violentos y populares, sonaron igual que enamorados e inútiles trallazos. Julio Caro se metió en el bolsillo un frasco con tierra del verde Bidasoa para la tumba. Algunas mujeres lloraban por los rincones por donde, ayer, aún, Baroja alentara. Llegaron los funerarios- colilla en la oreja, blusón de feriante, gesto de estar de vuelta de todos los misterios-y cargamos el muerto. Una voz que olía a ojén, se levantó:
 - Para esto hay que saber. Lo peor son las esquinas, doble sin miedo. Por la escalera abajo, Miguel Pérez Ferrero, Eduardo Vicente, Val y Vera y yo, tropezamos varias veces. Hemingway no bajó a Baroja. 
- Es demasiado honor para mí. Sus amigos.., sus amigos de siempre... 
 - Como Ud. guste. 


Como se puede comprobar en la imagen, el entierro de Pío Baroja despierta escasa expectación.  La gente tenía miedo de que la encasillaran si asistía al sepelio. 

En la calle había doscientas personas; parte eran los del Rallye ibérico, que preparaban sus automóviles para la carrera. Estaban también un ministro y algunos académicos. El duelo se despidió cien pasos más adelante, a los muros del Museo de Artillería. La mañana brillaba más bien fría y temerosa y la gente caminaba con las manos en los bolsillos, medio distraída y como disimulando; medio avergonzada y como esperando a que pasase el tiempo lo más aprisa posible. 





 Por el Retiro paseaban los niños ricos y los novios pobres: aquellos, displicentes y soñadores; estos, ilusionados y sobones. A Baroja hubiera sido mejor enterrarlo por la tarde y una semana más adelante, en su mes preferido: noviembre. Pero la muerte viene cuando viene. Baroja, en sus canciones del suburbio tiene un pasodoble profético: 
Esas tardes del Retiro, 
en pleno mes de Noviembre, 
me dan la impresión romántica 
de un mundo que desfallece. 

Por Ventas, en la antevíspera del día de Difuntos, lucían -azules, rojas, amarillas, blancas, de color malva, frescas y recién cortadas- las prietas y tiernas flores de los muertos. El paisaje por donde, años atrás, anduvieron a la busca Vidal, el “Bizco” y Manuel, se pintó, al correr del tiempo, con la mancha, dicen que civilizada, del hormigón. 




Por el camino del cementerio, los lapidarios y los imagineros golpeaban el mármol de los recuerdos y las perpetuidades. Por el Abroñigal saltaban los niños, los perros y los gorriones del suburbio, las hurañas, las delicadas, las asustadizas y bellas y cochambrosas bestezuelas que jamás pasan de la plaza de toros y de la casilla de los consumeros. Un avión cruzó, zumbando, sobre el Abroñigal; los niños no lo miraron; los perros no le ladraron; los gorriones no levantaron, cauta y espantadamente, el vuelo. En el cementerio se leen nombres conocidos y sobrecogedores, al lado de nombres ignorados y sobrecogedores también. En el cementerio se ven tumbas pulidas como mozas y tumbas amargas como viejas enfermas. En el cementerio se huele el vientecillo del campo abierto, se palpa la brizna de aire que lame la tierra de los muertos, la tierra que acongoja- y que estremece- pisar. 




 Don Pío quedó a la izquierda, según se baja. Sobre su ataúd cayeron las tres o cuatro coronas que le acompañaron. El frasco de magnesia que Julio Caro trajo lleno de tierra, no quiso abrirse. Los fotógrafos decían:"Apártense, por favor", y los que allí estábamos nos hicimos a un lado. Después nos fuimos. Ya en Madrid, Rafaelito Penagos subió a casa de Baroja -a las habitaciones a las que no quise subir- a ver si encontraba mi sombrero. Después, me llegué hasta mi casa a lavarme las manos-quizás no debería haberlo hecho- y a guardar media docena de flores que preferí que no anduvieran rodando. 

Camilo José Cela 
Papeles de San Ramadans, noviembre 1956 
Transcrito de la enciclopedia: Historia de la Literatura Española. Orbis




Don Pío estampillado.



Este comentario pertenece al grupo de lectura colectiva que desde La Acequia coordina y dirige su autor, el profesor Pedro Ojeda Escudero.


viernes, 7 de junio de 2013

Colores de primavera




Mirad: el arco de la vida traza/el iris sobre el campo que verdea

PASCUA DE RESURRECCIÓN 
Campos de Castilla. Antonio Machado 

Mirad: el arco de la vida traza 
el iris sobre el campo que verdea. 
Buscad vuestros amores, doncellitas, 
donde brota la fuente de la piedra. 
En donde el agua ríe y sueña y pasa, 
allí el romance del amor se cuenta. 
¿No han de mirar un día, en vuestros brazos, 
atónitos, el sol de primavera, 
ojos que vienen a la luz cerrados, 
y que al partirse de la vida ciegan? 
¿No beberán un día en vuestros senos 
los que mañana labrarán la tierra? 
¡Oh, celebrad este domingo claro, 
madrecitas en flor, vuestras entrañas nuevas! 
Gozad esta sonrisa de vuestra ruda madre. 
Ya sus hermosos nidos habitan las cigüeñas, 
y escriben en las torres sus blancos garabatos. 
Como esmeraldas lucen los musgos de las peñas. 
Entre los robles muerden 
los negros toros la menuda hierba, 
y el pastor que apacienta los merinos 
su pardo sayo en la montaña deja. 


 

Donde brota la fuente de la piedra

Pascua de Resurrección se publicó por primera vez en el número 111 de la revista La Lectura en mayo de 1909. Se trata de una composición poética de veintidós versos sin división por estrofas y rima asonante en los pares (e, a) que se mantiene en todo el poema. Esta silva arromanzada, que tanto desarrolló Antonio Machado, presenta versos endecasílabos excepto un heptasílabo de extraordinaria fuerza expresiva: “Entre los robles muerden”, que rompe la monotonía rítmica en un verso impar y se ajusta al giro semántico del remate del poema en los últimos cuatro versos con asociaciones como: “negros toros” y “pardo sayo” que contrastan con las anteriores tonalidades: “domingo claro”, “entrañas nuevas” o “blancos garabatos”. Al final hay un regreso al ser oscuro que habita las sombras, el hombre de natural fiereza y la rudeza de los tonos pardos del sayo del pastor.



 En donde el agua ríe y sueña y pasa

Como es bien conocido, la lírica de Machado habla al corazón, rebosa de paisajes y tonos ocres castellanos, caminos por andar en soledad o en compañía, de hastío o muerte como consecuencia del pulso constante con el paso del tiempo. Pero eso no ocurre en este poema, algo exterior existe que le transforma por dentro, suprime todos los complejos y le quita cien años de encima. En Pascua de Resurrección, el poeta, arrobado de emoción primaveral, se encarama al campanario con nido de cigüeñas nuevas para proclamar a viva voz y a los cuatro vientos el fin del invierno, el regreso de la vida, el triunfo de la naturaleza. Tampoco exagera en la exaltación, la vincula a la fecundidad; convoca a las doncellitas en flor, madrecitas de entrañas nuevas a abrirse al amor. Les indica el camino a seguir: 
Mirad: el arco de la vida traza 
el iris sobre el campo que verdea. 
Buscad vuestros amores, doncellitas, 
donde brota la fuente de la piedra. 
..........................................
¡Oh, celebrad este domingo claro, 
madrecitas en flor, vuestras entrañas nuevas! 
Gozad esta sonrisa de vuestra ruda madre. 


 Ojos que vienen a la luz cerrados

El poema es una invitación a vivir, a salir al mar de la primavera a asustar la tristeza y buscar el amor. La primavera es la niña bonita de las estaciones y el poeta nos incita a gozar de su esplendor, de la sonrisa de la madre tierra, a menudo tan hosca con las criaturas que la habitan. En pocos poemas de Machado la incitación al goce y disfrute del momento es tan evidente como en este canto a la juventud y a la resurrección primaveral.




Allí el romance del amor se cuenta




Pascua de Resurrección es también un fiel reflejo del estado de ánimo del autor en el momento de su creación. Como dice Pedro Ojeda tan certeramente: “Le sobreviene la vida, esa cosa tan inesperada que  se nos echa al cuello cuando menos se la espera”.
 

 De colores,
De colores se visten los campos
En la primavera,
De colores,
De colores son los pajaritos
Que vienen de afuera,
Joan Baez




Este comentario pertenece al grupo de lectura colectiva que desde La Acequia coordina y dirige su autor, el profesor Pedro Ojeda Escudero.

miércoles, 5 de junio de 2013

Una eternidad de amor




 "Tenía la serenidad de los que han nacido para afrontar las grandes tempestades"

Picasso



Aurora roja. Pío Baroja (9) 

El matrimonio de Manuel y la Salvadora no cambia de manera sustancial las rutinas de la casa. No hubo ceremonia, tampoco celebración. La salud de Juan empeora a pasos agigantados, ya ni toma las medicinas, sale a todas horas y se ha dado al aguardiente. El catarro crónico que padece ya no le abandona por las noches. Los accesos de tos violan el silencio de la noche y le tienen quebrantado por dentro. Consciente del deterioro de su estado físico, sueña con llegar vivo al día de la coronación del rey, que sería la suya propia porque fantasea  con detener al rey al grito de ¡Viva la anarquía! 

En la taberna del Chaparro el grupo de Aurora roja desvela la auténtica identidad de Silvio Fernández Trascanejo, el soplón de la policía que huye de la quema como un tornado, dejando en la huida miseria y desolación, sembrada la semilla de la maldad. 


Mayo de 1902. Coronación de Alfonso XIII

“Era un día de mayo esplendoroso; un cielo azul; una tarde de oro. La luz intensa, cegadora, vibraba llanamente en las colgaduras amarillas y rojas, en las banderas, en los gallardetes, en los farolillos de las iluminaciones”. Las gentes visten sus mejores galas para presenciar el cortejo. Abarrotan las aceras de la Calle Mayor al paso de la comitiva real. “La regente, rígida, miraba a la multitud con indiferencia,” El rey, desmejorado de aspecto, parecía enfermo. A Manuel unas se le iban, otras se le venían por miedo a alguna explosión. La realidad del momento refleja la aritmética del horror: miles de hombres muertos en Cuba y Filipinas. El pueblo muriéndose de hambre, miseria por todas partes  y los anarquistas sufriendo una feroz represión. El señor Canuto lo celebra por las tabernas. 

El Libertario sentencia con acritud: “Aquí no hay nada; esto es una raza podrida; esto no es un pueblo; aquí no hay vicios ni virtudes, ni pasiones; aquí todo es m... -y repitió la palabra dos o tres veces-. Política, religión, arte, anarquismo, m...”  Un teniente ordena que prendan al señor Canuto y lo lleven detenido al oírle exclamar en voz alta al paso de la bandera: “El trapo glorioso; el símbolo del despotismo y de la tiranía”. Juan no puede hacer nada por evitarlo debido a su debilidad. Las fuerzas le abandonan y Manuel lo lleva a casa por última vez. Desmayado, lo sube en brazos. La próxima salida será por la puerta grande, a hombros de Perico, Prats, el Libertario y el Bolo, sustituidos por cuatro mujeres con el mantón terciado y braceando con garbo por la Castellana con espectadores ocasionales que se arraciman a mirarlas. 

Ignacia llama al cura. Juan, que ha podido dormir gracias a  la morfina, tiene un momento de lucidez y se niega a verlo. La Salvadora canda la puerta por dentro con llave. Se pasa el día en paz consigo mismo, en diálogo con sus demonios interiores, recordando la infancia, las ideas, los sueños, la maravilla de la existencia que se extingue. El Libertario cuenta que el señor Canuto se muere en el hospital como consecuencia de la paliza recibida. Juan se despide de los compañeros de causa: “Ahora estoy soñando cosas hermosas, muy hermosas. ¡Adiós, compañeros! Yo he cumplido mi misión, ¿verdad?... Seguid trabajando”. Su herencia, los escritos. 

Manuel y la Salvadora no se separan de él ni un instante durante su última noche en el mundo de los vivos. Juan se muestra preocupado por el amanecer. “En el cielo azul, con diafanidades de cristal, volaban las nubes rojas y llameantes del crepúsculo”. Juan entrega su alma con el gesto de un héroe, con la serenidad ejemplar de un santo. A partir de ese momento todo será póstumo para él, un recuerdo del pasado. 



¿Pues qué es lo que pasa? ¿Qué procesión es esta?
 
La procesión de la muerte. Gutiérrez Solana

Quién le iba a decir a Manuel que su hermano pródigo, el seminarista, el artista bohemio extranjero, le dejaría una huella tan profunda. Con Juan de cuerpo presente tiene un sueño extraño: la muerte de la anarquía. Sueña que en la Puerta del Sol llevan en procesión a las estatuas de la Verdad, la Naturaleza y el Bien. Los miembros de Aurora Roja gritan: ¡Muera la anarquía! La Filipina se acerca al velatorio con un ramillete de lirios rojos y blancos, las primeras flores en nacer al sol de la primavera. Antes de que las paletadas de tierra de los enterradores tapen la caja al anochecer, el Libertario, recogido sobre sí mismo, con voz temblorosa toma la palabra. Emocionado, agradece al amigo su lucha a favor de los débiles y desfavorecidos, “fue un rebelde porque quiso ser justo”.



Et nous ferons de chaque jour 
Toute une éternité d'amour 
Que nous vivrons à en mourir 
Georges Moustaki 




Este comentario pertenece al grupo de lectura colectiva que desde La Acequia coordina y dirige su autor, el profesor Pedro Ojeda Escudero.